La solución instrumentada por el PRI en Jalisco para resolver la dura pugna interna por la candidatura a gobernador, donde aparecían siete aspirantes que incluían desde los que tienen posibilildades reales hasta los espontáneos que se lanzan al ruedo para pescar en el rió revuelto, marca una tendencia que tendrá su epílogo aquí, en Guanajuato.
La decisión que favoreció al alcalde de Guadalajara, Aristóteles Sandoval, ha sido la forma tradicional de consensar en el PRI: para despejar el camino a un aspirante que cuenta con los favores de quien sea el gran elector en turno o que tiene las mayores posibillidades, se negocia y se ofrecen posiciones a los restantes competidores, de acuerdo a su peso específico y relaciones.