Un secretario abúlico y tres subsecretarios aislados y confrontados, dejan a Desarrollo Económico del Estado como una dependencia inerme frente al reto de los próximos meses.
Durante una década, Héctor López Santillana dirigió la etapa más exitosa de la política económica de Guanajuato y quizá la mejor de una entidad federativa en México. Fue el momento de la consolidación del clúster automotriz y de la modificación del perfil industrial de Guanajuato.
No fue solo su mérito pues, antes que él, otras administraciones habían dado pasos decisivos para el despegue de lo que hoy por hoy es la mayor historia de éxito en el menor tiempo, en la historia económica reciente.
Sin embargo, una de las etapas más grises en esa historia fue la que encabezó Guillermo Romero Pacheco, en la primera parte del gobierno de Juan Carlos Romero Hicks. El economista leonés debió dejar su lugar a Luis Ernesto Ayala, ante la lentitud con la que avanzaba el desarrollo de Guanajuato Puerto Interior, pese el apoyo que se otorgaba desde el gobierno federal de Vicente Fox.
Romero Pacheco no se fue a su casa, pues aceptó ser desplazado a un cargo de menor jerarquía, la dirección general de la Coordinadora de Fomento al Comercio Exterior, donde concluyó el sexenio.
En el gobierno de Juan Manuel Oliva emprendió aventuras tan descabelladas como la de ser candidato a diputado por el partido Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano, con un resultado para el olvido. Posteriormente, fue rescatado por Vicente Fox, ya como expresidente, como funcionario del santuario de la nostalgia que es el Rancho San Cristóbal.
De regreso a la política panista, Guillermo Romero sumó otro fracaso a su historial al asumir la coordinación de la campaña de Miguel Salim a la presidencia municipal, el primer candidato derrotado del PAN en León desde 1988.
Sin embargo, esa tarea de sacrificio fue suficiente para que Miguel Márquez rescatara a Romero como director del Cofoce, otra vez, después como subsecretario en Desarrollo Económico y, finalmente, al hacerlo el sucesor de López Santillana cuando este sale a recuperar la alcaldía leonesa en cuya pérdida había participado su relevo.
Al nuevo titular le tocó la culminación del proceso de compra de las 600 hectáreas de Toyota. O, mejor dicho, le tocó figurar al frente de la secretaría mientras su subsecretario Franco Herrera se encargaba de la tarea por línea directa con el secretario particular de Márquez, Ricardo Narváez, por cierto, con pésimos resultados.
Todas esas anécdotas, ya en el pasado, solo dejan claro que si alguien puede hacer frente al reto de redirigir la política económica de Guanajuato ante el desafío planteado en la era Trump, ese definitivamente no va a ser Guillermo Romero Pacheco, si nos atenemos a su desempeño de los últimos años.
Por lo pronto, la Secretaría de Desarrollo Económico vive una verdadera balcanización entre sus tres subsecretarios, pese a que dos de ellos, Franco Herrera y Alberto García, provienen del mismo equipo que tuvo origen en el financiero de la campaña marquista, el compadre incomodo Rafael Barba Vargas. El tercero, José Manuel Casanueva, cercano a Márquez, se ahoga en el aislamiento.
Le quedan 20 meses a la administración marquista, los cuales se desarrollarán en un contexto difícil en lo económico y lo político. Navegar por ellos con una oficina de desarrollo económico sin brújula y dirigida desde la abulia y el temor, será un suicidio.