Cuando se ideó el espacio que hoy es el Parque Metropolitano de León, se conceptualizó como un reservorio natural y se buscó la declaratoria de Área Natural Protegida.
El objetivo se logró y se construyó un espléndido espacio de convivencia armónica con la naturaleza en una ciudad asediada por el crecimiento de las superficies asfaltadas y el déficit de arbolado urbano.

El rescate del vaso de la Presa del Palote para el disfrute de decenas de miles, que a la vuelta de los años se multiplicaron; la adecuación de instalaciones para que público de todas las edades encontrara actividades adecuadas y, sobre todo, el mantenimiento y la preservación del atractivo natural, convirtieron rápidamente al Metropolitano en un lugar de referencia y de identidad para la ciudad de León.
Sin embargo, el espacio no ha estado exento de acechanzas. Hace no mucho a un empresario se le ocurrió construir una cafetería para promocionar sus productos que eran materiales ornamentales de construcción, invadiendo el nivel de aguas máximo ordinario de la presa, lo que por fortuna pudo ser impedido.
Otro empresario aprovechó un resquicio legal para plantear un litigio que intentaba mutilar al parque por deficiencias en la ejecución del decreto expropiatorio que lo creo, el resultado fue un pago millonario para arreglar el litigio, dentro de la mala costumbre de las oficinas públicas para perder todos sus pleitos legales.
Sin embargo, el mayor riesgo que enfrenta el parque proviene no de una amenaza, sino de una oportunidad que se ha salido de control: el éxito y la convocatoria del festival internacional del globo, un evento de corte privado que ha utilizado a placer las instalaciones del espacio público para una actividad lucrativa que le deja pocos beneficios y muchos daños.
En esta edición, más de medio millón de personas ocuparon las instalaciones en torno a la presa. Tan solo en una noche, alrededor de 100 mil asistieron a un concierto pletórico de incidentes donde quedó claro que no se respetaron especificación de protección civil en un afán por maximizar ganancias.
El parque no es una arena de espectáculos, tiene que ser adaptada para soportarles con enorme sufrimiento para la fauna y la flora que son su razón primordial de ser. El servicio ambiental que ya presta debería ser suficiente y un motivo de agradecimiento por parte de la comunidad. Está de más que se le vea como un espacio para generar recursos económicos.
Sin embargo, tampoco entra en la lógica de los organizadores ni de las autoridades limitar el crecimiento de un evento que sin duda es el más exitoso después de la feria de la ciudad para atraer turismo.
Son el tipo de conflictos que revelan las prioridades de una organización y de una comunidad.
¿Prevalecerá el interés de una organización privada que solo busca la utilidad y los bajos costos?
¿O tendrá alguna oportunidad una visión de largo plazo que busque la preservación de un espacio que constituye un solitario oasis en una ciudad tan necesitada de ellos?
En realidad, ni siquiera debería ser un dilema, debería ser la oportunidad de congeniar agendas distintas que no tendrían que ser contrapuestas sino complementarias. Eso si hubiese generosidad, responsabilidad y moderación y una autoridad que defendiera esos valores como guía de la comunidad.