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Guerra de casinos, guerra por el PAN

In Botepronto on enero 15, 2013 at 4:10 am

Los primeros casinos que proliferaron en el país, sin modificar sustancialmente el marco legal, sino más bien aprovechando sus lagunas, fueron los permitidos en la administración de Santiago Creel Miranda como secretario de Gobernación, quien buscaba afianzar su precandidatura presidencial, a la postre fracasada.

La segunda ola de casinos, la que invadió Guanajuato, llegó de la mano del grupo político encabezado por Gustavo Madero Muñoz, actual presidente del Partido Acción Nacional, donde se forma de manera distinguida el sanmiguelense Luis Alberto Villarreal, quien influyó sin aparecer para lograr los permisos que hicieron posible la apertura del casino Grand, en León.

Hoy parece llegar una tercera ola de casinos, de la mano del grupo compacto en torno a Felipe Calderón, señaladamente su ex secretario particular Roberto Gil Zuarth. La expedición de nuevos permisos ha levantado la furia de los propietarios de los anteriores permisos y la lucha ha llegado a los juzgados.

Casualmente, Gustavo Madero y Roberto Gil son los grandes protagonistas de la última elección de dirigente en Acción Nacional y muy probablemente quienes pueden disputar esa posición en la próxima cita.

¿Quiere decir esto que la lucha por el establecimiento de casinos y sus fabulosas ganancias es, en realidad, una lucha por el PAN? No parece descabellado.

Ante la carencia de recursos provenientes de otras fuentes, a causa del regreso del PRI al poder y el hundimiento de las opciones políticas del PAN al caer hasta el tercer lugar de la elección federal, parece que el financiamiento del tradicional partido de derecha y católico de México, deberá provenir de negocios non sanctos.

Esta situación no puede menos que celebrarla el PRI y, sobre todo, el nuevo secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, responsable del regular el juego en México, a través de la dirección de Juegos y Sorteos.

Debe recordarse el valor con el que aún cuenta el PAN como principal partido de oposición en las cámaras federales, pues aunque su candidata presidencial recibió menos votos que el candidato de izquierda, los de este se dividieron entre varios partidos.

Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República, el PAN constituye la primer bancada de oposición y su fuerza es suficiente para avalar cualquier reforma. En la cámara baja la representación de este partido se encuentra, precisamente, coordinada por Luis Alberto Villarreal, hombre fuerte de Gustavo Madero; en tanto que en el Senado, Ernesto Cordero forma más bien con el grupo calderonista al que también pertenece Gil Zuarth.

Al encontrarse ambos grupos inmersos en una competencia por la administración de la influencia sobre el negocio de los casinos, el gran árbitro de la disputa a partir de ahora será Osorio Chong, quien tendrá en sus manos la capacidad de negociar con una o con ambas fracciones panistas, usando precisamente lo que es más útil en política: sus debilidades.

El paso por el poder corrompió a los panistas de modo tal que arrinconaron sus principios no por el pragmatismo, que como quiera se entiende, sino por la explotación de un negocio sórdido y atentatorio de todo aquello por lo que lucharon en su larga historia.

Pero quizá eso no sea lo peor. Más grave parece el hecho de que la degradación de los objetivos políticos en el PAN los han dejado convertidos en simples convalidadores del adversario que tanto combatieron, al que nunca pudieron derrotar y al que ahora le han regresado el poder otorgándole un aura de frescura y renovación.

Si esa no es una tragedia política, entonces quién sabe cuál lo sea.

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