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Álvar se enoja con la persona equivocada

In Botepronto on noviembre 5, 2015 at 3:47 am

Queriendo confundir entre índices e incidencia, apelando al viejo recurso de las estadísticas, negándose a responder, el secretario de Seguridad evidencia lo innegable: algo no marcha bien en su área.

Mientras más desprestigio acumulan los políticos y los funcionarios públicos, más parecen aumentar su prepotencia y su alejamiento de la realidad. Ese camino no puede conducirlos a nada bueno a ellos, pero, lamentablemente, tampoco a nosotros los ciudadanos.

En una rueda de prensa, de las muy escasas que dan fuera de aquellas donde presumen capturas espectaculares de las que nunca se tiene seguimiento hasta el fin del proceso penal, Carlos Zamarripa y Álvar Cabeza de Vaca (ambos gustan de presentarse como un tándem), se negaron a dar su visión del incremento de homicidios dolosos que se ha presentado en los últimos meses en Guanajuato.

Todos los indicadores conocidos apuntan a una sola conclusión: Guanajuato se ha deslizado en una pendiente de mayor violencia criminal, La comparación no es contra otras entidades sino contra nosotros mismos. Los homicidios de 2015 y los que tienen tinte de ejecución serán superiores a los de 2014. Tan solo a octubre ya se ha alcanzado la cifra del año pasado.

Ese es un dato duro, un hecho, una cifra inocultable. El propio gobernador del Estado, Miguel Márquez, lo ha reconocido y le ha motivado para una interpretación un tanto cuanto folclórica: que en Guanajuato somos proclives a la violencia criminal por razones “culturales”, citando para ello al clásico José Alfredo Jiménez.

Sin embargo, sabedor de que no es un experto en el tema, el mandatario remitió a los medios con el secretario de Seguridad. Cabeza de Vaca es un funcionario con fama de experto en temas de seguridad sin ser necesariamente un policía. Sintetizando, se podría definir como un técnico, más que un rudo.

No obstante, algo en los últimos tiempos le ha ido cambiando esa orientación. No sabemos si se trata de su creciente identificación con Carlos Zamarripa, un policía más endurecido que ha dirigido cuerpos de élite; o si lo que le ha agriado el carácter es la falta de resultados, no obstante el apoyo incondicional que le ha otorgado Miguel Márquez.

Lo cierto es que, lejos de dar explicaciones, de argumentar razones, de mandar mensajes claros a ciudadanos maduros e inteligentes, Cabeza de Vaca se cierra en un discurso triunfalista, autocomplaciente e insostenible, que cada día desmienten los hechos.

Para tratar de verse más rudo, el secretario de Seguridad marquista, a quien su jefe le pidió expresamente dar explicaciones, termina portándose grosero y hostil con los reporteros, como si nos hiciera el favor de atender impertinencias y no inquietudes en la mente de muchos ciudadanos.

¿Qué le pasó a aquel atento funcionario policial del municipio de León? ¿Llegó a su nivel de incompetencia o simplemente está nervioso? ¿Porqué un secretario de despacho elige subordinarse servilmente a uno de sus homólogos como lo hace Cabeza de Vaca con Carlos Zamarripa, al mismo tiempo que se envalentona frente a los interrogantes de los medios?

¿Quiere el secretario de Seguridad que le tengamos miedo o que le tengamos confianza? ¿Quiere evitar las preguntas incómodas? Debe saber que esas vienen junto con el cheque que recibe cada quincena y si no le gusta dar explicaciones, tiene una salida: dedicarse a otra cosa.

Más inteligente, menos frontal, el procurador Zamarripa, quien también debería atender preguntas sobre las consecuencias procesales del auge delictivo, se mantiene reservado y deja que sea su escudero quien salga a dar la pelea.

La pregunta que queda es si esta subordinación, que no coordinación, de la Secretaría de Seguridad hacia la Procuraduría de Justicia, está resultando mejor que el viejo ambiente de discordia y falta de coordinación.

Por los resultados, parece que no, aunque el secretario Álvar le quiera enmendar la plana a Pitágoras para convencernos de que más homicidios equivalen a mejor seguridad.

  1. En el caso del titular de la PGJ de Gto, que no duda en informar de las “espectaculares” detenciones que hacen de células delictivas, etc., debe informar QUÉ FIN TUVO dicha detención…si fueron sentenciados finalmente o no…En el caso de Lic. Alvar, parece ser parte de ese poder fáctico que en León hace y deshace, quita y pone…producto de algun tipo de “formación de cuadros” que incrustan en determinados puestos y ahí siguen, sirviendo a dicho poder…que no a la ciudadanía, pretexto por el cual ahí los pusieron. No acepta ningún tipo de señalamiento a su “trabajo”, es arrogante, caprichoso, soberbio, nunca se ha bajado de su nube, por lo tanto no sabe lo que es “pecho tierra”…pareciera que trabaja solamente para la clase social economicamente alta de la localidad y desde hace rato, del Estado… es de notarse el altísimo grado de tolerancia que líderes empresariales como Gustavo Guraieb le tienen y que sólo atinan a darle palmaditas léxicas para referirse al desempeño laboral del experto en seguridad, el señor Don Alvar. En un equipo de futbol, si no funciona, cambian al entrenador…en política, primero corren a cientos de policías y demás, pero la Cabeza sigue perenne. No se qué tanta culpa tenga Alvar como funcionario o qué tanta sea la culpa del “sistema” y por ende de ese “poder fáctico” (¿la iglesia?) que domina el Estado. Porque me queda claro que pueden destituir a Alvar como Secretario de Seguridad Estatal, pero si el que llegue seguirá con las mismas prácticas o deficiencias…esto no tiene sentido. No se trata de que rueden cabezas así como así…siempre el fin es buscar una solución a los problemas que aquejan (en este caso) al Estado.

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