No pudo ser mejor el lanzamiento de la precandidatura de José Ángel Córdova en la etapa que será definitiva para saber si puede continuar con sus aspiraciones: fiesta de cumpleaños con la presencia de la Primera Dama; encuesta favorable de una casa por demás seria, Ipsos; coqueteo mediático del PVEM, la tercera fuerza política local; finalmente, la despedida del gabinete presidencial en los términos más calidos que se pueda imaginar.
Ahora viene lo realmente difícil: el trabajo de tierra para lograr convencer por lo menos a alrededor de veinte mil panistas para que conozcan y vean al ex secretario de salud federal como su opción en la jornada electoral que está planeada a realizarse en el mes de febrero del próximo año, dentro de cinco meses.
Por lo pronto, en términos de impacto en los medios de comunicación y en el imaginario del sector informado de la población, el facultativo ha logrado una posición envidiable: lejos de ser el retador de un grupo político hegemónico, pareciera incluso el candidato a vencer.
Y por todo lo visto, no se puede tener duda alguna de que el doctor Córdova tiene todo el beneplácito de la casa presidencial, no sólo de Margarita Zavala, para intentar la gran aventura de desplazar a esa mezcla que hoy se revela más heterogénea que nunca que desde fuera ven como “El Yunque” y que aquí más bien se aprecia como el grupo construido por Juan Manuel Oliva, con una mezcla que incluye acólitos de la ultraderecha, pero también panistas ortodoxos y hasta ex militantes del PRI.
Por si algo faltara, el que ha sido calificado como uno de los mejores secretarios de Salud a nivel internacional goza de un respaldo evidente de consorcios empresariales nada desdeñables, ligados a la industria médica, lo que hará que no falten los recursos en su campaña. Y ya se sabe que las guerras y las elecciones se ganan con dinero y más dinero.
Sin embargo, no todo debería ser euforia en el entorno de José Ángel Córdova Villalobos. Al buen despegue tendría que seguir un aterrizaje planeado y después una campaña que deje la sensación de un crecimiento del aspirante en el ánimo de la militancia panista y, de paso, en el electorado abierto.
Aquí es donde, hasta este momento, no se aprecia a cargo de quienes podría estar una estrategia de ese tipo. Los cuadros que rodean al ex consejero presidente del IEEG no se han caracterizado por campañas ganadoras en el pasado. Personajes como Gabriel Hernández Jaime o Alfredo Anda Páez, aparte de que han visto ya pasar sus mejores tiempos, se encuentran fuera de forma y no parecen conocer al PAN que decidirá en febrero de 2012.
Por otra parte, se observa como los aliados de Córdova hasta hace unas semanas, los integrantes del pacto de la Loma que terminó resultando tan ineficiente como la Línea Maginot que debería defender a Francia de la invasión nazi en 1940 y que quedó como un monumento a la estulticia estratégica, ya abandonaron a Córdova para buscar cada uno sus propios intereses.
No parece una pérdida muy dolorosa, tomando en cuenta lo que empieza a saberse de los negocios sórdidos del senador Luis Alberto Villarreal y los entrampamientos administrativos de Ricardo Sheffield. La capacidad de operación con que cuenta cada uno de estos políticos está desde ya al servicio de sus prioridades individuales: la búsqueda de una diputación federal y una senaduría, respectivamente.
Se salva de la quema el empresario celayense Javier Usabiaga, quien algo podrá aportar de su experiencia en 2006, cuando perdió la candidatura frente a Juan Manuel Oliva por un amplio margen, aunque su influencia en el panismo sigue siendo mínima, incluyendo la propia Celaya, su lugar de origen y sede de su emporio agrícola.
Pero, sin duda, esa será otra historia y dependerá de las alianzas y las captaciones que Córdova Villalobos logre hacer de manera personal. En todo caso, los operadores políticos siempre son reemplazables, no así el candidato.
Por lo pronto, hay que reconocer que el precandidato que ha sido desdeñado por las cabezas del olivismo, hoy divididas, salió a la caja de bateo y pegó de hit en su primer turno, poniendo en serios predicamentos al candidato que parecía traer el control político de las bases. Miguel Márquez tiene ahora el reto de una salida del gobierno, que no pase desapercibida, por lo menos a nivel local.
En algo que sí podría quedar en desventaja el candidato oficial del olivismo es en el tema de su sucesor en la secretaría a su cargo: mientras Córdova tuvo un peso específico en la designación de Salomón Chertorivski, Márquez está batallando para que no dejen en su lugar a alguien que de entrada significaría un contrapeso: la diputada federal Alejandra Reynoso, la misma que fue derrotada en la elección de la dirigencia panista gracias, entre otros, al propio Miguel Márquez.
Entremos, pues, de lleno en las precampaña prácticamente formales, aunque el IEEG, el mismo que dirigió Córdova, siga sin querer darse por enterado.
Botepronto
Cada día es más patético el papel que juega el representante de Humberto Moreira en Guanajuato, Francisco Javier Santillán Oceguera, aunque justo es decir que empezó con el pie izquierdo desde su nombramiento.
Este sábado, mientras se realizaba el Congreso Estatal de la CTM en Dolores Hidalgo, que de pasada terminó convertido en mitin de respaldo para el senador Francisco Arroyo Vieyra, el Negro Santillán acudía a una fiesta de coronación juvenil: la elección de Bárbara Durán Botello, hija de Bárbara Botello, como dirigente de la Chaviza Revolucionaria.
Allí estuvo el barbarismo duro: Martín Ortiz, Luis Fernando Gómez y Salvador Ramírez Argote; así como las embajadoras María Elena Cano, de Gerardo Sánchez; y Claudia Brígida Navarrete, de Miguel Chico. Ante esa ostentosa representación, el delegado moreirista certificó el acto de nepotismo de la secretaria general adjunta del PRI.
Ahora la señora Botello ya tiene dos membretes a su servicio: la Unidad Revolucionaria, de Chavita Ramírez; y la Chaviza, de su primogénita, aunque carezcan de militantes.
Entretanto, en Dolores Hidalgo la CTM se pronunciaba abiertamente por Arroyo Vieyra ante la presencia del dirigente estatal José Luis González Uribe, en un acto de precampaña sin tapujos.
La división priista se ahonda cada día más, de manera que el PAN, llámese como se llame su candidato, puede dormir tranquilo.