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Guanajuato: la modernidad que cojea

In Análisis Político, POPLab on octubre 14, 2019 at 12:09 am

Decía Julio Cortázar en el imprescindible capítulo 71 de la imprescindible Rayuela “que nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo…”

Haría falta más literatura, más reflexión y menos robótica y falsa innovación para darnos cuenta de cuáles son los problemas reales de Guanajuato y no caer en el juego de las falsas salidas, de la cabeza en el agujero, del “qué mal está todo, pero mientras no me pase a mí, como quiera.”

Foto: Jaime Panqueva

Esta semana vimos la culminación de un intento premeditado de tender cortinas de humo sobre la realidad agobiante de Guanajuato, no solo de Celaya, los Apaseos o Salamanca, sino de todos y cada uno de los municipios de un estado al que no le ha alcanzado el sueño de la industrialización para disminuir las pesadillas de sus índices de marginación, pobreza y analfabetismo.

Las ferias industriales son un mecanismo poderoso de promoción, de intercambio y de ventas; las reuniones de organismos empresariales son foros relevantes de diálogo y debate sobre las oportunidades y los retos del sector, así como acerca del papel regulador y promotor de la autoridad, relación en la que siempre existen áreas de oportunidad.

En ese sentido, lo ocurrido en Guanajuato no es nada desdeñable. La larga tradición de León como sede de eventos nacionales e internacionales de este corte avala los buenos resultados del capítulo de la Feria Industrial de Hannover trasladado a León y la reunión anual de industriales organizada por Concamin.

Sin embargo, donde las cosas empiezan a torcerse es cuando se detecta, lo que es además obvio, que este tipo de promociones pretenden ser utilizadas para darle una vuelta de tuerca a los problemas de imagen en los que se ha precipitado el gobierno del estado y buena parte de los municipales por desatender el tema de la seguridad.

Se trata de dos asuntos que, aunque están inevitablemente relacionados, deben ser abordados cada uno en su terreno. El gobierno de Guanajuato es responsable de todas las políticas públicas que derivan de sus obligaciones legales y constitucionales y no puede darse el lujo de segmentarlas o de anteponerlas.

El hecho de que exista un gabinete que aborda la realidad del estado por temas, con especialistas expertos en su campos (así debería de ser), no exime al jefe del Ejecutivo, electo con la participación de todos los ciudadanos con derecho al voto, de supervisar a todos y cada uno de sus colaboradores, evaluar su desempeño y tomar decisiones pertinentes sobre la continuidad y los cambios.

Al gobernador no se le elige porque sea experto en todos los temas, pero sí por la capacidad para decidir cuando alguien ha dejado de ser funcional en proporcionar el mejor servicio a la sociedad guanajuatense.

El problema no es de imagen ni de percepción, sino sustantivo y para ello se tienen indicadores precisos dentro del mismo gobierno y fuera de él, en organizaciones de la sociedad civil.

Apostar todo a que una de las áreas funcione mientras otras naufragan no constituye una buena política. Ni el mejor bateador logra salvar al equipo que no tiene un picheo solvente, ni el goleador letal hace ganar a un equipo donde naufraga la defensa.

En los mismos diarios donde el gobierno pagó separatas con algunos de los pormenores y de las maravillas tecnológicas de la muestra convocada por la franquicia alemana, las primeras planas relucían con los detalles de la inseguridad de la jornada.

Además, el hecho de saturar con escolares una feria de tres días cuya finalidad primordial es la realización de intercambios comerciales, también dejó un tufo a demagogia y a temor de no cumplir las expectativas. Mostrar tecnología de avanzada a estudiantes podría ser más productivo a través de programas académicos consistentes y no el fraude de las tabletas regaladas que terminan vendiéndose en Internet sin haber aportado un ápice a la elevación del nivel educativo.

La tecnología también puede ser un gran fraude, como lo muestra el fracaso del programa Escudo alquilado a tarifas estratosféricas con recursos públicos, presumido hasta el cansancio por la anterior administración y una nulidad total para frenar el hundimiento de la seguridad de Guanajuato.

Promover la inversión, impulsar el cambio tecnológico y revolucionar la educación son tareas loables y además urgentes e imprescindibles, pero dejan mucho que desear cuando se les quiere utilizar para salvar a un gobierno del desplome en su popularidad o para hacer futurismo político.

Menos podrá lograrse ese caro objetivo de nuestros actuales líderes políticos si no se atiende con inteligencia y valentía el problema de la violencia y la inseguridad.

Por ejemplo, llama poderosamente la atención que la declaración oficial del Fiscal General del Estado, por cierto en una rueda de prensa encabezada por el vocero del gobernador como si la autonomía fuera una moda pasajera, sobre la presunta responsabilidad de tres policías municipales en activo en un secuestro de elementos de seguridad estatal que a la postre fueron encontrados asesinados, no haya dado lugar a un solo pronunciamiento de corte político del gobernador del estado, de su secretario de gobierno o hasta de la improvisada vocera de seguridad, como si el hecho no hubiera existido, como si no hablara de una quiebra institucional profunda, como si se quisiera barrer lo impresentable debajo de la alfombra.

Lejos de eso, al mismo tiempo que esos hechos se daban a conocer, el gobernador festinaba la inclusión de Guanajuato en la vanguardia industrial del mundo, aunque fuera por tres días y con largas colas de alumnos acarreados por órdenes superiores desde sus lugares de origen para usarlos de escenografía.

Esa, disculpen ustedes, no es modernidad ni innovación. Ya el PRI, desde mediados del siglo pasado, hacía ambas cosas: acarrear a públicos cautivos y negar la realidad.

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