El síntoma es generalizado: los descendientes de los políticos que pretendían cambiar la faz del estado y las formas de gobernar, hoy se encuentran en fuga. El PAN no es más el partido que quería llevar la voz ciudadana a los espacios de decisión, hoy es más que nunca una clase dirigente a la defensa de privilegios y alejado de las penurias de sus gobernados.
Como en el gobierno estatal, en San Miguel de Allende otro gran protagonista de la era panista en Guanajuato y su asalto al escenario nacional, Luis Alberto Villarreal, ve como su alcaldía hace agua, en buena medida por su propia frivolidad, pero también por el asalto de una violencia descontrolada en la que asoman todas las contradicciones del oropel que se ha querido construir sobre las desigualdades que oculta “la mejor ciudad para vivir”.

La muerte de Magdalena, una mujer que caminaba con su pareja por el centro de la ciudad, tras un ataque premeditado contra un hombre que caminaba pasos adelante, quiso ser disfrazada como un incidente que “no afecta a los visitantes”, pretendiendo hacer pasar a la víctima como residente local.
En el colmo de la insensibilidad, los comunicadores del alcalde, seguramente obedeciendo instrucciones, dejaron de lado lo verdaderamente importante, la pérdida de una vida humana, que no tenía nada que ver con la violencia criminal y los ajustes de cuentas, para tratar de minimizarla porque “no era turista”, como si las balas que vuelan en calles céntricas de San Miguel cada vez con mayor frecuencia, pudieran distinguir entre locales y foráneos.
Pero más allá de esa deleznable ausencia de empatía con el valor de la vida humana, el caso se agravó cuando la oficina de prensa del alcalde intentó poner en contra de una periodista a los prestadores de servicios de San Miguel de Allende, al tratar de responsabilizar de dañar la imagen de la ciudad y los negocios turísticos por el hecho de contar la verdad.
¿Qué podemos esperar de gobiernos a los que no les importa tratar de mejorar su entorno, sino simplemente contar la historia que ellos quieren y buscar el desprestigio de quienes mantienen ópticas diferentes?
Lo que San Miguel Allende y Guanajuato necesitan urgentemente es de gobiernos que trabajen no solo en lo cosmético, lo que significa aplausos, lo que trae reflectores. Eso no basta cuando la realidad se encuentra tan descompuesta y cuando hacen falta esfuerzos titánicos para restablecer la paz, reconstruir las estructuras de seguridad pública y trabajar en la reparación de las grietas sociales.
Nadie ha dicho que eso sea fácil y que se pueda realizar sin el esfuerzo colectivo. Lo pernicioso es que quien debe encabezar, precisamente, dicho esfuerzo, se niegue a reconocer lo evidente y solo se incline por la simulación.
Un gobernante puede elegir si cumple o no cumple con el compromiso que adquirió al resultar electo; incluso puede ser que no lo haga por incapacidad o porque el reto lo supera ampliamente.
Sin embargo, lo que no puede hacer y la sociedad no puede permitirlo, es que además de su indolencia o su impotencia, quiera eliminar la libertad de expresión que es una de las pocas herramientas de las que puede echar mano el ciudadano para enderezar el rumbo.
Los malos gobernantes son un riesgo permanente de la democracia; una prensa libre y critica es el único antídoto que permite mantener ese peligro bajo control.
Hoy en Guanajuato no es tan fácil callar a un periodista, pese al enorme presupuesto que a ello dedican los aparatos de prensa oficiales y a los desplantes de algunos funcionarios. En la solidaridad que ha despertado el intento de Villarreal para intimidar y desprestigiar a Ana Luz Solís y a News San Miguel, se aprecia un músculo sano y un espíritu vigoroso.
Ante el cansancio de los políticos para aceptar la crítica realidad de Guanajuato, genera mucha esperanza esa energía que desprenden los colectivos nacientes a los que la necesidad obliga. No hay mal que por bien no venga.