Con gobiernos como los que lamentablemente padecemos, poco enfocados en el bienestar de la población pero adictos a la vanidad y a los gastos suntuarios, el problema de salud pública que significa la pandemia de Covid-19 también puede constituir una gran tentación para manejos opacos y dispendio de recursos.
Ya vimos el caso del municipio de León, donde la urgencia de previsiones para evitar el contagio, cuando aun había información insuficiente, produjo la absurda decisión de comprar 15 arcos sanitizantes para instalar en terminales del transporte público de la ciudad, al desmesurado costo de 110 mil pesos por cada uno de los adefesios que de poco sirve y que la gente rechaza usar.

Millón y medio de pesos se fueron prácticamente a la basura, gracias a la decisión del tesorero del municipio, Enrique Sosa Campos, funcionario de todas las confianzas del alcalde Héctor López Santillana, quien libró una verdadera batalla con su primer cabildo para tratar de colocarlo en lugar de Gilberto Enríquez, lo que finalmente consiguió en su segundo mandato.
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