El gobernador de Guanajuato, en conjunto con sus similares de Querétaro y Jalisco, con quienes conforma una alianza de entidades del centro del país que buscan equilibrar al gobierno federal morenista, ha decidido reciclar uno de los proyectos más viejos del panismo gobernante: el tren ligero de Guanajuato.
Esa obra, que había pasado a la historia como el “tren llamado deseo”, según la afortunada frase de un diputado priista opositor al gobierno foxista, el penjamense Rubén García Farías, ha sufrido varias resurrecciones todas a costa del dinero de los guanajuatenses y todas fallidas.

El primer fracaso para esta idea de movilidad que parecía revolucionaria en los años 90, se lo propinó una enredada historia donde se involucraban financieros chinos y jeques árabes, importados a Guanajuato por Carlos Abugaber amigo cercano del gobernador Carlos Medina Plascencia, que acudirían a soportar económicamente el proyecto, en una aventura que solo fue un espejismo que le hizo perder a Guanajuato cuatro años de planeación y gestiones.
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