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Candidatos en León: el pragmatismo de los partidos

In Botepronto on enero 19, 2015 at 4:05 am

PRI y PAN parecen resolver con distintos criterios, pero con el mismo método, su selección de candidatos a alcaldes: las dirigencias nacionales se imponen sobre los intereses y las razones (o sinrazones) locales.

La selección de los candidatos a alcalde de León, la principal plaza política de Guanajuato, ha puesto en evidencia una constante del nuevo momento político: la hegemonía de las dirigencias partidistas nacionales sobre los eventuales criterios locales.

Sin embargo, las razones por las que han intervenido los liderazgos políticos de los diferentes partidos no son similares. Hay pragmatismo, pero con objetivos diferentes, por lo menos en el caso del PRI y el PAN.

El PRI, de la mano del Partido Verde, se decidió hace varios meses por la candidatura del médico y ex funcionario federal panista José Ángel Córdova Villalobos, como cabeza de una alianza que emprenderá la tarea de conservar León, si no propiamente para los colores de esa alianza, por lo menos si lejos del PAN que gobernó la plaza desde fines de los años ochenta del siglo pasado.

La decisión tuvo en cuenta los caprichos y los devaneos de los priistas locales, sobre todo de la alcaldesa Bárbara Botello, quien se engañó con su triunfo de 2012 y el respaldo que recibió desde el gobierno federal y el propio PRI nacional, llegando a pensar que era dueña de la plaza y de las decisiones estratégicas sobre ella.

No fue así, peor tampoco se dio lugar a una imposición. Todo indica que hasta el último momento, los enviados del PRI nacional, los propios cuadros del PVEM y los funcionarios federales vinculados estratégicamente a la decisión, le tuvieron las mayores consideraciones a una política que una y otra vez se exhibió como de corto entendimiento o de desmedidas ambiciones.

Al final del día, la lógica del poder es simple. La dirigencia nacional priista, con encuestas en la mano, lo único que pretende es conservar la plaza de León con un candidato de potencial ganador, independientemente de su perfil político e ideológico.

Ganar significa mantener la plaza más importante del estado, conservar competitividad para la renovación estatal de poderes y empujar distritos electorales locales y federales. Perder es regresar al limbo de las décadas pasadas.

Desde luego, postular a Córdova y hacerlo con la menor cantidad de lesiones al priismo local es el primer paso de una tarea política que apenas inicia y que será por demás compleja, pero sin ese paso todo proyecto futuro estaría gravemente comprometido.

Bárbara Botello fracasó estrepitosamente al arrogarse una supuesta jefatura política en León que nadie le otorgó. La posibilidad de construir un liderazgo siempre existió, pero no dependía de un nombramiento cupular sino de la construcción de consensos que nunca ocurrieron.

Esa situación obliga ahora a que el siguiente paso sea el retiro de la alcaldesa de sus funciones en el municipio para evitar algo que no ha podido controlar: la competencia y el choque de personalidades con quien a partir de este lunes es el nuevo sol naciente del PRI y el Ecologista coligados en León.

Los priistas leoneses no lograron entender la importancia del momento que vivieron luego de su triunfo en 2012. nadie les hubiera arrebatado a Bárbara Botello a Martín Ortiz, a Aurelio Martínez, a Verónica garcía, entre otros, el derecho a una continuidad si hubiesen realizado un trabajo político confiable, si hubiesen sido eficientes, si hubieran evitado la sospecha de corrupción, si hubieran sumado actores políticos a su causa. En síntesis, si hubieran gobernado con mesura, con inteligencia y con honestidad.

La intervención de las dirigencias nacionales para designar al candidato que busca darle continuidad al gobierno de la alianza PRI- PVEM no parece una intromisión, sino una remediación. En ese sentido, poco tienen que reprochar los priistas a sus líderes nacionales, cuando ellos mismos han provocado los males que obligan a la medicina que se les ha hecho tomar.

Puede ser, además, que el remedio no funcione y que el prestigio de Córdova sea insuficiente para remontar la caída en la que se encuentra la intención del voto por el PRI. Sin embargo, por lo pronto, es la única salida.

La cuestión panista

El panorama no parece menos complejo en el PAN, donde también se vive una metódica e inflexible intromisión de los órganos nacionales del partido en la definición del candidato a alcalde, lo que ya ha llevado a modificaciones sustanciales de lo que era el planteamiento original del panismo local.

Sin embargo, a diferencia del PRI, lo que está en juego entre los blanquiazules no parece ser la lógica de la eficacia política con la búsqueda de un perfil ganador e incuestionable. Lo que se ha puesto en disputa como el subtexto del jaloneo entre panistas locales y nacionales es el control de espacios por parte de las diferentes corrientes para orientar las decisiones políticas futuras.

No puede olvidarse que Miguel Marquez trató de hacer la finta de que no participaba en la contienda interna por la dirigencia nacional panista del año pasado, peor en los hechos permitió que sus entonces aliados Juan Manuel Oliva y Fernando Torres Graciano operaran como lo habían venido haciendo por años para hacer ganar en Guanajuato a la fórmula de Ernesto Cordero y el propio Oliva.

La situación prendió focos rojos en la corriente política ligada al maderismo en Guanajuato, de la que forman parte Luis Alberto Villarreal, Ricardo Sheffield, Mayra Enríquez, Sixto Zetina y Justino Arriaga, entre otros. Si ese grupo pretendía de alguna forma participar en la contienda por la gubernatura del 2018, tenían que avanzar en su conquista de posiciones, para evitar un escenario como el que se vivió en la aplastante derrota de Madero frente a Cordero en la entidad, muy distinto a lo que ocurrió en el resto del país.

Así, de la mano de los operadores de Madero, donde destaca notablemente el propio Villarreal, Guanajuato s ha sometido a una política de tierra arrasada por parte de la dirigencia nacional panista, a fin de despojar de candidaturas a la corriente que en su momento se aglutinó en torno al exgobernador Oliva, que administró Torres Graciano y de la que surgió Miguel Márquez.

Los panistas del CEN han contado, además, con las indefiniciones del propio Márquez, urgido de separarse de Oliva pero aun sin concretar su propia corriente. En esa circunstancia, las sesiones en México para discutir las candidaturas se han convertido en una tortura para Marquez y en un paseo para los villarrealistas.

Gracias al avance de ese plan, hoy hay candidatos que le serán leales a Villarreal en caso de ganar sus respectivas elecciones, en las principales plazas de Guanajuato, restando solo la decisión en León, donde no dejarán pasar a nadie identificado con Oliva, lo que reduce notablemente la nómina de candidatos.

De modo que la necesidad de recuperar favor ciudadano ha obligado al PRI a un ejercicio extremo de mesura, sacrificio y pragmatismo, para enviar a un candidato que no obedece a su ideología, pero que es el único al alcance para tratar de mantener la plaza.

Mientras tanto, el PAN, que parecía tener todo para recuperar una plaza que le dio la espalda hace tres años, se ha enzarzado en una disputa de intereses futuristas que puede ser central para la vida de ese partido, pero que nada les dice a los ciudadanos.

La paradoja resulta notable: en la próxima elección veremos un proyecto del PRI y del Verde tratando de camuflarse de tintes ciudadanos; mientras que el PAN presentará un candidato cuya principal encomienda será la de fortalecer a una de las corrientes de ese partido frente a la otra.

La respuesta del electorado a este escenario dejará, a no dudar, muchas lecciones.

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