Desde la sindicatura de la planilla de Héctor López Santillana, el exgobernador se vuelve más visible que el propio candidato y no precisamente para bien.
Resulta una verdadera paradoja que el regreso de Carlos Medina Plascencia a la política activa, algo que los actuales jerarcas panistas de Guanajuato vieron como un refuerzo en la tarea de recuperar León, esté resultando la parte más problemática de la candidatura de Héctor López Santillana.
Al día de hoy, el exgobernador de Guanajuato ha ocupado más líneas en los medios impresos y minutos en los electrónicos, que el propio candidato a la alcaldía. No se trata, sin embargo, de elogios o regocijo por el abandono de su largo sabático, sino de la exigencia de aclaraciones sobre su actividad empresarial de estos años, en buena medida ligada a las relaciones que construyó como político.
Carlos Medina ha respondido a los cuestionamientos con argumentos muy personales. A los panistas que le han cuestionado su vinculación con la empresa regiomontana Red Ambiental, les ha contestado que “no saben lo que es el conflicto de intereses”. Se lo dice a una abogada tan experimentada como Mayra Enríquez Vanderkam.
A quienes le han señalado que resulta irrisorio su ofrecimiento de renunciar a sus cuarenta mil pesos como síndico, los descalifica señalando que, a diferencia suya, “viven de la política”. Se lo aplica a Ricardo Sheffield Padilla y a Miguel Salim.
Y a las críticas de una columna política local, Medina ha respondido que este lunes estará en las oficinas de ese medio, el A. M. para ser recibido por cualquiera de sus directivos y exigir la aclaración de lo publicado.
Por cierto, es el mismo diario que realizó la investigación especial sobre las irregularidades de la compra de los terrenos de Salamanca, Villagrán y Juventino Rosas, las casi mil hectáreas originalmente destinadas a una nueva refinería, que terminaron dedicadas a un parque de agrotecnología que avanza a ritmo de tortuga, donde el principal involucrado es el actual candidato panista a la alcaldía, el exsecretario de Desarrollo Económico Héctor López Santillana.
De modo que en poco menos de una semana, la presencia de Medina como candidato a síndico en la planilla leonesa ya despertó inconformidades entre relevantes liderazgos panistas, contando incluso a aquellos que fueron conminados por la dirigencia estatal a reservarse sus observaciones; además de lanzar una ofensiva contra un diario con el que López Santillana no quiere problemas.
La cuestión es que nadie ni en el gobienro de Miguel Márquez ni en el equipo de López Santillana tiene la autoridad para decirle a Carlos Medina que mantenga la calma.
Y como, además, el exgobernador quien ha venido cultivando una imagen de irreprochabilidad pública, ya se tomó el tema personal, a grado tal de afirmar que lo que está en juego es “su nombre, que le pertenece a sus hijos”, se ve complicado que alguien pueda convencerlo de bajarse de la confrontación.
Así, un Medina subido en el ring frente a un buen número de adversarios en el propio PAN, que han sufrido sus embates sin poder contestar en el pasado reciente, y polemizando con sus críticos en los medios y en otros partidos políticos, ofrece un interesante flanco que no será desperdiciado en lo que queda de precampaña y de campaña.
El peligro es que Héctor López Santillana se vea maniatado y ensombrecido por la nube que se desate en torno a las batallas pro y antimedinistas. El exsecretario de Desarrollo Social tiene una imagen fuerte en el sector empresarial y en el círculo social de clase alta y media alta en León, pero le falta presencia popular, una tarea a la que deberá dedicar su tiempo sin nada que lo distraiga.
La política, sin duda, se ha vuelto de circunstancias y mucha de ellas son impredecibles. Lo que hace unos días se veía como una fortaleza del candidato panista, con una planilla llena de nombres de prosapia partidista y empresarial, a la vuelta de las semanas puede convertirse en una carga pesada de arrastrar y difícil de conducir.
Por lo pronto, Carlos Medina, al situarse en el centro del debate y contestar en tono personal, lo único que está haciendo es convertir en un reto muy atractivo para medios y contrincantes políticos la exploración sobre sus años como servidor público y su carrera como empresario del lobbying, o cabildeo, entre empresas y gobiernos.
De esa última etapa, por cierto, abundan los testimonios, aunque él los tenga como un punto ciego, ocultado por su gran vanidad y muy mal defendido por un estilo de polemizar que ya vio pasar sus mejores tiempos, aunque ahora lo haga desde su cuenta de Twitter.