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DÍAS DE GUARDAR Domingo 8 de diciembre de 2019

In Análisis Político, POPLab, Videocolumna on diciembre 8, 2019 at 1:02 pm

* Paro en la UG, crisis de una frívola gestión rectoral 

* Diego deberá aprender: inseguridad, el reclamo que une a todos

* #PrensaSicaria: viejas formas no operan en nuevos contextos

1.- Agripino cosecha los frutos de una gestión despótica

Si alguien ha hecho valer los privilegios de la autonomía universitaria ese es el actual rector general de la Universidad de Guanajuato. No ha sido una autonomía que haga énfasis en la libertad de cátedra y el respeto a la libre expresión, sino que ha sido utilizada para construir un pequeño imperio que no rinde cuentas a nadie.

Se trata, además, de una autonomía sin autarquía, puesto que la Universidad vive de los subsidios que le entregan tanto el gobierno federal como el gobierno del estado. Sin embargo, de esos más de seis mil millones de pesos anuales nadie rinde cuentas: la nómina se engorda, los contratos se reparten a los amigos, las prioridades se invierten: primero el lujo, luego las necesidades. El rector tiene oficina inteligente, pero no dirige la universidad usando ese adjetivo.

En realidad, hoy no hay una estructura universitaria solvente en torno al rector Luis Felipe Guerrero Agripino. Su arribo al poder y su reelección exhibieron una universidad desmovilizada, recuérdese que llegó de nuevo al cargo sin oponente, sin alternativa, sin contraproyecto. Como le pasó al PRI de José López Portillo en 1976 y que permitió a Jesús Reyes Heroles pergeñar la famosa sentencia de “lo que resiste apoya”.

Los estudiantes, esas aves de paso en la Universidad de las que nadie se preocupa, a las que nadie cuida, son quienes han venido a dar la cara por la pluralidad, la riqueza y la universalidad de pensamiento, motivados por algo urgente: salvar su integridad, simple y llanamente, en riesgo por la inseguridad externa y por la violencia intramuros en la institución que debería resguardarlos.

Pocos pueden salir a dar la cara por Agripino. Los rectores de campus no tienen representatividad, pues llegaron bajo pactos y componendas de poder. Los consejos universitarios son tan corporativos como la CTM y la CNC del priismo histórico. La junta directiva incurre en nepotismo, intercambio de favores e influyentismo, nadie haría caso de un llamado suyo.

Por eso, Agripino ha tenido que recurrir a apoyos externos que tampoco se producen. Los egresados se han manifestado a favor de los estudiantes. La carta enviada a la Cámara de la Construcción para solicitar apoyos levantó este comentario entre constructores: “que le pida firmas Eloy Juárez a las empresas que monopolizan las obras de la UG.”

Lo que está haciendo crisis es una estructura corrupta y despótica que invierte decenas de millones de pesos en pagos a medios de comunicación para obtener elogios y disminuir críticas, algo que en medio de la actual crisis ni siquiera ha funcionado por que los estudiantes han sido la noticia día tras día, sin que la rectoría pudiese anticiparse nunca, incluso para los medios cooptados.

Agripino se encuentra contra la pared y su única escapatoria, para medio conservar un margen de dignidad en los cuatro años que le faltan, si sobrevive, es que se ponga realmente a trabajar en lo que importa, que deje de soñar con la gloria de sus presentaciones académicas, por lo demás sustentadas más en el puesto y las dádivas que puede dar que en un real prestigio personal, que abandone la idea de trascendencia política y que se aboque a resolver las múltiples crisis que amenazan a la universidad.

Tendría para empezar que rodearse de mejores asesores y funcionarios más eficientes. Su sueño de ser el nuevo Juan Carlos Romero Hicks y de controlar la Universidad por décadas, ya no será posible.

El núcleo duro agripinista que forman Dolores Gallegos, al Secretaria Particular; Osvaldo Chávez, su marido, ex director de desarrollo estudiantil y hoy de extensión; Benjamín Valdivia, coordinador de asesores y gurú intelectual; Julio César Kala, el amanuense de los textos académicos del rector y gran responsable de esta crisis; y los excompañeros de banca y socios de mil aventuras, Adriana de Santiago, contralora y Mauricio Murillo de la Rosa, abogado general, tiene que se recompuesto radicalmente, pues en buena medida a ellos se debe esta debacle.

A final de cuentas, para eso se llega a un cargo de responsabilidad: para estar a la altura, no para simularlo. Ya vimos lo que pasa, si no.

2.- Sinhue puede aprender en cabeza ajena

Pocas oportunidades tiene un político como la que se encuentra frente a Diego Sinhue Rodríguez Vallejo: apreciar de cerca una crisis de magnitudes no vistas, pero que se centra en un personaje que no es él.

La insistencia de Sinhue de pasar surfeando por encima del tema de la seguridad ha marcado su primer año de gobierno, como la omisión ante la violencia de género marcó el primer periodo del rectorado de Luis Felipe Guerrero Agripino.

Lo que vimos estallar esta semana no fue el efecto de un crimen, sino una presión largamente acumulada y desatendida. Por eso tantas cosas que los políticos no se explican: el tesón, la dureza, la inflexibilidad de los reclamos.

En el tema de la inseguridad andamos por las mismas. La afectación es para las víctimas para su entorno inmediato y, al final, para toda la sociedad.

El rechazo del gobernador a entrar a discutir el tema puede ser una táctica comunicacional mal diseñada por mercadólogos simplones, pero al final del día pasará por desdén, por soberbia, por desatención, por inacción.

Hoy, con una estrategia defectuosa de construcción de imagen, Sinhue puede estar construyendo una profunda crisis no muy lejana, sobre todo si la inseguridad continúa acentuándose como ha sido el caso de este año.

Resolver un caso que a los medios les parece emblemático, en un equivocado diagnóstico que inda más con el amarillismo que con la perspectiva de género, no es la vía para atender la inseguridad. Hay que entrarle al problema de forma integral.

Resulta risible, por ejemplo, que Carlos Zamarripa le haya agradecido al rector Agripino la intervención de criminólogos universitarios para esclarecer el caso de Ana Daniela, cuando es bien sabido que los académicos se regodean en sus “papers” pero en realidad no tienen contacto con la realidad, ni experiencia práctica acumulada.

¿Quieren una prueba más evidente? Ahí está el tema del acoso sexual dentro de las aulas, donde ni los expertos locales ni las contrataciones foráneas de Agripino lograron dar pie con bola.

Aunque, desde luego, parece que aprender en cabeza ajena es la asignatura más difícil que existe.

3.- Tácticas de comunicación dignas del priismo más dinosáurico

Fue una regresión a los setentas del siglo XX. Alguien en el gobierno del estado alentó la publicación de libelos electrónicos para “exhibir” a los presuntos líderes del movimiento estudiantil.

Resulta que para páginas como La Silla Rota Guanajuato o De Ocho News, ambos dirigidos por un comunicador de gran cercanía al grupo cero de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, la noticia no era la inseguridad, el acoso en las aulas, las nutridas manifestaciones o el orden de las protestas, sino la identidad de los líderes de un movimiento que se ha auto caracterizado como transversal y sus vinculaciones políticas.

Pablo César Carrillo ya había dado muestras de su oficialismo a ultranza cuando salió a defender la permanencia de Carlos Zamarripa en la Fiscalía General del Estado por otros nueve años; o cuando su nota en medio de la más nutrida manifestación de estudiantes que se recuerde en Celaya, también a causa de la inseguridad, era la declaración de la cuestionada alcaldesa Elvira Paniagua de que “Celaya debe estar unido”.

Si este periodista sale oficiosamente a quedar bien con el poder, es una decisión personal que deberá afrontar ante sus lectores. Sin embargo, si lo hace porque forma parte de una estrategia de “nado sincronizado” coordinado desde oficinas gubernamentales, allí estamos hablando de una maniobra política que puede implicar recursos públicos.

Significaría que desde el entorno de Sinhue se está viendo la protesta estudiantil como un enemigo y no un aliado en la batalla contra la inseguridad. Significaría que el gobierno mantiene un discurso doble que por con una mano felicita a los jóvenes por su valentía y con la otra los ataca por debajo de la mesa.

Podría ser una grave equivocación del equipo que comanda Alan Sahir Márquez, un comunicador que parecía dueño de mejores prendas que las que exhibía un Enrique Avilés Y lo peor de todo, para nada.

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