Unos son los cambios que el gobernador está rumiando, otros muy distintos los que le permitirían relanzar a su gobierno.
Al gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez Márquez, no le gustan los cambios como fórmula de reactivación de su gobierno.
Los pocos cambios que el mandatario ha hecho en el primer nivel de su gabinete tuvieron razones electorales en 2015. Por lo demás, eficientes o pachorrudos, sus compañeros de andanzas continúan siendo los mismos, desde el arranque del gobierno en 2012.
Éctor Jaime Ramírez Barba debió dejar la Secretaría de Desarrollo Social para ir a buscar una diputación, que logró y convertirse en el coordinador de la bancada panista en el Congreso local, desde donde quiere volver a trascender electoralmente en 2018.
Su relevo, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, llegó al cargo como compensación tras haber perdido en la mesa de la negociación la candidatura a la alcaldía de León, hacia donde era impulsado por el mismo Miguel Márquez. Ese camino parece repetirse ahora, pero con la vista puesta en la candidatura a gobernador.
La conversión de Héctor López Santillana en candidato a la alcaldía de León por el PAN, propició el cambio en la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable, la cual quedó en manos de Guillermo Romero Pacheco, quien ya lo había sido en la primera mitad del gobierno de Juan Carlos Romero, dejándola a la postre por su bajo rendimiento, lo que parece repetirse hoy.
Dos cambios han ocurrido en el área de staff del gobernador: el secretario particular, Christian Cruz, se separó para buscar una diputación plurinominal que no se dio; para suplirlo se ascendió al secretario ejecutivo, Ricardo Narváez. Finalmente, hace pocos meses Márquez sustituyó a su coordinador de Comunicación, Juan Aguilera, por Enrique Avilés, un movimiento que busca mayor proyección nacional del mandatario guanajuatense.
Si se aprecia, Márquez no ha realizado cambios para enfrentar crisis, en realidad porque hasta ahora no las ha tenido. La falta de resultados en áreas como Gobierno, Transparencia y Salud, se tolera estoicamente.
Tampoco se ha utilizado el expediente de los cambios para relanzar áreas del gobierno, como la obra pública, la política agropecuaria y alimentaria. Cuando mucho se dividió a la Secretaría de Educación para crear un área de innovación a la que se le ha destinado un presupuesto raquítico.
Márquez también despidió al titular de su Instituto de Planeación, Horacio Guerrero, castigando más ciertas insubordinaciones burocráticas que la absoluta falta de resultados de una instancia que debería ser básica para un gobierno que no quiere improvisar. El área fue atraída al círculo interno del marquismo al colocar en ella a Enrique Ayala, excoordinador de Políticas Públicas, área que desparece y se subsume al Iplaneg.
De modo que nada hace esperar que Miguel Márquez vaya a realizar cambios que busquen reorientar políticas, sancionar incumplimientos o salvar crisis como la de seguridad.
En cambio, si es posible que algunos de los relevos que está barajando el titular del Ejecutivo, con una parsimonia que tiene con los nervios de punta a todo el gabinete, tengan que ver con sus “estrategias” de cara a su propia sucesión y a la administración del accionar panista en 2018, que con temas prioritarios de la gobernanza local.
Así, el fuerte rumor de que ahora si se va el Secretario de Desarrollo Agroalimentario, Javier Usabiaga, tiene que ver más con el desempeño preelectoral y electoral de los programas del campo que con los resultados que ha obtenido o dejado de obtener el empresario celayense.
El otro cambio que se especula fuertemente, el del Secretario de Finanzas, Inversión y Administración, Juan Ignacio Martín Solís, tendría razones personales del funcionario, peor también podría significar un deslinde con el exgobernador Carlos Medina Plascencia, hoy de nuevo activo en la política panista, de cara a las decisiones de 2018.
Mientras tanto áreas del gobierno donde el trabajo de sus titulares es absolutamente improductivo, como Gobierno y Transparencia; u otras donde se observa un agotamiento de las fórmulas, como en Seguridad y Obra Pública, es altamente improbable esperar cambios.
Se trata de un estilo personal de gobernar que tendrá consecuencias, pero que hoy por hoy es inmodificable.