Solo después de una reacción popular enconada, que tuvo uno de sus picos en los abucheos e insultos a la presidenta municipal en el grito del domingo, después de fuertes reclamos empresariales y luego de asesinatos que conmovieron a todo Guanajuato y ocuparon espacios en medios nacionales, el fiscal y sus muchachos se decidieron a actuar contra los extorsionadores de Celaya.
Para toda la tecnología que se ha comprado a alto costo, para toda la presunción de cientificidad de los policías estatales, para toda la parafernalia sobre la restitución del estado de derecho del gobernador Sinhue, el logro de haber atrapado a una banda de la que formaban parte dos policías en activo, con 800 mil pesos en activos y un pequeño arsenal, parece demasiado pobre y tardío para festinarlo por todo lo alto.

Sobre todo, parece pobre porque ocurre nueve meses después del inicio de la ofensiva contra la mayor fuerza criminal de la región y seis meses después del anuncio del propio gobernador de que se había restablecido el estado de derecho en Santa Rosa de Lima, en Villagrán, a pocos kilómetros de Celaya.
Y es tardío para tres mujeres asesinadas en una tortillería, para decenas de negocios cerrados, para la perdida tranquilidad de una pujante comunidad y para, por lo menos, un profesionista privado de su libertad hasta la fecha en la ciudad de Celaya por grupos del crimen organizado.
Lo que queremos decir es que la mejor labor de los encargados de la seguridad ocurre cuando las ciudades están tranquilas y no es necesario salir a conferencias de prensa rimbombantes para anunciar capturas con claro afán propagandístico.
Ayer en la rueda de prensa para informar sobre la detención del grupo extorsionador estuvieron presentes el fiscal Carlos Zamarripa, el secretario de Gobierno, Luis E. Ayala, la vocera de seguridad, Sophia Huett y el vocero del gobierno, Alan Márquez. Parece demasiada marquesina para tan flaco espectáculo.
Las formas, desde luego, dicen mucho. Al gobierno de Sinhue le urge presumir resultados lo que es distinto de dar resultados, en seguridad o en cualquier materia.
Los estrategas de la comunicación y la seguridad no parecen percatarse que en esa delicada materia de nada sirve querer impresionar a los ciudadanos si en realidad los delitos no disminuyen y estos no sienten en su vida cotidiana.
La verdad es que, contra lo que postulan los mercadólogos desde sus torres de observación, en el sentido de que la inseguridad es un problema de percepción, en Celaya la inseguridad es real, cotidiana, actuante y sostenida desde hace mucho tiempo, de manera que los ciudadanos de la zona han recibido en carne propia o en la de alguien próximo las consecuencias del flagelo.
Así que una rueda de prensa para presumir el gran golpe de haber detenido a una banda de sicarios, donde además participaban funcionarios de seguridad municipal, no bastará para generar la idea de que el problema está siendo atacado de raíz. Menos pasará si para difundir la acción se echa mano de los compromisos con la prensa amiga del régimen, la misma que al día siguiente de festinar el logro, llenará sus páginas con los muertos de la jornada, sin otro ingrediente que el regodeo de la sangre para vender ejemplares.
El gobierno de Sinhue, más que ninguno otro del pasado, parece obsesionado con la idea de que los problemas del estado son de imagen y no realidades tercas; por ello no parece preocupado por estrategias profundas, de largo aliento y de resultados verdaderamente contundentes, sino por el oropel, el control de daños y el manejo mediático. Un camino así presupone que las audiencias son manipulables y carecen de inteligencia, lo que es una riesgosa apuesta en política.
Hasta ahora, los resultados no parecen estarle dando la razón a los estrategas de Sinhue: su popularidad es baja y la crítica al mal manejo de la política de seguridad casi es unánime. Ya hubo necesidad de hacer cambios en comunicación mostrando que se reconoce la falla, pero a la vez exhibiendo que el diagnóstico es equivocado.
¿Será necesario explicarlo con manzanas? Guanajuato vive el peor momento en cuanto a tranquilidad, paz y seguridad. Ese no es un asunto solo de percepción y no se arregla solo con uno o dos golpes de efecto capitalizados en demasía, sino con una labor callada y permanente que de resultados consistentes en el mediano plazo. Más valdría empezar ya y no engolosinarse con la pirotecnia.