Hoy el Congreso se hará complice de una burda aventura política: convertir la oficina del Ombudsman en un botín de los asesores de Miguel Márquez y del procurador saliente, Gustavo Rodríguez Junquera.
Vaya paradojas del destino, la cuidada arquitectura con la que diseñó Gustavo Rodríguez Junquera su gestión al frente de la Procuraduría de Derechos Humanos, tratando de fortalecer un perfil proactivo en el tema al mismo tiempo que contemporizaba con los gobiernos que le tocaron, corre el riesgo de ir al precipicio una vez que ha dejado el cargo.
La causa de todo es un error inverosímil: haberse propuesto la hazaña de dejar un sucesor, algo que no le había pasado por la cabeza a ningún procurador anterior o por lo menos no habían dejado tantas huellas.
Con una auténtica campaña política, como si se tratara de una posición electoral, desde las lujosas oficinas de la PEDHG se maneja una agenda política para José Raúl Montero. Se diseña a dónde si da entrevistas y dónde corre riesgos. Se cuidó su comparecencia ante los diputados, se midió el timing.
Por si fuera poco, desde el gobierno del estado, concretamente la Coordinación de Estrategia Política que encabeza Juana de la Cruz Martínez Andrade, se diseñó una terna con evidentes debilidades de dos de sus integrantes, pero que podía mandar mensajes a algunas de las fuerzas políticas en el Congreso.
Y no obstante todo eso, la jugada no ha pegado. Resulta evidente la imposición de Montero y la simulación de la consulta, la selección por el Ejecutivo y la votación en el Congreso. Se corre el riesgo de que, por primera vez, el Procurador de los Derechos Humanos no obtenga la unanimidad.
Quizá por eso ayer se dejó sentir una intensa actividad en los pasillos y las oficinas del transparente Congreso de Guanajuato. Había sobre todo muchas llamadas telefónicas desde Palacio de Gobierno hacia las oficinas de los grupos parlamentarios y las representaciones partidistas.
El tema olía más a tianguis político que a negociación de altura. A cambio de los votos necesarios para sacar dignamente a Raúl Montero, un perfil evidentemente débil además de padecer su evidente subordinación al Ejecutivo y a su exjefe, se ofrecían aprobaciones de iniciativas de la oposición y hasta chambas en el gobierno.
Planchado el PAN por el lineazo de Miguel Márquez, la aprobación del nuevo procurador está garantizada, pues necesita mayoría simple. Sin embargo, sería un mensaje muy intranquilizador que surgiera un proyecto de Ombudsman sin el consenso de los partidos representados en el Congreso.
Por eso la batalla es por conseguir la mayor cantidad de votos de las fuerzas políticas diversas al PAN, que no opositoras, tarea en la que se empeñaban diversos operadores políticos y a la que contribuía también la priista Irma Leticia González.
Independientemente de lo que ocurra en el Congreso, donde la palabra de los diputados nunca es garantía de nada en un Guanajuato que ha visto desaparecer los equilibrios para dar lugar a un nuevo partido-gobierno, esta vez panista, lo cierto es que José Raúl Montero de Alba emergerá como el Procurador de Derechos Humanos más deslegitimado en la corta historia de esa institución.
Crecer en el cargo sería su reto, pero para ello tendría que romper con la escuela de su mentor, Gustavo Rodríguez Junquera, y pasar de la defensa a medio gas de los derechos humanos a una presencia actuante y preeminente que le gane un lugar en una sociedad guanajuatense más despierta y demandante, con Organizaciones de la Sociedad Civil que dan batallas reales, más allá de la red corporativa que armó su antecesor.
En ambos casos, tanto si Montero se convierte en un epígono de Rodríguez Junquera, con menores habilidades jurídicas y políticas; como si logra dar el brinco y afianzar una personalidad propia, en el registro quedará la impronta de un procurador que dejó atrás el decoro para proteger una posición de grupo y convertir la defensa de los derechos humanos en una vulgar agencia de colocaciones.
Y ese es, precisamente, el mayor daño que se le puede hacer a una institución de esa naturaleza. Vaya herencia.