La elección intermedia es la gran oportunidad de un gobernador para consolidar a su equipo, para propiciar salidas de algunos de sus colaboradores que no han funcionado y para construir un congreso y una formación de alcaldes que, en la medida de lo posible, contribuya a cerrar el sexenio con el mayor margen de maniobra posible.
Incluso, la elección a la mitad del sexenio se convierte en un poderoso instrumento para perfilar la sucesión, para armar los escenarios en los que podrá moverse el relevo sexenal, desde la óptica del partido que gobierna y del mandatario en turno.
Miguel Márquez sabe eso, después de haber vivido de cerca dos sucesiones: la de Juan Carlos Romero Hicks, cuando ocupaba la secretaría general del PAN bajo la presidencia de Fernando Torres Graciano; y la de Juan Manuel Oliva, de donde salió candidato después de haber transitado de la inocua secretaría de la Gestión Pública a la más lucidora de Desarrollo Social.
El gobernador Márquez se ha casado a últimas fechas con un discurso de no intervención en las decisiones de su partido, una posición políticamente correcta que a menudo solo esconde el método particular con el que se ha elegido participar en la construcción de los consensos internos en el PAN.
Sin embargo, la misma mesa política que viene funcionando desde el gobierno de Romero Hicks, construida en su momento por el político que más ha tenido que ver con la larga hegemonía en Guanajuato de un solo grupo: Juan Manuel Oliva, sigue en funcionamiento hasta la fecha, con algunos actores políticos nuevos.
Básicamente, se trata de Miguel Márquez, Fernando Torres Graciano, el propio Oliva, más el actual dirigente panista Gerardo Trujillo y el secretario de Desarrollo Social, Éctor Jaime Ramírez Barba. Allí se han definido las rutas críticas, allí se tomarán las decisiones.
Sin embargo, en esta ocasión hay un ingrediente adicional. Con el pretexto o la justificación de construir candidaturas creíbles, que permeen en la sociedad y que eviten el monopolio de las hegemonías partidistas, se ha propuesto un novedoso método, que está llamado a dar mucho de qué hablar.
Bajo los auspicios de una firma de relaciones públicas que ha venido asesorando al gobierno estatal, Zimat / Golin Harris, de la que es responsable su fundadora Martha Matilde Mejía Montes, Miguel Márquez ha sugerido al comité estatal del PAN que todos los candidatos de las principales ciudades del estado surjan de un proceso de selección que busque los mejores perfiles y que será aplicado por esa empresa.
Zimat ya ha tenido antecedentes en el gobierno estatal, asesorando a Márquez en las recientes crisis derivadas de los cuestionamientos por la falta de políticas sobre derechos de las mujeres. De la empresa de Mejía Montes, una egresada de la Universidad Iberoamericana con posgrado en La Sorbona, surgieron las decisiones de firmar un convenio de entendimiento con la ONU y también la de tomar un seminario en el tema con la activista Marta Lamas.
Aunque se trata de consejos que serían de lo más elemental y políticamente correctos en cualquier otro lugar, en Guanajuato ambas sugerencias no han logrado convencer a las organizaciones críticas del desempeño del gobierno marquista, pero si despertaron una reacción de los sectores de ultraderecha, tan cercanos al grupo panista en el poder.
Sin embargo, lejos de disminuir, la influencia de Martha Mejía en el gobierno de Miguel Márquez ha continuado y se ha acrecentado, a grado tal que su firma será la responsable del proceso de selección que elegirá a los candidatos del PAN por lo menos en las principales ciudades del estado, incluyendo León.
El método diseñado por Mejía consiste en una ruta crítica firmada por varias aduanas. la primera de ellas consiste en una encuesta abierta a todo el universo de electores, para lo cual se contrataron empresas de la ciudad de México. Es a causa de ello que se ha desatado la fiebre propagandística entre los aspirantes, como puede verse señaladamente en León.
La segunda prueba consiste en un grupo de enfoque que revisará los puntos fuertes y débiles de cada uno de los precandidatos, de cara a los retos de las ciudades que buscan gobernar. En tercer lugar habrá un examen de aptitudes objetivas para el desempeño del gobierno, sin que se sepa quienes serán los sinodales. Finalmente, el desempeño de los aspirantes frente a los medios de comunicación, a través de escenarios simulados, será otro elemento a tomar en cuenta.
Hasta aquí parece un método “químicamente puro”, con pretensiones de resolver el viejo dilema de la política como arte o como ciencia.. De la mano de la consultora Martha Mejía, parece que el gobernador Márquez está listo para resolver un problema que le quebró la cabeza a teóricos de la política como Aristóteles, Maquiavelo o Max Weber: ¿cómo debe ser y qué debe hacer un político?
Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas. El PAN es hoy un partido político cruzado por intereses, pero también conformado por militantes que ha creado derechos a lo largo de años de trabajo. Convencer a esos militantes de que vayan asambleas que tendrán un exclusivo carácter convalidador, después de que los candidatos hayan sido seleccionados por un método que no ha sido público ni transparente, pero tampoco validado por ninguno de los órganos partidistas, puede suponer descalabros graves.
Por lo pronto, quien asume la responsabilidad entera de la ruta a seguir es el dirigente panista Gerardo Trujillo, que ha dado su pleno aval a ese procedimiento.
Queda, además otra duda que puede llegar a convertirse en un asunto muy delicado. La publirrelacionista y comunicadora Martha Mejía, quien no presenta en su currículo experiencias previas de mercadeo político o asesoría electoral, llegó a la órbita de Miguel Márquez impulsada por Rafael Barba Vargas, el compadre del gobernador quien después de un notable protagonismo en el primer año del sexenio, ha desaparecido del escenario, pero mantiene su influencia .
La gran duda que empezará a asomar es si en los resultados que ofrece el método Zimat no habrá mano negra paz beneficiar a los candidatos que estén en buenos términos con el Gallo Barba, mientras les va mal a quienes se han mostrado como sus malquerientes. Así, ese recurso pretendidamente objetivo no estaría ocultando más que una burda maniobra.
Miguel Márquez, al negarse a tomar decisiones y a utilizar los instrumentos tradicionales a su alcance, sustituyendo los recursos de la política con un método aparentemente “neutro”, estaría, de todos modos, tomando decisiones.
Lo más probable, empero es que, al final del día, el gobernador Márquez junto con su círculo cercano de asesores políticos tendrá que llegar a la misma penosa conclusión a la que han arribado tantos hombres brillantes en el pasado: que la política, como actividad eminentemente humana, es el reino absoluto de la subjetividad.
Lo único preocupante es que lo aprendan después de haber echado a perder la última oportunidad de generar los consensos internos de los que tan urgido está su gobierno.