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La torpeza de City Center opera en su contra

In Análisis Político, La Noticia al Punto, POPLab on mayo 13, 2019 at 4:00 am

Desde hace algunos meses, las empresas detrás del proyecto de nuevo centro comercial y desarrollo inmobiliario denominado sucesivamente City Park y City Center emprendieron una campaña de relaciones públicas en dos vertientes: legitimar el proyecto y desacreditar a quienes se oponen a él.

City Park/City Center, que integra los esfuerzos empresariales del grupo local Impulza, dedicado al negocio de bares y restaurantes; y de Mexican Retail Properties, un desarrollador de centros comerciales a nivel nacional, había comprado espacios en medios para explicar las bondades de su proyecto, después de haberlo empezado con el pie izquierdo.

En efecto hay que recordar que la primera noticia sobre “City Park” provino de un evento encabezado por el ex gobernador Miguel Márquez y el alcalde, entonces primerizo, Héctor López Santillana, que acudieron a poner una primera piedra en el año 2016, cuando aún no había permisos de ninguna índole y la única manifestación de impacto ambiental existente era tan defectuosa que afirmaba que el desarrollo estaba a 7 kilómetros de la presa del Palote, cuando se encuentra a escasos 500 metros.

(Por cierto, el funcionario que firmó la aprobación de esa MIA era Fidel García Granados, Director de Gestión Ambiental de la alcaldesa priista Bárbara Botello, a la postre denunciado por el gobierno de Héctor López Santillana por irregularidades que llevaron a su inhabilitación, la cual eludió al vencer al municipio en un juicio en el Tribunal de lo Contencioso Administrativo. Hoy, García Granados despacha en el gobierno de Diego Sinhue Rodríguez como subsecretario del Medio Ambiente, donde complementa con visión local el desconocimiento del terreno de la panista poblana Isabel Ortiz Mantilla).

En esa ocasión, los accionistas de grupo Impulza, Oscar Weber y Omar Quezada, anunciaron con bombo y platillo la llegada a su centro comercial de la tienda departamental El Palacio de Hierro, que no tiene sucursales en León. Al día siguiente, en portada del diario local A. M., la firma de Grupo Baillères desmintió el anuncio.

No fue el único tropiezo, la presencia de Márquez, López antillana y Humberto Andrade Quezada, hizo pensar en un influyentismo político al servicio del proyecto y alentó las revisiones críticas desde el Ayuntamiento, por el regidor del PVEM Sergio Contreras, y de grupos ambientalistas locales y nacionales.

El proyecto tuvo una primera suspensión por un litigio llevado por vecinos ante el Tribunal de Justicia Administrativa de Guanajuato, por no contemplar la afectación a una especie de ave migratoria, situación que los inversionistas lograron superar al negociar con los demandantes.

Sin embargo, su segunda manifestación de impacto ambiental parece tan defectuosa como la primera. Como hoy se da a conocer en una investigación de la reportera Kennia Velázquez de POPLab, un estudio sobre la situación del subsuelo y los vasos comunicantes con la presa del Palote fue presentado como si tuviera el aval de la Universidad de Guanajuato, institución que ya se deslindó publicamente de su autor, catedrático de la UG pero quien realizó el estudio a título personal y el cual por cierto no se ha hecho público para fines de contrastación.

Otro estudio de carácter geofísico del subsuelo, solicitado en la MIA como condición sine qua non, no existe en el expediente, lo que no impidió que la directora de Desarrollo urbano, Teresita Gallardo, les otorgara los permisos de construcción. Da la casualidad que el director responsable de obra del proyecto, Luis Alberto Portugal Valencia, es ex cónyuge de la funcionaria.

Por si algo faltara, el municipio le permitió a la empresa que comenzara a verter agua residual desde la obra hacia el humedal de Los Cárcamos, una situación totalmente fuera de lugar si se atiende que el estanque constituye un ecosistema con especies vivas vegetales y animales. El hecho de que no aplique la legislación federal no implica que se deban cometer arbitrariedades y atentados de esa magnitud, como si no existiera una legislación ambiental local.

Y frente a la creciente reacción social, que este sábado logró reunir a más de 300 personas para reclamar el respeto al parque y al humedal y su preservación en las mejores condiciones, la reacción de la empresa ha sido la de patrocinar ataques desde las redes sociales contra el movimiento de preservación, en una táctica auténticamente jurásica.

Argumentando la necesidad de empleos, como si no estuviera superada la discusión de que todo crecimiento debe ser sustentable; acusando al movimiento ambientalista de estar patrocinado por la familia Arena Barroso, promotores de centros comerciales; asegurando que el parque está descuidado y solo el centro comercial podrá “cuidarlo”, lo que en todo caso podría ser una maniobra exprofeso de la administración de López Santillana para justificar la privatización; y, finalmente, aduciendo que el cuerpo de agua “no es un humedal”, contra la evidencia palpable de que ese estanque ha propiciado un equilibrado ecosistema en el lugar, los activistas al servicio de los desarrolladores han desatado una frenética actividad.

La estrategia es torpe y lo más probable es que se revierta. Resulta muy difícil que troles y gacetilleros de las redes sociales puedan tener impacto alguna contra la convicción que se aprecia en las familias y en las organizaciones que se han echado a cuestas la defensa del humedal.

Resulta un despropósito mayúsculo lanzar ataques a una familia de empresarios respetables y responsables, muchas veces exaltados por los gobiernos de todos los signos políticos, para tratar de desacreditar un movimiento genuino y natural.

La defensa del proyecto depredador de City Park/City Center es tan mezquina, tan miope, tan equivocada, que resulta el primer argumento para continuar oponiéndoseles. Si son capaces de contratar difamadores profesionales, entonces también lo serán de incumplir todas sus promesas y seguramente terminarán convirtiendo el bello parque de Los Cárcamos, incluso asi descuidado como lo tiene López Santillana, en el jardín trasero de su utopía consumista, tan carente de alma como cualquier disneylandia de plástico.

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