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Estampas electorales: 1.- Márquez, ¿el ganador?

In Botepronto on julio 3, 2018 at 4:02 am

Ya hay quienes ven en el gobernador de Guanajuato una solución para la crisis en la que ya entró el PAN. ¿De veras? Habría que revisarlo con menos entusiasmo local.

Guanajuato es el único estado del país donde ganó con absoluta claridad el candidato presidencial de la coalición Por México Al Frente, Ricardo Anaya Cortés. Es también el único donde el PAN refrendó una votación hegemónica, pues aunque ganó Yucatán y disputa Puebla en ambos casos se dan escenarios cerrados.

Esa situación, el triunfo desahogado de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo empieza a ser interpretado por los numerosos panegiristas a los que atraen las victorias políticas como la miel a las moscas, como un bono de capacidad y operación política que podría llevar a Miguel Márquez, el patrocinador del ganador de la elección local, a los escenarios nacionales como una potencial solución a la crisis del PAN.

No lo veo así. Márquez operó con crudeza a favor de los candidatos panistas usando los recursos que le ofrece un gobierno centralizado, carente de oposición institucional, y con amplios recursos económicos. No se trata de habilidades políticas, sino de prácticas ilegales y abusivas del poder como en los mejores tiempos del PRI.

Esa forma de hacer política es la que está quedando superada en México en estos momentos, si se toma en cuenta los votos logrados por López Obrador en 32 estados del país donde no gobernaba uno solo de sus correligionarios. Incluso allí donde perdió, como Guanajuato, sus números fueron altos en comparación con las dos elecciones anteriores.

Márquez tampoco ha mostrado grandes habilidades políticas como para convertirse en un factor de aglutinación, de negociación y de distensión entre corrientes políticas enfrentadas. En Guanajuato dividió a su propio grupo político y machacó a sus contrincantes con la ayuda de Ricardo Anaya. Hoy no representa un político que pueda intermediar con los críticos del candidato perdedor.

Además, al gobernador de Guanajuato aún le faltan algunas batallas por librar de las que probablemente no salga tan bien librado como en el pasado. Una de ellas es la decisión de convertir a Carlos Zamarripa en Fiscal General del estado, algo que seguramente crecerá como tema polémico nacional, como ocurrió cuando hicieron el mismo intento priistas hoy encarcelados como Roberto Borge y Javier Duarte.

Pero también a Márquez le pueden tronar bombas de espoleta retardada en su etapa de ex gobernador, como las explicaciones por la contratación de Programa Escudo y otros de los muchos temas que capoteó a lo largo de su gobierno y que pueden ser no contenidos: medicamentos, mochilas, tabletas, terrenos, etc.

El tema ni siquiera estará bajo el control de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, pues en una nueva Cámara de Diputados controlada por Morena y con una administración federal de ese signo, la información sobre programas que tienen recursos federales puede surgir de muchas fuentes, además de la tarea de los propios medios de comunicación con herramientas de las leyes de transparencia.

Lo último que necesitaría el PAN, cualquiera que fuese el grupo que termine quedándose con la dirigencia, sería un escándalo de corrupción justo en el sexenio que convertirá al combate a esa lacra en su mayor bandera.

Es entendible que en Guanajuato nos afecte la ceguera de taller y que haya quienes piensen que Márquez es un gobernador poderoso, hábil y dotado políticamente.

Lo cierto es que saliendo del controlado ambiente que le han proporcionado una oposición negociadora, cooptada y hasta corrupta y unos medios de comunicación serviles y adictos al dinero público, Miguel Márquez tiene muy poco que aportar al momento político complejo y conflictuado que vive su partido.

En ese sentido, ser el único gobernador panista que ganó los comicios en base a una legión de mapaches y funcionarios públicos activando electoralmente, se convertirá en pocas semana son en una fortaleza sino en una debilidad.

Aquí, desde luego, sobrarán los que sigan agitando incensarios. Una pena para uno de los estados que fueron pioneros en alternancia y en organización de elecciones desde la sociedad civil. Pero de eso hace ya mucho tiempo

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