Luis Felipe Guerrero Agripino está entrenado para darle la razón a sus interlocutores, máxime si está en el ojo del huracán. Así lo hizo de forma sistemática en su comparecencia ante las legisladoras de la Comisión de Equidad de Género que lo citaron para revisar los casos de acoso y hostigamiento en la Universidad de Guanajuato.
Al escuchar al rector general surgía la impresión de que tiene un profundo compromiso con el combate y hasta la erradicación de las conductas de acoso y agresión sexual y que su mayor problema es la inercia burocrática de la UG y su gran tamaño, sus 70 unidades académicas.

Es decir, el poderoso rector general que se presenta a la reelección sin opositores, que domina todos los espacios burocráticos y deliberativos de la institución, llámense cuerpos académicos, consejos de campus y el consejo general, no ha logrado mover al “elefante reumático” para que se rechacen de tajo las conductas de agresión cobijadas institucionalmente.
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