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¿A qué horas se pudrió el PRD?

In Botepronto on marzo 2, 2015 at 3:46 am

Asistimos al suicidio de la que fue la principal fuerza de izquierda en Guanajuato, cooptada por el gobierno panista y sumida en un oportunismo no solo rampante, sino también ineficiente.

Guanajuato siempre ha sido territorio difícil para la izquierda, sobre todo la de carácter partidista. Algunas organizaciones sociales de obreros y, sobre todo, de campesinos, han logrado una mayor permanencia, aunque tampoco como para echar las campañas a vuelo.

Sin embargo, la complicación de una sociedad conservadora, arraigadamente católica, no fue obstáculo para que el partido de la Revolución Democrática, la expresión que sumó a la mayor parte de las fuerzas de izquierda del país, lograra una implantación más que simbólica en la entidad.

A través de alianzas con sectores como los trabajadores petroleros de Salamanca; comunidades campesinas de diversos municipios; sindicalistas universitarios; pero sobre todo, tránsfugas del priismo de corte nacionalista, el PRD logró gobernar alcaldías importantes, como Acámbaro, San José Iturbide, San Luis de la Paz, San Miguel de Allende e, incluso, la capital del estado.

Hubo elecciones que los vieron repuntar hasta un 12 por ciento de la votación emitida. La presencia de tres diputados perredistas en el Congreso se volvió habitual y su aportación al debate parlamentario, con legisladores como Malú Micher, José Luis Barbosa, Carlos Scheffler, Víctor Quiroga y Arnulfo Montes, fue significativa.

Sin embargo, algo pasó. La emigración de cuadros políticos a la ciudad de México, basada en el ascenso de carreras como la de Carlos Navarrete o Miguel Alonso Raya, probablemente asociada a una débil formación de nuevos elementos, fue produciendo una caída en la calidad de la aportación perredista a la agenda publica estatal.

Otro significativo tropiezo en las estrategias perredistas ocurrió cuando este partido cayó bajo la esfera de influencia del fallecido Fernando Arredondo, un expriista de corte caciquil, con fuerte base social en Valle de Santiago y, además, exitoso empresario, que sometió al partido en base a recursos económicos y al peso específico de la militancia que aglutinó en su municipio, la cual llegó a representar una cuarta parte del padrón estatal.

Ya en las elecciones de 2009, por primera vez desde que participa en política estatal, el PRD cayó de la tercera posición política para ser rebasado por el PVEM, lo que marcó otro punto importante del declive que se venía presentando.

Sin embargo, nada como lo que hoy se registra, justo cuando circunstancias delicadas afectan a este partido, por el desprestigio proveniente de su involucramiento con la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, a través de un alcalde que hoy está detenido y sujeto a proceso; su esposa, que llegó a ser consejera nacional del partido; y el propio gobernador, ya defenestrado y hoy sujeto a investigaciones por malos manejos administrativos.

Nada como lo que se ve en estos días, donde a pesar de la salida de militantes para incorporarse a otros partidos, sobre todo Morena y cuando figuras señeras de la historia perredista también les dan la espalda, su dirigencia en Guanajuato acepta someterse a dictados desde las cúpulas panistas para definir a sus candidatos a cargos de elección.

Pero, eso no es todo. Además de la influencia que personeros del gobierno de Miguel Márquez han cobrado ante dirigentes y cuadros destacados del PRD, el colmo es que le imponen a candidatos de escaso prestigio político, como el caso de Guillermo Romo en León, quien además se quedó con la única posición viable de la planilla, la primera regiduría, para su propia familia.

Resulta lamentable, para la vida política de Guanajuato, que la única opción de izquierda seria de los últimos años se desdibuje a tal grado. Pero lo es más que esto ocurra justo cuando el PRD es dirigido a nivel nacional por su primer presidente originario de Guanajuato.

Hay límites para el oportunismo y también para el pactismo político por razones pragmáticas. El principal sería el de la efectividad. El PRD podría desdibujarse y traicionar sus principios, aunque se lo reprocharan propios y extraños, si por lo menos obtuviera ventajas políticas.

El colmo es que muchas de las decisiones que están tomando (o que están aceptando), muy seguramente redundarán en pérdida de los escasos votos que retienen. Es un suicidio político, algo de lo que, probablemente, ni siquiera se den cuenta sus actuales dirigentes.

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