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Por qué Juan Ignacio Martín es inamovible

In Botepronto on agosto 18, 2015 at 3:47 am

Una rudeza financiera y de modales, que protege al gobernador; acuerdos productivos con el “Gallo” Barba; y su alianza histórica con Carlos Medina, blindan al tesorero.

Si los hombres cercanos al gobernador Miguel Márquez, los que se dicen sus operadores y que a menudo se convierten en simples filtradores de información estratégica acorde a sus propios intereses, realizaran una encuesta objetiva dentro del gabinete, el primer cambio de secretario debería ser, indiscutiblemente, el del tesorero Juan Ignacio Martín Solís.

El caso Juan Ignacio solo puede equipararse al caso Raúl Almada en la la última administración priista de Guanajuato antes de la era panista, la de Rafael Corrales Ayala.

Prepotente, altanero, dueño de la verdad, desdeñoso de las opiniones de los demás secretarios, burlón, sabedor de que ostenta más poder que sus homólogos, instrumento privilegiado del propio gobernador para dar y quitar favores, el contador público leonés es casi un clon de aquel contador público sinaloense que terminó su paso por la política de Guanajuato estrenando una celda del Cereso capitalino, por obra y gracia de Carlos Medina Plascencia.

No es que se le augure nada similar a Martín Solís, pero sin duda la pulcritud de que ha hecho gala en toda su vida profesional está seriamente cuestionada en su actual encargo por su cercanía con un personaje del que se seguirá oyendo hablar en los próximos años: Rafael Barba Vargas, el compadre oscuro del gobernador Márquez que aparece en muchos negocios entre particulares y oficinas del gobierno.

El Juan Ignacio Martín de hace algunos años difícilmente hubiera transigido con un influyente, por muy cercano que fuera al gobernador, para colocar a un sobrino sin oficio ni beneficio en su cuerpo de “asesores”. La gran pregunta es ¿en qué podía asesorar Alfonso Salvador Aceves Barba, encargado de sistemas de sonido en la campaña de Márquez, al ínclito Secretario de Finanzas del estado?

Pues lo hizo y seguro lo hizo bien, porque Ponchito, como lo conocen sus amigos, ya fue promovido, como lo consigna la página de transparencia estatal, del oscuro puesto de asesor al de director de carreteras estatales de cuota, sin tener una gran experiencia y mucho menos un perfil adecuado. Su antecesor, José Rivera Carranza, por lo menos había pasado por la presidencia municipal de Celaya, que ya es algo, además de tener el mérito de ser un operador político panista.

¿Es posible que un ciudadano cualquiera, que no contara con padrinos poderosos, pudiera haber hecho una carrera meteórica bajo la órdenes del puntilloso y exigente jefe que es Martín Solís? Es de dudarse.

Entonces son varias las razones que hacen casi imposible que se produzca un eclipse de poder para el tesorero de Guanajuato: en primer lugar, el papel de halcón de las decisiones financieras, que nadie podría hacer como él, mediante el cual le quita presiones al gobernador; en segundo, el pacto secreto con el compadre incómodo, reflejado en la protección a su consanguíneo; finalmente, pero no lo menos importante, su adscripción al grupo político de Carlos Medina, quien sigue teniendo un ascendiente sobre Márquez ya repuesto del bache en el que cayó recientemente por su protagonismo en la campaña de Léon.

Así que el resto del gabinete, los actuales y los que lleguen, deberán de seguir soportando los desplantes, el mal humor y los descontones, anímicos y financieros, de parte del poderoso funcionario que esta vez agrega a su tradicional rigidez una vena pragmática que no se le conocía en el pasado. ¿Será que en la vejez, viruelas?

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