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Aguas broncas, burócratas negligentes

In Botepronto on junio 15, 2018 at 3:17 am

Mientras las consecuencias de la falta y el exceso de agua se conjuntan para flagelar a la población del estado, funcionarios a cargo de municipios y organismos operadores ponen en evidencia su incapacidad y su falta de probidad para gestionar uno de los recursos más importantes y más amenazados.

Los efectos del huracán Bud tomaron a Guanajuato por sorpresa, pero más aún a sus funcionarios y autoridades.

En Guanajuato capital el presidente municipal Edgar Castro y el presidente del consejo de Simapag, Juan Sebastián Ávila, están ocupados en muchas cosas, menos en la seguridad de los habitantes.

Las compuertas de la Presa de la Olla, un embalse que es ya más un ornato que una verdadera contención de avenidas, permanecían cerradas, aparentemente para represar el agua que se necesita para el lucimiento de las próximas Fiestas de San Juan y Presa de la Olla.

A ninguno de estos brillantes funcionarios, uno distraído y deprimido por su conflicto con el PRI que lo dejó sin posibilidad de reelegirse; y el otro defendiendo las complicidades con la familia del comunicador televisivo local, se les ocurrió que mantener las compuertas cerradas representaba un riesgo para la ciudad ante cualquier tormenta fuerte.

Sin embargo, cuando la contingencia pasó, sin mayores daños que los materiales y por fortuna relativamente pocos, salió a relucir un intento de justificación que cayó en el engaño, algo que un gobernante no puede hacerle a sus conciudadanos y menos en casos como estos.

Edgar Castro salió a medios a decir que las compuertas de la Presa estaban abiertas y que fueron obstruidas “por troncos”. Horas antes, en el fragor de la tormenta, su director de Protección Civil había dicho a la reportera Tere Segura que había un desbordamiento en la presa por el lado de la Atalaya, debido a que “las cortinas están cerradas”; agregó que empleados de la dirección de Obra Pública estaban intentando abrirlas.

Un video anónimo muestra precisamente ese intento de unos valientes pero temerarios trabajadores que tratan de zafar las compuertas con el agua pasando por encima de ellas, algo que de haber logrado habría puesto en peligro su vida.

No puede ser que ante una negligencia la respuesta sea el ocultamiento y la mentira. La administración de Edgar Castro ha sido una de las peores de la que se tenga memoria en la capital, pero no había llegado a estos extremos.

No está mejor la situación en León, donde el Sistema de Agua Potable vive un cambio forzado en su directiva ante los reclamos por toda la ciudad del deficiente servicio, de la pésima planeación de las obras que obstruyen importantes vialidades y de las irregularidades detectadas a una administración que resultó no solo ineficaz, sino también deshonesta.

La destitución de Leonardo Lino Briones y la llegada como una auténtica rescatista de la ingeniera Angélica Casillas, quien deja una curul en el Congreso para hacerse cargo de las penurias del sistema de agua de la mayor ciudad del estado, tienen su explicación en factores electorales: el PAN no se puede permitir que al enojo por la inseguridad se sume otro por el mal servicio de agua.

Pero toda esta situación es coronada por la casi permanente ausencia del director de Conagua en la entidad, el mexiquense Humberto Navarro de Alba, quien se ha pasado las últimas semanas “de comisión”, aparentemente en actividades de la campaña de José Antonio Meade, por lo menos esa es la explicación que da.

Con los cauces de Guanajuato saturados por las lluvias y multitud de trámites detenidos, el abandono del funcionario federal, quien controla la delegación a través de su secretaria particular, Patricia Quintero, es la mejor muestra de un gobierno federal que se desfonda cuando todavía le quedan cinco meses y medio por delante.

De ser cierto que personajes como Navarro de Alba, quien soñó infructuosamente con ser candidato a alcalde de San Miguel de Allende amparado en su reciente vecindad y su amistad con Gerardo Sánchez, están a cargo de tareas en la campaña de Meade, uno puede explicarse porque las cosas andan como andan.

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