1.- Humberto Moreira Valdés. El presidente nacional del PRI ha intentado de todo para zafarse de las consecuencias de su pésima administración como gobernador de Coahuila, incluso, ser líder nacional de su partido era parte del plan de encubrimiento que al final, como se ve, no ha funcionado.
Moreira planeó encabezar las negociaciones para el nuevo presupuesto federal de manera personal, por encima de los diputados. El plan puede adivinarse: conseguir recursos extras para tapar los agujeros en su estado, a cambio de sacar adelante las prioridades del gobierno de Felipe Calderón.
El cálculo falló. La elección en su estado, donde impuso la candidatura de su hermano, Rubén Moreira, como parte de la misma operación de salvamento, se radicalizó frente a los panistas coahuilenses, que destaparon en plena campaña el escándalo de Vicente Chaires, un ujier del ex gobernador que se enriqueció de manera escandalosa, en algo que a todas luces aparece como una operación de ocultamiento de bienes a través de un prestanombres.
En los siguientes días comenzaron a saberse los pormenores de la deuda adquirida por Coahuila, que creció desde trescientos millones de pesos a más de treinta mil, lastrando las finanzas y el margen de maniobra del estado por generaciones.
Pero eso no era todo: pronto se supo que al peor estilo de la Ley de Herodes, el gigantesco endeudamiento se había logrado mediante la falsificación de documentos oficiales, incluyendo decretos del Congreso de la entidad.
Moreira perdió la calma y la sonrisa con la que había arribado al cargo. Empezó a dar explicaciones tartamudeantes que cambiaban día tras día. Trató de hacer chistes sobre sus acusadores panistas, que ya no causaron ninguna gracia. Operó para que la justicia de Coahuila, manejada por el gobernador interino que es su incondicional, Jorge Torres López, detuviera a ex funcionarios de su administración a fin de ejercer un control de daños.
Nada, sin embargo, detiene el escándalo mediático y la certeza entre sectores cada vez más amplios, de que Humberto Moreira es un representante de lo peor del priismo anacrónico que dominó el país la mayor parte del siglo pasado, con todas las consecuencias que pueden preverse sobre las brillantes expectativas electorales que ese partido tiene depositadas en su casi seguro candidato presidencial, Enrique Peña Nieto.
El colmo, como si faltara, se produjo hace semana y media, cuando Moreira afirmó: “yo soy el ofendido por la deuda de Coahuila”, dando a entender que lo que se hizo durante su gobierno fue hecho a sus espaldas, como si no se tratara de uno de los gobernadores más absolutista de los últimos tiempos, tal y como lo muestra su propia sucesión a favor de su consanguíneo.
Con su actitud a lo largo de estos meses, con sus respuestas en medios, con su intento de querer ocultar hechos del tamaño de una catedral simplemente con una retórica que cada vez alcanza mayores niveles de patetismo, Humberto Moreira, dirigente del partido político que quiere recuperar la presidencia del país sólo como quien reclama una heredad, muestra sobradamente que los ciudadanos mexicanos no le merecen ningún respeto y que, en su fuero íntimo, cree que todos somos idiotas.
Pronto se dará cuenta de lo equivocado que está.
2.- Rubí Laura López Silva. No sólo los priistas muestran una irresistible proclividad a desdeñar a los ciudadanos. Ahora, esa forma de ejercer la política tiene también prosélitos entre los panistas.
Convencida de que es víctima de una conspiración de la que forman parte no sólo los partidos de oposición, muchos empresarios y la mayoría de los ciudadanos de Celaya que reprueban su administración, sino incluso integrantes del gabinete estatal y a veces hasta el propio gobernador Juan Manuel Oliva, la alcaldesa de Celaya se encierra cada vez más en el opresivo mundo de la paranoia.
Esta semana fue detenida una poderosa banda de extorsionadores, secuestradores y asesinos pertenecientes al crimen organizado, que había sentado sus reales en Celaya. La noticia tiene contentos a muchos, pero no a Rubí Laura, que la ha visto como un ataque a su gobierno.
La funcionaria panista se molestó porque no fue avisada del operativo, cuando está más que probada la infiltración que sufre en su corporación policiaca. Después, su coraje fue mayúsculo cuando se dio a conocer la existencia de una lista de funcionarios de dependencias como Catastro y Fiscalización, que aparentemente funcionaba como nómina de la banda delictiva.
Su respuesta fue de antología: una conferencia de prensa encabezada por el nuevo secretario de Ayuntamiento, Roberto Hugo Arias, en la que se exigieron pruebas del involucramiento de los empleados municipales antes de proceder contra ellos.
Es decir, a la alcaldes Rubí Laura López Silva no le llegó ni a calor la posibilidad de que empleados suyos pudiesen estar involucrados con una de las más peligrosas bandas desmanteladas en Guanajuato, como para anunciar, así fuese sólo por protocolo, el inicio de una investigación al interior de las dependencias señaladas.
Mientras en Celaya la mayor parte de los ciudadanos vive a diario en la zozobra y la incertidumbre de la más absoluta falta de seguridad, mientras se sabe que una banda de sicarios extorsionaba a 500 empresas de todo tipo y tamaño, con una metodología perfectamente diseñada, la señora alcaldes sólo atina a ofenderse porque los delincuentes tenían una lista de empleados municipales y eso es dado a conocer por el procurador de justicia.
Seguramente, por estas reacciones y otras del pasado, la primera autoridad de Celaya parece tener la certeza de que sus conciudadanos, los mismos que la eligieron, no le merecen ninguna explicación y tampoco la más mínima atención.
Inmersa en su mundo imaginario de conspiraciones que buscan su desprestigio y su caída, donde ella no tiene responsabilidad alguna, Rubí Laura López Silva seguramente piensa que todos somos idiotas.
También ella, muy pronto, se dará cuenta de su error.