Se convirtió en una frase huera, vacía, en retórica para salir del paso, que es la peor.
También Márquez habló mucho de transparencia en los dos primeros meses de su mandato y luego le cansó y se dedicó a ser un gobernador opaco como pocos y, según van mostrando las evidencias, corrupto a niveles de récord histórico.
En cambio, Diego Sinhue Rodríguez respondió con la frase vacía del “golpe de timón” no a una exigencia abstracta o políticamente correcta como la de transparencia, sino a la más sentida exigencia de la población de Guanajuato: la recuperación de la paz, el regreso de la tranquilidad, la erradicación de la violencia.
Hoy vemos con preocupación, a una semana del nuevo gobierno, que no puede haber un drástico cambio de rumbo si ni siquiera hay timón. Luis Ernesto Ayala, el secretario de gobierno al que se quiere hacer pasar por un superpoderoso jefe del gabinete de seguridad, ni siquiera conformó un equipo de acuerdo con sus necesidades.
Los tres subsecretarios de Ayala: Alfonso Ruiz Chico, Martín López Camacho y Marco Rodríguez, están allí por razones políticas, por injerencia de otras áreas del gabinete o simplemente para llenar espacio, ninguno de esos nombramientos obedece a razones estratégicas.
Ruiz Chico aceptó bajarse de la contienda por la dirigencia panista para abrir paso a la exhumación de Román Cifuentes, su premio será la subsecretaría de vinculación y desarrollo político. Es una cuota partidista.
López Camacho ha hecho carrera política en el último sexenio impulsado por Juanita de la Cruz Martínez, quien lo hizo coordinador parlamentario a la licencia de Juventino López y luego lo rescató como subsecretario. Es un político más bien discreto y de bajo perfil, estuvo allí con Antonio Salvador García y con Gustavo Rodríguez Junquera, los secretarios que no lograron imponer su coordinación a Carlos Zamarripa y Alvar Cabeza de Vaca, no se ve que ahora vaya a ser diferente.
El colmo es Marco Rodríguez, un burócrata mil usos que ha pasado por diversas áreas de la administración derrochando intrascendencia y frivolidad, incluyendo una que otra cana al aire. Al regresarlo a la subsecretaría del Trabajo, Alvar Cabeza de Vaca se libera de un cuerpo extraño en su área y asume el control de la prevención, cerrando aún más el cerco de información y decisiones en el terreno de la seguridad. Con ese movimiento pierde Luis Ernesto y gana Cabeza de Vaca, al revés de lo que se pretende en el discurso.
Pero, además, en sus primeras actuaciones como nuevo “vocero” sobre temas de inseguridad, Luis Ernesto abanica escandalosamente al esparcir “fake news” al tratar de aclarar que la captura del peligroso criminal H1, en Hidalgo, la realizaron fuerzas estatales, cuando ha quedado claro que la detención fue realizada por una patrulla de la policía federal que lo paró por exceso de velocidad. Vaya manera de tratar de anotarse puntos buenos con mentiras flagrantes.

Exceso de velocidad, falta de veracidad.
Aquí solo hay dos posibilidades: o bien Luis Ernesto Ayala ya se convirtió en un cómplice de las jugarretas que tanto le gustan a Carlos Zamarripa para tergiversas y ocultar información, lo que automáticamente colocaría las cosas igual que en el pasado, sin ningún “golpe de timón”; o bien el secretario de gobierno peca de ingenuidad y buena fe y empieza a ser manipulado por aquellos a quienes debería de meter en cintura, lo que es incluso peor y más patético, porque lo deja sin autoridad alguna.
En el fondo está también el tema del que casi nadie quiere hablar pero que merecería una amplia explicación pública: la operación financiera mediante la cual el empresario más cercano a Carlos Zamarripa y Alvar Cabeza de Vaca, Francisco González Espejel de Grupo Clasben, adquirió la fabrica de botas San Diego, la empresa familiar de Luis Ernesto Ayala.
Se puede decir que es una operación “normal” entre hombres de empresa, pero suena demasiado casual para ser verdad y despierta enormes suspicacias. Por ejemplo, tampoco puede obviarse el hecho de que buena parte de las “treinta felicitaciones” aparecidas en diarios locales y estatales para felicitar a Diego Sinhue por la ratificación de Zamarripa y Cabeza de Vaca las firmaban proveedores y asociados de González Espejel en una maniobra que parece extraída del manual de la CTM de los setentas del siglo pasado.

Los tres alegres compadres. Foto Especial.
Como puede apreciarse, el pomposo anuncio de Diego Sinhue Rodríguez queda reducido a que Luis Ernesto Ayala asuma el mismo papel que en teoría debieron haber asumido Antonio Salvador García y Gustavo Rodríguez y que no pudieron hacerlo porque los sheriffs de Guanajuato no lo permiten y el gobernador de entonces no quiso meterlos en cintura.
Por cierto, ese mismo gobernador, sigue muy activo siete días después, presionando desde su rancho, que no es Manga de Clavo pero como se parece, para que no dejen fuera de la jugada a su secretario particular Ricardo Narváez.