Veo con preocupación como casi todos los medios de comunicación de Guanajuato, salvo honrosas excepciones, se uniformaron en sus espacios principales, el domingo por la noche y el lunes por la mañana, con la difusión del boletín de la Fiscalía General del Estado donde se anuncia la captura del presunto asesino del dirigente sindical del ISSEG Mauricio García Flores.
Usando un florido lenguaje pródigo en autoelogios, el vocero de la FGE no tiene pena en reseñar con calificativos como “respaldo científico forense y minucioso análisis de información”, lo que fue una evidente casualidad.

La detención de Juan N, vecino de La Sauceda de 51 años, ocurrió después de que fue lesionado por un arma de fuego y al acudir los agentes localizaron armas que pudieron ser identificadas como las causantes del deceso de García Flores.
Desde luego, es importante que un crimen así no quede impune , como no debería ocurrir con ningún otro. Sin embargo, llama la atención que delitos donde se presenta presión social, como el que referimos y también el del homicidio del veterano líder petroquímico Gilberto Muñoz Mosqueda, sean esclarecidos con mayor velocidad que otros de personajes que no gozan de preeminencia.
¿Está jugando el fiscal políticamente? Sería muy delicado, pero no descabellado, sobre todo después de los serios cuestionamientos recibidos por Carlos Zamarripa en su proceso de ratificación y de designación como fiscal general.
Sin embargo, hay otras cuestiones inquietantes que no deben dejarse de lado. Desde hace tiempo corren en Guanajuato las versiones de bandas de ladrones de automóviles que actúan en la carretera de Guanajuato a San Miguel de Allende, precisamente a la altura de La Sauceda.
Las oficinas centrales de la FGE del estado no se encuentran lejos de allí, apenas a 15 kilómetros, igual que los cuarteles de la Secretaría de Seguridad. Sin embargo, es hasta que ocurre una tragedia mayor con resonancias públicas, que se decide actuar y se exhiben resultados.
¿Qué acaso el tema no es la prevención? ¿Porqué no atender los focos rojos, esos de los que cualquier ciudadano puede darse cuenta, hasta que resulta ser demasiado tarde?
Pero, además a este justo reclamo hacia las autoridades responsables de la seguridad, hay que sumar otro: el hecho de que el cumplimiento normal de su trabajo, lo que debería ser lo habitual y no lo extraordinario, se quiera presentar con un evidente sesgo propagandístico, que busca contrarrestar la mala prensa que les ha generado la extendida sensación de inseguridad.
Pasa, sin embargo, como todo aquello sostenido por premisas falsas que el resultado no se logra. Como los anuncios que festinaron la momentánea baja en el número de homicidios o el festejo anticipado por la caída del imperio criminal en Santa Rosa de Lima, los días siguientes no hicieron sino mostrar que estamos lejos de recuperar la tranquilidad de Guanajuato y que las autoridades no nos hablan con la verdad, sino que recurren a la publicidad engañosa.
Si el gobierno de Diego Sinhue Rodríguez quiere mostrar un cambio, así sea ligero y no el que tan pretenciosamente se ha definido como “golpe de timón” en aras de una propaganda que ya no vende nada, habría que empezar por la forma de comunicar el esfuerzo que sin duda se viene realizando para atender los graves rezagos en materia de seguridad, buscando tratar al público de Guanajuato como mayor de edad.
Quizás de esa manera se podría lograr una mejor comprensión del esfuerzo que realiza la autoridad, de los entendibles fracasos dentro de una estrategia de largo plazo y de la necesidad de sumar esfuerzos desde la sociedad.
Pero parece que eso no interesa, importa conseguir las ocho columnas de medios que comparten el mismo descrédito de sus fuentes y que ya no convocan a nadie.
Escuchando las propuestas de pactos de silencio y viendo la uniformidad de los despachos de prensa que visten a los medios, queda claro que este golpe de timón nos quiere llevar de regreso a las entrañas profundas del viejo autoritarismo que se envolvía en los colores de la bandera para negar la pluralidad y la madurez de la sociedad.
Si la creativa publicidad de Gandhi no lo dijo, bien podría hacerlo:
¿Inventar el hilo negro? Tenemos libros de historia.