La razón de la licencia era alejar a la alcaldesa del municipio; con su candidatura plurinominal no sólo no se logra, sino que las cosas se complican aún más.
La única razón por la que se hizo necesario que se rompiera la regla establecida desde el CEN del PRI hace unos meses, de que ningún alcalde de Guanajuato debía interrumpir su gobierno para buscar candidaturas, fue la situación extraordinaria de León por el desplome de preferencias hacia el PRI.
En otros municipios del estado hay alcaldes priistas en problemas: Enrique Solís Arzola, en Silao, acusado por la opinión pública de reprimir a una periodista critica a su administración; o Luis Gutiérrez Marquez, en Guanajuato, con una administración ineficiente, soberbia y entrampada en la obra pública pese a que el alcalde es constructor o quizá por eso.
Sin embargo, su impopularidad no se ha trasladado al PRI, por lo que se ha evaluado que es mejor que continúen en sus cargos, ya que una salida abrupta no solo complicaría las campañas de los próximos alcaldes, sino las de los propios candidatos a diputados en que pretendían convertirse.
Otros alcaldes cuyas administraciones se defienden, lo que no excluye que tengan aristas polémicas, como Mauricio Trejo de San Miguel Allende y Adrián Hernández de Dolores Hidalgo, tampoco concretaron su proyecto de convertirse en candidatos a legisladores, porque su salida podía modificar el panorama electoral en sus municipios.
En cambio, en León se trata de un asunto de vida o muerte para el PRI que cambie la imagen de la administración, que se releva a la alcaldesa que vive un divorcio con la sociedad leonesa, el cual no se equilibra ni siquiera con las inauguraciones de obra que realiza en estos días.
La urgencia de que saliera Bárbara Botello, aunado a su posición como dirigente de la asociación de municipios priistas, un nombramiento que se decidió para impulsar su carrera política y que no funcionó en ese sentido, pero que ahora le sirve como plataforma de negociación, le permitieron negociar una salida relativamente cómoda: una candidatura plurinominal que le facilita no hacer campaña ni preocuparse por el resultado.
Sin embargo, la primera mujer alcaldesa de León no se va por méritos. De ser así quizá lo más prudente sería que se quedase. La prioridad para el PRI nacional, el único que le puede otorgar una candidatura como la que obtuvo, no es su carrera política, sino la conservación de la plaza arduamente reconquistada en 2012.
Por eso resulta de alta relevancia lo que seguirá a la licencia de Botello. El perfil que se requiere para hacer pasar a segundo término a la polémica alcaldesa no puede ser cualquiera, sobre todo no puede ser un personaje políticamente débil que no realice cambios y que abra la puerta a que Bárbara o el barbarismo continúen manejando a trasmano el municipio.
De ocurrir algo como eso, muy probablemente la actitud reprobatoria de capas amplias de ciudadanos leoneses, los mismos que propiciaron el derrumbe en la popularidad de Barbara, incrementarían su castigo al PRI y al PVEM por prestarse a una simulación.
Si el barbarismo químicamente puro no pudo convencer a la ciudad de sus bondades y su capacidad para gobernarla, un barbarismo de segunda mano, podría ser el acabose.
Por lo pronto, el PRI nacional no parece haberle cumplido los primeros compromisos a José Ángel Córdova, pues una cosa es retirar a Bárbara Botello del municipio, pero otra muy distinta llevársela de León.
Con la candidatura plurinominal solo le han dado tiempo completo para que se dedique a activar en las campañas, a encabezar a su grupo y a tratar de influir en el municipio a través de las decenas de fieles que deja allí.
Si encima de eso, el alcalde interino es un personaje incapaz de darle un nuevo rumbo al municipio, el cambio no habrá servido de nada o quizás solo para darle a la alcaldesa, ya con licencia, un mayor margen de maniobra para complicar la campaña de Córdova sin que a ella la afecte, pues su diputación es lo único seguro hasta ahora en el PRI de León.