La lucha interna en el PAN, dueño del poder en Guanajuato desde 1991, es irrefrenable; Márquez ya no puede controlarla solo con discursos y menos si su perspectiva de futuro se achica por sus propias indefiniciones.
Hace unas semanas, Miguel Márquez, gobernador y líder innegable del PAN en Guanajuato, dictó una línea a sus correligionarios: nadie se adelante en el tema de la sucesión.
Y parece que nadie le hizo caso, ni siquiera los que trabajan directamente bajo su mando, como Diego Rodríguez; tampoco quienes ya no están en su esfera administrativa, aunque si en la política, como el coordinador legislativo Éctor Ramírez Barba.
Mucho menos atendieron quienes no solo están fuera, sino que se sienten coartados por esa posición de un gobernador a quien, en su momento, nadie detuvo en su carrera sino todo lo contrario. Ese es el caso de Fernando Torres, senador de la República.
Por supuesto, el llamado tampoco parece haber tenido impacto en la dirigencia estatal del partido, donde Humberto Andrade se encuentra sumido en un recorrido por los municipios que probablemente persiga un cambio de fondo, pero que en lo inmediato lo que produce es una sensación de ocultamiento, de desaparición del responsable de la mayor fuerza política del estado.
Hoy vemos que buena parte de los panistas, sean burócratas estatales, municipales y hasta uno que otro desempleado, ya tienen gallo y se mueven bajo esa lógica.
Fernando Torres Graciano recorre el estado y hace pronunciamientos sobre los diversos problemas que le plantean; si le preguntan de sus aspiraciones, no las niega.
Diego Rodríguez Vallejo camina Guanajuato de la mano del programa Impulso, lo que le da el pretexto ideal para reunirse con grupos ciudadanos y con líderes sociales y empresariales en todos los municipios de Guanajuato. Mejor caballo de Troya no podría haber.
Pero también, si se le pregunta de sus posibilidades como aspirante a la gubernatura, como recientemente ha pasado en algunos medios, deja de lado la política social y argumenta sobre la pertinencia del método de designación en lugar de la elección, justamente el que podría favorecerlo ahora y el mismo contra el que se insubordinó hace no muchos ayeres.
Y como ya lo vislumbraba la columna Cuarto de Guerra de este domingo, Éctor Jaime Ramírez parece estar manejando a sus 18 diputados bajo el criterio de quienes aportan mayor rentabilidad entre las bases panistas, como evidencia su vehemente defensa de Luis “Güero” Vargas.
Así las cosas, bien podríamos preguntar ¿en dónde quedó el llamado de Márquez a evitar las calenturas anticipadas?
En realidad, el propio gobernador podría haber previsto que eso pasaría.
Un mandatario tiene muchas potestades, sobre todo las derivadas del manejo de la nómina gubernamental, como lo muestran muchos movimientos en las dependencias estatales a fines del año pasado y principios del actual, para colocar panistas con calzador.
Sin embargo, donde ya puede hacer muy poco, es en la venta de futuro, donde otras son las lógicas que operan.
Márquez tendrá que apechugar con un panismo cada vez más desatado, con las turbulencias que eso produzca al seno de su administración, de sus programas y de sus metas. Una opción es administrarlo, otra oponerse y ser arrasado por una marea que ya arrastró a Juan Manuel Oliva hace seis años.
Si, además, sigue replegado en la incursión al escenario nacional, esperando que se alineen quién sabe cuales astros, la fuga de poder se acelerará hacia la segunda mitad del año.
¿Nos dirigimos hacia una sucesión fuera de control? Por lo menos hacia una inédita, con un gobernador lleno de dudas, aunque con capacidad operativa y tres prospectos que hoy se muestran irreconciliables, aunque habemos quienes pensamos que, al final del día, Diego y Fernando pueden llegar a pactar, pero fuera ya de la esfera de Márquez.
Lo otro destacable es que, ante la inexistencia de una oposición seria que equilibre, las fuerzas centrípetas del PAN pueden poner a este partido en una tensión no vista antes: se disputan la gubernatura en la precampaña, lo que las vuelve sangrientas como se ha visto.
Por cierto, hay un cuarto precandidato: Luis Alberto Villarreal, quien en otras condiciones podría ya estar activando pues nada tiene qué perder, pero que ante su disminuida presencia ha optado por exiliarse de Guanajuato por el momento. Parece que es el único que le hace caso a Márquez de no moverse. Los extremos se juntan.