La violencia de género empieza con las palabras antes de llegar a ser extrema; ahí también hay que frenarla
Hace casi seis años en el marco de una campaña electoral reñida, el diputado federal priista Francisco Arroyo Vieyra creía subir el tono de la contienda municipal por la capital de Guanajuato al llamar denigratoriamente a la aspirante panista Ruth Lugo Martínez “Señora Weiler”, en busca de un juego de palabras que asociara a la candidata con la raza canina Rottweiler.
Afecto a un humor político que quería ser ácido pero terminaba siendo denigratorio y rebajando el nivel de una contienda civilizada a un pleito de barriada, Arroyo, quien había presidido el Congreso de México en esa legislatura y se aprestaba a dar un salto a la diplomacia en la que representaría a nuestro país en Uruguay y en el Mercosur, no hacía sino mostrar un añejo vicio de los políticos mexicanos: la resistencia a la participación de las mujeres e la esfera pública.
La vida ha cambiado de forma casi total en Guanajuato. El autocuidado y la creación de rutinas para eludir el riesgo son hoy la realidad cotidiana hasta para ir a comprar botanas a una tienda de conveniencia o medicamentos a una farmacia.
Pero no es lo único: los ataques armados son ya una realidad casi cotidiana en numerosos municipios de la zona sur y centro del estado. Particularmente hay una guerra declarada de grupos delictivos en contra de los agentes policiacos de casi todas las corporaciones.
Solo para la foto. Imagen: gobierno del estado
El milagro económico que vino de la mano de la política de industrialización, la bandera estelar de los gobiernos panistas, no es ya lo que tiene a Guanajuato en las páginas de los medios de comunicación, en cambio las noticias de sangre o los análisis y recuentos sobre la violencia, nos tienen constantemente en el aparador.
Las mujeres se están cansando y no es para menos. El estado no entiende que nada entiende. Instituciones donde se presume de analizar y transformar la realidad, como las universidades, se muestran anquilosadas, reactivas, insensibles.
Foto: Especial.
Desde la política muchas mujeres han dado la lucha por mayores espacios, pero al llegar a las posiciones de poder no han sido sensibles a las muchas desigualdades que históricamente afectan al género femenino.
Las mujeres en la academia se molestan cuando se les recuerda que lo que enseñan en sus cátedras no tiene nada que ver con la omisión de las instituciones a las que pertenecen.
Luis Felipe Guerrero Agripino está entrenado para darle la razón a sus interlocutores, máxime si está en el ojo del huracán. Así lo hizo de forma sistemática en su comparecencia ante las legisladoras de la Comisión de Equidad de Género que lo citaron para revisar los casos de acoso y hostigamiento en la Universidad de Guanajuato.
Al escuchar al
rector general surgía la impresión de que tiene un profundo compromiso con el
combate y hasta la erradicación de las conductas de acoso y agresión sexual y
que su mayor problema es la inercia burocrática de la UG y su gran tamaño, sus
70 unidades académicas.
Del dicho al hecho… Foto: Congreso del Estado
Es decir, el
poderoso rector general que se presenta a la reelección sin opositores, que
domina todos los espacios burocráticos y deliberativos de la institución, llámense
cuerpos académicos, consejos de campus y el consejo general, no ha logrado
mover al “elefante reumático” para que se rechacen de tajo las conductas de
agresión cobijadas institucionalmente.