Marquez dice que ya no puede hacer mucho en materia de seguridad, pero el tiempo y el dinero si le alcanzan para ponerse generoso con el Grupo Pachuca y venderles en abonos el terreno de un nuevo estadio que parece esconder otra ventajosa operación inmobiliaria.
Sin tener nada amarrado más que un terreno comprado a escondidas con recursos públicos en una operación cuyos alcances totales siguen inexplicados, el gobernador Miguel Márquez saltó a la palestra electoral a hacer un anuncio de lo más efectista y también de lo más inútil: que León contará con una especie de estadio – centro de convenciones de una megalomanía que solo puede explicar un profundo complejo de inferioridad.
¿Tenía necesidad Márquez de aparece en plena temporada electoral con un anuncio que quiso ser espectacular y que puede quedar solo en anécdota? ¿Necesita su candidato, Diego Sinhue, un empujón cuando tiene más de veinte puntos de ventaja en las encuestas? ¿O se trata más bien de ponerle un pie en el cogote a su propio delfín, mostrándole quién es el que manda?
Y por otra parte, ¿quién hizo el análisis del cual deriva que León necesita un nuevo espacio para convenciones y eventos cuando el faraónico Polifórum, realizado con recursos públicos y administrado en forma privada por cierto, está semivacío la mayor parte del año?
Como Miguel Márquez no quería recibir preguntas sino solo recibir aplausos, el escenario escogido para el anuncio no fue una rueda de prensa con preguntas y respuestas, sino que se escogió el formato de un programa de televisión donde las fuerzas vivas de León, incluyendo preclaros dirigentes empresariales, junto con los representantes de los medios, solo fueron usados como público de utilería.
En ese sentido, qué caros nos resultaron a los guanajuatenses los hipócritas y edulcorados elogios a Miguel Márquez del empresario futbolero Jesús Martínez Patiño, declarándolo “el mejor gobernador de México”, calificativo que antes aplicó a innumerables mandatarios hidalguenses del PRI, por cierto, que favorecieron el crecimiento del grupo Pachuca.
Por lo pronto un terreno de 12 hectáreas con valor de 280 millones de pesos será vendido en cómodos abonos al Grupo Pachuca o quizá a otro inversionista inmobiliario que participe en esta aventura, por un gobierno que se va en 90 días, mientras que le tocará al próximo gobernador de Guanajuato administrar las consecuencias de esta decisión.
Se desconoce, sin embargo, la suerte que correrán otras 18 hectáreas en el mismo polígono que quedarán impactadas por cualquier cosa que se edifique en el terreno, sea o no la fantasía que se exhibe en el video promocional del grupo Pachuca y que parece el típico muestrario de promesas por ver. ¿Será que ahí está el truco?
¿Solo habría que pensar si los aficionados de a pie que ya se quejan de los altos precios cuando se hacen los abusivos “día del club” pagarán los costos que representará un estadio faraónico y pretencioso que quizá tendría cabida en Shanghái o Dallas, pero no en un Guanajuato donde los obreros de las trasnacionales automotrices cobran salarios que son la décima parte del ingreso de sus homólogos en Estados Unidos.
¿Es patético o es indignante? Miguel Márquez ha dicho que ya no tiene nada qué atender en materia de seguridad porque ya hizo “lo que le tocaba”, pero tiene tiempo y dinero, mucho dinero, para resolverle los problemas a una empresa deportiva privada, problemas que ni siquiera son patentes, pues nadie los ha corrido de su actual sede.
¿Qué agradecería más un sufrido ciudadano leonés: caminar seguro por sus calles para llegar a un estadio funcional aunque no sea espectacular o tener un estadio vanguardista que cada quince días le haga contrastar su lacerante realidad con algo que siempre será ajeno… si es que llega a ocurrir? Díganme ustedes por favor.