Caída en imagen y credibilidad de EPN acrecienta la idea de que el sonorense puede dar eficacia al gobierno; empero, el diagnóstico yerra pues la crisis no es coyuntural, sino sistémica.
De unas semanas a la fecha, sesudos analistas de la realidad política nacional en los diarios metropolitanos insisten en adivinar cuál será la suerte del coordinador de los diputados priistas y “artífice de las reformas” peñanietistas, pues preocupa intensamente que los integrantes del circuito Toluca-Pachuca no le tengan confianza a Don Beltrone, como le llaman con admiración algunos de sus cercanos.
Pareciera que Manlio Fabio Beltrones es un activo imprescindible de la política mexicana, sobre todo ante la ineficacia del gabinete de Enrique Peña Nieto y la parálisis del propio presidente.
No obstante ser todo un sobreviviente, como su compadre Emilio Gamboa, el sonorense tiene un glamour adicional; no es un político frívolo, tampoco ha caído en la tentación de exhibirse como un alfil de Televisa. Por si algo faltara, tiene un aire de tribuno republicano al que no le sobra su nombre de resonancias romanas.
Sin embargo, no todo es lo que parece. Beltrones, en efecto, ha exhibido a placer su eficacia como hombre de estado, ante el enanismo rampante que lo rodea, sin embargo, su concepción de estado es lo que preocupa, pues lo que está dando de sí no es tanto la ineficacia del peñismo, como su incapacidad para poner a México a tono con los cambios del nuevo siglo.
Pretender que la restauración del viejo poder priista, con su falta de equilibrios constitucionales, su simulación de la división de poderes y su corrupción de la oposición partidista, es lo que puede acompañar la modernización capitalista de México, es todo un contrasentido.
Y si bien, la escasa capacidad de reacción y la imposibilidad de refaccionarse del exgobernador del Estado de México hace extrañar a la clase política tradicional los mecanismos de manejo de crisis del viejo priismo, en realidad se trata de la añoranza de un espejismo.
Por eso, quienes ponderan la necesidad de que un político-político como Beltrones vaya al rescate de Enrique Peña Nieto, están cometiendo un grave error. El problema real no es la mala gestión que el actual presidente hace de los mecanismos del sistema, sino el sistema mismo.
Al entrampamiento de un modelo de gestión política que se basa en la exclusión de los ciudadanos, la endogamia de sus élites y la corrupción como normalidad, se le añade ahora la evidente ineficacia. Sin embargo, solucionar lo último por sí solo no resolverá lo primero.
Manlio Fabio Beltrones, por ejemplo, ha mostrado ya que tampoco tiene soluciones o, por lo menos, que las que ha instrumentado no solo no atienden problemas, sino que incluso los agudizan.
Ahí está el caso del INE, hoy sometido a una seria crisis de credibilidad por obra y gracia de los consejeros impulsados por el líder parlamentario del PRI, encabezados por un campeón de la “eficacia” al estilo Beltrones, Marco Antonio Baños, quienes en su misión de garantizar el rescate de la mancuerna PRI-Verde para construir una mayoría peñista en la próxima elección, tienen hundido al otrora irreprochable órgano electoral en un campo más de batalla entre partidos y ahora también entra consejeros electorales.
Por si algo faltara, el causante de esta debacle, en buena medida, es precisamente el Partido Verde Ecologista, donde el diputado Beltrones ha cobrado una considerable influencia a través de su yerno, el senador Pablo Escudero.
La táctica propagandística del Partido Verde, carente de cualquier escrúpulo y saturada de mensajes engañosos, fue la gota que derramó el vaso de la creciente tolerancia del INE a prácticas lesivas de la equidad electoral. Si lo que provocó la última reforma electoral y la desaparición del IFE fue la inequidad en el manejo publicitario y el exceso de dinero en las campañas, lo que estamos viendo no augura ya no digamos una mejoría, sino siquiera mantener el anterior estado de cosas.
De modo que si el estilo demodé de hacer política de Manlio Fabio Beltrones es lo que los suspirantes de la pax priista están viendo como alternativa ante la fragilidad institucional del gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto, lo único que dejan en evidencia es la ausencia absoluta de imaginación política.
El tema es que ni Beltrones, ni nadie, pueden sustituir al esfuerzo de comprensión, de diálogo, de acuerdos y decisiones valientes que requiere el actual momento mexicano, todo lo cual debe ser realizado no por un político providencial, sino por muchos comunes y corrientes que, aunque no ejerzan tanta fascinación, sean esforzados, consistentes y conscientes de que cambiar es inevitable.
Manlio Fabio puede ser uno de ellos, depende de su capacidad de aggiornamento, pero no el único.