Muchos regaños a la población y a los críticos de su deficiente actuación; pero nula autocrítica, pobres respuestas y evidentes contradicciones, evidencian a una Secretaría de Salud más preocupada por su imagen que por la población.
No fue sino hasta que el estado de Guanajuato escaló al lugar número dos como la entidad con mayor numero de casos de dengue y se colocó dentro de los primeros cuatro por incidencia de la tasa por cien mil habitantes, que la Secretaría de Salud inició una campaña de orientación y difusión masiva de mensajes hacia la población, en torno al tema.
Durante casi un mes, la dependencia que dirige Daniel Alberto Díaz Martínez trató de enmascarar la epidemia que ya había presentado picos importantes en los municipios de Juventino Rosas y Celaya. A lo largo de ese mes no hubo ni nebulizaciones como las que hoy vemos a granel, ni mensajes en los medios de comunicación, mucho menos una declaración pública transparente y directa del titular del sector.
Fue cuando estalló la noticia en los medios de comunicación y en las redes sociales, ante la alarma provocada por la incidencia de casos en León, que se convocó a reuniones de alto nivel para abordar lo que ya amenazaba con ser un fenómeno epidémico y se dieron las primeras informaciones oficiales reconociendo la situación.
Sin embargo, todavía en ese momento, abundaban las reticencias para enfrentar el problema con fuerza. Se cayó en lo que ya parece costumbre en este gobierno: responsabilizar a otros y evadir las propias omisiones.
En una rueda de prensa encabezada por Díaz Martínez especialistas de otras ramas de la medicina y no de la epidemiología, enderezaron críticas a los ciudadanos por no “descacharrizar” sus viviendas; se quejaron de la falta de colaboración de los municipios y nos asestaron la resignada filosofía de que “debíamos acostumbrarnos al dengue”.
Nada dijeron, en cambio de la disminución del presupuesto destinado a las medidas de combate y prevención de los padecimientos transmitidos por vectores, el cual se redujo de cifras que rondaban los 100 millones de pesos anuales a solo 30 millones en 2017.
No se entiende una estrategia donde debamos “acostumbrarnos a vivir con dengue” para poder empezar a instrumentar medidas preventivas por parte de la población. Es decir, aprender a golpes como aconsejaba la vieja pedagogía, esa a la que parecen tan afectos los gobiernos panistas.
Si los especialistas que hoy nos resultan tan doctos y tan descalificadores de las opiniones que le reclaman al sector salud más acción y más presencia, ya sabían que iba a pasar lo que está ocurriendo, ¿porqué empezar las políticas de difusión hasta que la enfermedad se comenzó a manifestar?
Lo más creíble es que al sector salud de Guanajuato, como al resto de la población, el brote de dengue les tomó de sorpresa y toda su docta sapiencia amenaza con quedar en ridículo, por lo que no les queda de otra que responsabilizar en lugar de asumir sus falencias y omisiones.
Resulta una actitud poco científica, poco ética y muy burocrática, razón por la que he señalado en polémicas de redes sociales con estos mismos funcionarios, que las opiniones de los médicos que escalan políticamente, resultan muy poco confiables.
Por otra parte, resulta por demás equívoco que se afirme en las ruedas de prensa que las nebulizaciones son poco efectivas contra lo que piensa la población, pero que a los pocos días, el Secretario de Salud pose para las fotos supervisando personalmente los equipos nebulizadores, entonces ¿en qué quedamos?
O que se asegure que debemos “acostumbrarnos al dengue”, pero que apenas nos enteremos en comunicados de prensa que se ha intensificado la capacitación a empleados del sector salud para que identifiquen a enfermes de dengue, la pregunta sería ¿hasta ahora?
En síntesis la desconfianza hacia esta actitud es la misma que se tendría ante un médico que cambie de opinión varias veces frente al paciente y que termine por darle la razón a este simplemente para quitarse de problemas y mejorar su imagen pública.
El sector salud de Guanajuato, encabezado por la Secretaría estatal, no pasa por buen momento. La compra de medicamentos caros y los procedimientos opacos para fijar el costo de distribución, aunque sea operado por la Secretaría de Finanzas, han empañado la imagen de un área médica que se muestra sumisa e ineficiente.
Las colas y las esperas de pacientes para ser atendidos en el Seguro Popular, es el pan de cada día. Las clínicas sin médicos por semanas, como ocurrió en Santiago de Cuenda, la comunidad donde ocurrió uno de los primeros brotes de dengue, constituyen otra mancha. Finalmente, las quejas ante derechos humanos por servicios deficientes o negligentes llegan a superar, en algunos momentos, las que se presentan contra las policías municipales.
Si a ello se agrega la situación de colocar a Guanajuato como una entidad en las mismas condiciones que los estados de clima tropical en materia de enfermedades transmisibles por mosquitos, la situación se complica. Aseguran que debemos acostumbrarnos, entonces porque no ocurre lo mismo en Querétaro o Jalisco, entidades de clima similar al nuestro.
Algo muy serio está ocurriendo en el sector Salud de Guanajuato y no es cosa de linchar a los críticos o descalificarlos para que se solucione. A fin de cuentas, hay algo que se llama método científico, que rinde resultados cuando se aplica sin corromperlo con los males añejos de la burocracia. ¿Podrán hacerlo?