Cuando la polémica por la insuficiencia de las políticas públicas de Guanajuato relativas a la protección a las mujeres culminaba su sexta semana de presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales, la alcaldesa de León, Bárbara Botello, considero pertinente incorporarse al debate.
Hay sólo dos alcaldesas en el estado de Guanajuato: en León y Pueblo Nuevo. Una es del PRI y otra del Panal, Bárbara Botello y Adriana Solórzano. En el gabinete de la priista leonesa, las mujeres brillan por su ausencia, sólo aparece la directora del Instituto Municipal de la Mujer, Graciela Nieto, por cierto una acreditada activista de los derechos de las mujeres que sufrió represión laboral en los gobiernos panistas.
Por eso, se extrañaba la presencia en el tema que más insistentemente ha ocupado espacios en los medios durante el último mes, de esas mujeres que dirigen a sus comunidades después de haber dado batallas electorales muy relevantes.
Botello, particularmente, tiene una historia que contar. Como diputada se involucró de manera decisiva en casos como el de una empleada de la Secretaría Particular del gobernador Juan Manuel Oliva, que denunció hostigamiento laboral derivado de un acoso sexual del funcionario panista Carlos Robles, lográndose el despido de este personaje.
Además, como alcaldesa de la ciudad más importante del Estado, la de mayor población y también donde se registran el mayor número de muertes de mujeres, Bárbara Botello incluso se tardó en aparecer en el debate.
Lo hizo de una manera proactiva, apoyando una iniciativa de reforma legal impulsada por la regidora del PVEM Beatriz Manrique Guevara, que busca abrogar los mecanismos de conciliación que aún contemplan marcos legales como el del Código de Procedimientos Penales de Guanajuato.
No se dijo, pero debería intervenirse también en la olivista Ley para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia, donde privan los criterios panistas de anteponer la defensa de la familia a la integridad de las mujeres, privilegiando la conciliación en los casos de violencia intrafamiliar.
La presencia de Bárbara Botello en el debate de género, algo que por mínima congruencia debe hacer para significarse de cara a sus ambiciones políticas, puede derivar en varios escenarios.
Uno de ellos iría en el sentido de comprometerse en serio y sin ambages con el tema, lo que implicaría no solo acciones para evidenciar a sus adversarios panistas, sino medidas sustanciales en su propio campo de influencia.
Por ejemplo, no solo basta una política de respeto a la equidad y con perspectiva de género, algo que mucha falta el hace a la administración municipal barbarista, sino también avanzar en temas como el de la tolerancia y el respeto a la libertad de expresión.
No casa mucho una fachada pública de compromiso con las políticas de equidad de género en tanto se ejerce la censura y se despide a funcionarios que externan la más mínima crítica, como ocurrió con el director administrativo de Economía, Juan Pablo Álvarez Guedea, cesado por un tuit; o a un funcionario al que se le responsabiliza de una crítica a la alcaldesa, como le pasó a Lisette Ahedo, en Cultura.
Bárbara Botello aportaría mucho a una elevación de la política de Guanajuato si se obliga a la congruencia, si se hace conciente de que distinguirse de la mediocridad política que nos rodea pasa primero por convertir las palabras en actos y las promesas en realidades.
De lo contrario, subirse de manera oportunista a un debate que la sociedad ha impulsado frente a la resistencia de los políticos, principalmente los panistas, no le dará muchos puntos y sí, en cambio, acabará por evidenciar su oportunismo.
Cada vez es más difícil para quienes ostentan responsabilidades públicas, gracias sobre todo a una sociedad más alerta, ser candil de la calle y oscuridad de la casa.