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Villasana: ¿qué se siente jugar a ser alcalde?

In Botepronto on junio 30, 2015 at 3:45 am

En el municipio mandan Bárbara Botello, Eugenio Martínez, Roberto Pesquera y muchos otros, pero no el presidente interino; la situación agrava la crisis de la administración.

Algunos dicen que en el municipio de León sigue mandando Bárbara Botello, cabildeando a placer con sus regidores fieles y haciendo pactos con el PAN de Miguel Salim, de Miguel Márquez y de Diego Rodríguez.

Otros dicen que en el ayuntamiento de León el que manda es Eugenio Martínez, controlando a contentillo direcciones como la de Desarrollo Urbano, Medio Ambiente y Economía, además de entorpecer los planes de Botello mediante triquiñuelas de procedimiento en la votaciones del cabildo.

Finalmente, están los que piensan que lo único que pasa en la administración verde-priista que está a 100 días de concluir es una alegre anarquía donde ya cada funcionario hace lo que quiere, empezando por el tesorero Roberto Pesquera, continuando por los directores de las paramunicipales y terminando con los responsables de las áreas centralizadas: el juego se llama la fiesta de los ratones.

Lo que nadie dice, ni por equivocación, es que en el municipio mande, ni por equivocación, el alcalde interino de León, el doctor Octavio Villasana Delfín, quien prácticamente ya no aparece ni en las fotografías, pues de borrarlo se encarga quien sigue siendo el jefe de prensa de Bárbara Botello, aunque pagado con recursos públicos, Manuel Mora.

La situación es delicada, entre la anarquía y las presiones de los grupos enfrentados, el neurólogo veracruzano corre el riesgo de empeorar el desastre que de por sí le heredó Botello, con la posibilidad de que algunas de las responsabilidades que deriven las tenga que compartir.

Otro grave problema que emerge en el municipio es el síndrome del naufragio, donde la mayoría de los funcionarios de hasta tercer nivel saben que tienen muy pocas posibilidades de repetir en el cargo y solo están empujando los temas que les produzcan beneficios, dejando de lado los intereses colectivos.

Por dónde se vea, le puede resultar muy caro a Octavio Villasana el sincero e inocente deseo de culminar su carrera política como alcalde, así sea provisional, de la ciudad a la que sirvió como profesionista.

Sin embargo, a quien todavía le puede resultar más oneroso el desastre en la administración municipal, que ahora suma al saqueo programado del barbarismo, el descuido y la falta de control político de su relevo, es a Héctor López Santillana quien se encuentra en riesgo de recibir una bomba de tiempo con el reloj en ceros.

Mientras tanto, y aunque se nieguen a verlo los políticos panistas y priistas, la ciudad se cae a pedazos, sus habitantes toman en sus propia manos la seguridad y los conflictos larvados de estos años comienzan a estallar por todas partes. Los símbolos no faltan: ayer hasta un tramo del malecón se precipitó en el vacío.

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