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Cuarto informe: lo convencional del poder

In Botepronto on marzo 7, 2016 at 3:13 am

La buena: Miguel Márquez es hoy un político cuajado; la mala, lo es en un sentido que hubiera repudiado cuando se inició en la política.

¿Qué tiene el poder que homologa a todos los partidos y hace indistintos a todos los políticos más allá de sus convicciones personales?

Quizá lo principal es que el poder en México se ejerce de manera absoluta, sin contrapesos y sin cortapisas, de modo que termina siendo un ejercicio personal, discrecional y completamente alejado de cuestiones ideológicas.

De esa manera, si lo que importa es el ego de cada servidor público, su ambición, su vanidad y sus intereses, no hay valores que valgan. Se trata de pragmatismo puro.

Pero, además, los planteamientos programáticos solo importan cuando no se tiene el poder, cuando se es “oposición”, cuando el discurso político se puede dar el lujo del idealismo.

En cambio, para poder “triunfar” hace falta negociar los principios, aceptar las componendas, entrarle a la política real, comprar votos, recaudar fondos de campaña muy por encima de los topes legales y adquirir compromisos que se pagan con favores desde los cargos públicos.

Entonces la fórmula es impecable. Lo que es corrupto en México no son solo los individuos, sino el sistema mismo. Para ejercer el poder hay que contemporizar con la corrupción. En materia de deshonestidad, en la política mexicana el más chimuelo masca rieles.

Por eso, el cuarto informe de gobierno de Miguel Márquez y su intención de utilizarlo como plataforma de arranque de una incipiente precampaña por la candidatura de su partido a la Presidencia de la República, es un asunto absolutamente previsible.

Como en los gobiernos priistas del siglos pasado, el cuarto informe no fue una rendición de cuentas, sino un intento de apantallar; no fue un ejercicio de republicanismo y respeto de poderes, sino la mala copia provinciana de un evento imperial.

En lo personal, creo que el Miguel Márquez que se inició en la vida pública a mediados de los noventa, el diputado y alcalde que se estrenaba en el PAN después de su paso por el seminario y la universidad, el de herencia cristera, hubiese sido un crítico acerbo de la parafernalia con la que se empieza a vestir el gobierno que encabeza ese mismo político veinte años después.

¿Es criticable que la política genere uniformidad y el éxito político lo haga aún más? Probablemente no, si lo único que se quiere es ocupar cargos para hacer lo mismo que siempre.

A Márquez sin duda le alcanza para competir como un aspirante más a la candidatura de un partido que, hoy por hoy, no se ve como un protagonista de la contienda del 2018 y que mas bien aspira a ser un tercero en discordia. En el camino puede tener algunos logros, la mayoría de ellos de índole personal, algunos para el manejo de su partido en el estado y más bien pocos de carácter institucional.

Incluso, lo que más le convendría al gobernador de Guanajuato sería decantarse a tiempo por la opción ganadora, negociar en su mejor momento y tratar de cobrar los dividendos. Lo peor que le podría pasar sería verse encajonado como un candidato emergente en un posible choque de trenes de los que hoy aparecen como punteros.

En ese caso podría correr la suerte de Josefina Vázquez Mota e incluso peor, si Margarita Zavala se decide por la candidatura independiente. Allí concluiría su aventura y también su carrera política.

Miguel Márquez, engolosinado con el glamour del poder, con la dulzura de los elogios del círculo cercano, con un espejismo, como tal, evanescente, ha renunciado a ser un político diferente como prometía su convicción juvenil y su genética cristera.

Hoy es un político convencional. Su futuro lo será igual, sin que eso signifique un fracaso en los términos tradicionales. Quizá es por eso que su campaña de valores suena vacía y se ha convertido solo en eslogan.

Los sueños quedaron atrás, hoy solo hay cálculo interesado, ese mismo que ha obligado a porciones cada vez mayores de ciudadanos a desconfiar de los políticos.

Imposibilitado de cambiar la forma de ejercer el poder, hoy, el mandatario panista de Guanajuato es otro de los que han caído rendidos ante la maravillosa maña que se da el poder para hacer creer que es de a de veras.

Y en el pecado va la penitencia: no hay mayor pena que extrañar el poder, vean a Carlos Salinas o a Vicente Fox, feneciendo de nostalgia. Es una historia por demás conocida.

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