Tras el zipizape de la conmemoración de los 20 años de gobiernos panistas, originado al convertir el evento en una competencia de cargadas entre los precandidatos Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero, siguieron confrontaciones entre panistas y oposición en los informes de gobierno municipales: la temporada se avecina caliente.
Ningún gobierno, de cualquier signo político y en cualquier país del mundo, es ajeno a la tentación de buscar influir en la siguiente elección: mantener la continuidad, colocar un delfín, reelegirse donde es posible. Sin embargo, la manera más evolucionada de lograr objetivos políticos en una democracia es la que tiene que ver con hacer un buen gobierno y recibir una buena calificación de parte de los ciudadanos.
Hoy, en Guanajuato, observamos que el “sistema PAN”, como se autodenominaron este fin de semana los liderazgos de Acción Nacional, incluyendo gobernantes, ex gobernantes, líderes formales y aspirantes, se ha montado en una abierta militancia que busca privilegiar la operación política por encima de los resultados que ofrecen como servidores públicos.
Hemos dicho aquí que, no obstante algunos tropiezos y su confrontación con cierta prensa, Juan Manuel Oliva es poseedor de un capital político apreciable a causa, sobre todo, de sus resultados en materia de captación de inversiones y su política de fomento educativo, principalmente en el nivel superior y medio superior.
La atracción de casi doscientos empresas, entre confirmadas y comprometidas, y el amarre de más de seis mil quinientos millones de dólares de inversión, con efectos en el empleo y la creación de una infraestructura productiva que cambiará el rostro de la entidad, es un logro que no puede presumir ningún gobierno anterior en Guanajuato.
Lo mismo ocurre con la creación de un sistema de bachillerato y universidades, donde están engarzados, como sus mayores joyas, los primeros campus en provincia del IPN y la UNAM que imparten licenciaturas.
Con ese bagaje, sería de esperarse que la táctica del gobierno de Oliva para impactar en la próxima elección tendría que soportarse en la consolidación de sus triunfos administrativos y el control de daños en aquellos ámbitos donde hay cojeras de imagen y de transparencia y que constituyen la principal fuente de críticas de sus adversarios.
No ha sido así. Oliva se ha asumido como un operador electoral, esa fama de sus días de dirigente panista que cada día más cuestionada, no por otra cosa más que por el paso del tiempo y el cambio del rol que ha venido jugando.
Con ese perfil apostó y obtuvo buenos dividendos en las elecciones estatales del año pasado, sobre todo en Oaxaca y Puebla. Nadie en su juicio puede afirmar que los triunfos de Gabino Cue y Rafael Moreno Valle se debieron al apoyo del mandatario guanajuatense, pero la suma de circunstancias afortunadas le redituó buenos dividendos al oportuno respaldo de Oliva a esas candidaturas.
Con esa fama a cuestas, se esperaba mucho del guanajuatense dentro de la estrategia de Los Pinos para hacer crecer la precandidatura del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, tanto así que el todavía funcionario federal realizó aquí su destape y recibió las firmas que apoyan su postulación.
Sin embargo, el activismo olivista en su partido ha terminado, como ha sido ampliamente expuesto, por confrontarlo con sus viejas bases de apoyo; lo ha obligado a refugiarse en un disminuido núcleo de ultraderecha y, quizá lo más importante de todo, ha hecho pasar a segundo término sus logros en materia de políticas públicas para mantenerlo en el resbaladizo terreno de la polémica intrapanista y, a partir de ahora, con sus rivales en la oposición.
En la semana que pasó, un planeado evento para resumir y resaltar los logros en materia de atracción de inversiones, Guanajuato, fábrica de México, con la presencia de líderes empresariales, inversionistas extranjeros e invitados especiales como el presidente del PAN, Gustavo Madero, se perdió entre las consecuencias del duelo de cargadas de los precandidatos presidenciales y los conflictos en informes municipales.
No es gratuito: Oliva está de lleno planeando la precampaña de Cordero en Guanajuato y eso lo confronta con quienes respaldan a Vázquez Mota, incluso en su propio gabinete. El mandatario también hará política electoral a favor del PAN, incluso si no triunfan sus candidatos en la interna, lo que le pondrá frente a los partidos de oposición que ya se organizan para pedir neutralidad del gobierno del estado en la contienda del año próximo.
En el caso de los alcaldes también se explica: la oposición celayense le cobró a Oliva el apoyo que le ha dado a la alcaldes Rubí Laura López, quien no ha hecho ningún esfuerzo por dialogar con los regidores no panistas.
En la capital del estado, la inasistencia del mandatario estatal al informe de Nicéforo Guerrero, quien ha hecho una campaña de la falta de apoyo financiero a su administración, también le fue reclamada al impedirle hablar a su representante, el secretario de Turismo Sergio Rodríguez Herrera.
La paradoja es que mientras los esfuerzos de operación partidista y preelectoral del gobernador de Guanajuato no están a la altura de la expectativas que habían puesto en ellas sus aliados, si están siendo eficaces para nulificar lo que podría ser su mayor activo para el PAN: los resultados exitosos de su gobierno.
Si a ello se le suma la proverbial falta de dialogo con los opositores, podemos esperar que el tránsito final de la administración de Juan Manuel Oliva sea altamente accidentado y, a no dudarlo, su gestión se convertirá en uno de los temas más socorridos del debate electoral, provocando el ataque de la oposición y, my probablemente, deslindes de sus propios correligionarios panistas. Es el costo de permanecer arriba del ring y sin estrategia.
Botepronto
Los priistas parecen llevar en los genes comportamientos como el patrimonialismo, que es el vicio de considerar que el poder, la representación que ostentan transitoriamente o los bienes públicos puestos a su cuidado, les pertenecen en lo personal.
Le ocurre a los viejos y también a los jóvenes, como es el caso de la recientemente ungida como presidenta del comité municipal del PRI en Irapuato, Arcelia González, de quien se esperaba, por su juventud y su ascendiente paterno, un aporte de frescura e imaginación a las rancias formas priistas.
La dirigente, hija del veterano político José Aben Amar González Herrera, más tardó en ocupar la dirigencia que en buscar un beneficio personal: aprovechando una vacante en la contraloría municipal de Irapuato, en manos del PRI, impulsó y logró colocar a su cónyuge, el abogado Armando Trueba Uzeta, como director jurídico de la dependencia.
Trueba Uzeta, hay que decirlo, esta incluso sobrecalificado para el cargo, pues se ha desempeñado en la Secretaría de Finanzas del Estado, en Bancomext y en el IFE, acumulando una gran experiencia. Lo que debilita su posición es que haya sido impulsado por la dirigente priista municipal, su esposa, a la vez que pone en entredicho la verticalidad de ella como dirigente.
Por su parte, el alcalde de Irapuato, Jorge Estrada Palero, está más que complacido con la propuesta: Armando Trueba es un viejo conocido suyo a quien lo unen, entre otras cosas, el haber compartido etapas de trabajo con Juan Carlos y José Luis Romero Hicks. Además, al aceptar la propuesta de Arcelia González, compromete a su principal oposición, algo que siempre es útil.
Y, al final del día, quizá lo más significativo es que este es el PRI que pretende dar la batalla por desplazar al PAN del poder. No se ve que hayan cambiado mucho, ni siquiera sus nuevas generaciones.