Ante la tibieza de sus críticos y sucesores, la exalcaldesa da muestras de audacia, pero también recibe críticas de sus recientos compañeros de viaje.
Los defectos políticos de Bárbara Botello son muchos, sobre todo en el terreno de la honestidad y el de la moderación. Sin embargo, sus audacias han logrado sacarla a flote y, hoy por hoy, mantiene arrinconados a sus adversarios políticos en León.
Utilizando uno de sus últimos cartuchos tras la caída de Luis Videgaray, su poderoso aliado mientras fue alcaldesa, trajo a León al director de Banobras, Abraham Zamora, alfil del defenestrado Secretario de Hacienda, para una gira de eminentes tintes políticos.
En su estilo, es decir con alevosía, Botello evitó correr cortesías a las actuales autoridades del municipio y el estado para incorporarse al recorrido por las obras del Sistema Integrado de Transporte y en una reunión con liderazgos empresariales.
La legisladora, como le gusta, acaparó los reflectores y aprovechó para mandar mensajes explícitos y cifrados. Con ambos, descalificó al gobierno de Héctor López Santillana, quien recibió con quebranto financiero la alcaldía pero se ha mostrado incapaz de fincar una sola responsabilidad a los altos mandos de la pasada administración.
“Solo van a informar de obras de mi gobierno”, declaró con jiribilla la protagonista de este episodio, en las vísperas de la primera rendición de cuentas de su sucesor. Más allá de eso, la lectura que resaltó es la de que no teme a las acusaciones de corrupción en su contra, las cuales después de un año siguen sin cobrar forma.
No quedó allí, la exalcaldesa convocó a una reunión con poderosos empresarios de la localidad, para mostrar que no está sola.
Hubo reacciones. El diario correo, propiedad de Santiago Villanueva, capitan del grupo Vise, editorializó con saña sobre la visita de Botello a León y del director de Banobras: “Bárbara se permitió, ayer, proyectarse en una de las peores vulgaridades políticas, la de provocadora.”, dijo el rotativo en la columna de la casa.
Resulta significativo este tono, toda vez que el diario en cuestión fue uno de los bastiones mediáticos con los que contó Botello hasta el último día de su mandato y más allá. Por si algo faltara, ese grupo empresarial fue beneficiado con una tercera parte de la polémica concesión del sistema de recolección de basura de la ciudad.
Quizá todo se deba a que Villanueva, al igual que otros empresarios como Benjamín Zermeño, hermano del regidor panista Federico Zermeño, se llamaron a sorpresa cuando al atender la invitación de la diputada priista a reunirse con el funcionario federal, se toparon con la ausencia de representantes de los gobiernos estatal y municipal de León, habían caído en una encerrona absolutamente barbarista.
Así, el balance de la jornada para la priista que logró romper la hegemonía panista de un cuarto de siglo en León, sigue siendo como ocurre con el resto de su biografía: su audacia le permite salir a flote en la coyuntura, pero también le hace perder aliados de largo plazo.
Probablemente la imagen del gobierno barbarista ante los ciudadanos de León no ha cambiado: fue un desperdició la voluntad política aglutinada en una transición significativa, para luego dilapidarla con un gobierno de frivolidad y corrupción galopante. Sin embargo, su exultante reaparición deja en claro que los adversarios que la sustituyeron no han conseguido tomar la iniciativa.
Y si alguien se pregunta porque hay tanta decepción con los políticos de toda laya, este episodio puede darle algunas pistas.