Una conspiración de burócratas y empresarios patrimonialistas acabó con el crecimiento de un proyecto consistente de diulgación y disfrute de las mejores expresiones culturales. Más que lamentarlo, procede agradecer lo que tuvimos e inconformarse si hay un regreso a la mediocridad.
Una ópera que exalta la libertad, la sensualidad y los caprichos del destino que culminan en forma trágica, será la que cierre el exitoso ciclo del primer director del teatro del Bicentenario de León, victima de esta conspiración de funcionarios inconsultos y consejeros empresariales a los que no les gusta, precisamente, el ejercicio de la libertad creativa.
El despido atrabiliario, injurioso y hostil de Alonso Escalante, motivado en buena medida por el aprecio que le mostro el púbico del Bicentenario y la indignación con lo que trascendió como una decisión injusta e inexplicable, además de inexplicada, motivó una reacción no vista en el mundo cultural de Guanajuato, por lo menos en épocas recientes.
La “arrogancia” de Escalante, frase con la que se quiso calificar la defensa de su autonomía para generar una programación que tuvo su mejor muestra de éxito en la respuesta de la comunidad consumidora de arte, tendrá un justo homenaje en los desplantes de la Carmen que escenificará la próxima semana la mezzosoprano Alessandra Volpe.
Después de Carmen, lo que preocupa es qué ocurrirá con el Teatro del Bicentenario, bajo la batuta del invasivo, caótico y caprichoso director del Fórum Cultural, Arturo Joel Padilla, quien no obstante la debacle que causó a la imagen del consejo directivo de la institución e incluso al propio gobierno del estado, allí sigue tan campante gastando el dinero de los contribuyentes para ocultar sus errores.
Por ejemplo, resulta un monumento a la opacidad al no hacer público el contrato otorgado al crítico y periodista Gerardo Kleinburg para hacerse cargo por tres semanas de una especie de comisariado artístico para supervisar el trabajo del equipo que prácticamente tenía terminada la producción de Carmen.
Para conocer el monto de ese gasto innecesario que solo sirve para darle seguridades a Padilla, será necesario recurrir al mecanismo de acceso a la información. El “lugar de encuentros” que era el Fórum hoy parece un campo de concentración.
¿Qué va a pasar en el Teatro después del desmantelamiento del equipo formado, fogueado y coordinado en forma inmejorable por Escalante? Difícil saberlo, sobre todo si sigue al frente del Fórum Arturo Joel Padilla con una actitud cada vez más paranoica y controladora.
La renuncia de un elemento como Juan Ignacio Martín Yamín, responsable del área de promoción y vinculación del teatro, quien se va por el hostigamiento sufrido desde las mismas oficinas del Secretario Particular de Miguel Márquez, Ricardo Narváez, es emblemática de la magnitud de la intriga burocrática.
Narváez, perseguido por los señalamientos de que le ha dado trabajo en el gobierno a toda su familia nuclear, lo que ha sido exhibido en varios medios, no se resistió a una pequeña venganza y trató de hacer evidente la relación filial del colaborador de Escalante con el secretario de Finanzas del estado.
De lo que no se hicieron cargo es que Martín Yamín ya trabajaba en el teatro cuando su padre llegó a la Secretaría de Finanzas de Miguel Márquez, lo que no es el caso en los otros nepotismos que abundan en este gobierno.
La persecución, el nivel de intriga, la innecesaria denostación pública del trabajo de Alonso Escalante y su equipo, actitudes permitidas por Márquez y sus colaboradores más cercanos, todo habla de la gran ofensa que le producía la buena marcha del Teatro del Bicentenario a la mediocridad rampante en el gobierno y a la miopía del consejo empresarial al que se la ha otorgado el Fórum casi en propiedad.
Esa circunstancia deja en claro que no habrá más movimientos de momento en el Fórum Cultural. Arturo Joel Padilla no se irá, como sería deseable a causa de su escasa habilidad para gestionar la buena marcha del complejo cultural y su torpeza para operar la salida de Escalante. Y no se irá, sobre todo, porque su nivel de gestor cultural es justo el que le conviene al gobierno y al consejo del Fórum para no correr el riesgo de la libertad creativa.
Así acabará este gobierno en relación a la política cultural, la cual apenas es considerada como un insumo para el ramplón espejismo turístico que está montado sobre pies de barro.
Con orquestas juveniles entrampadas por intrigas y ceses atrabiliarios (también), con bandas de viento que solo aportan color local, con museos que exaltan los valores del porfiriato, el sexenio cultural de Márquez acaba de cercenar su único momento brillante por una intriga cortesana que prosperó ante la ignorancia, o el desprecio, de los altos niveles gubernamentales en torno al fenómeno que venía aconteciendo con el Teatro del Bicentenario y su programación.
Carmen, así, parece una metáfora: la libertad muere apuñalada por los celos y el complejo de inferioridad de ese machismo rampante del que el PAN suele hacer gala y enorgullecerse.
Vayamos a disfrutar Carmen al Bicentenario, será un magnífico espectáculo y no sabemos cuando pueda repetirse. Y sí, con esos 7 años de excelente programación escénica, sin duda que en Guanajuato #Alonsosequeda. Y por ello, gracias.