Seguramente no habrá poder humano que impida la recuperación del gobierno municipal de León por parte de Acción Nacional. Sin embargo, al día de hoy queda claro que ese regreso no habrá sido gracias a los méritos de los integrantes de este partido, sino solo a causa de la debacle de un priismo atrabiliario, torpe, ineficiente y profundamente corrupto.
Por donde quiera que se le vea, se trata de una doble tragedia para los ciudadanos leoneses: la alternancia no funcionó y el regreso panista no augura una mejoría sensible. Si esta no es una crisis de la clase política, entonces no se cuál lo será.
La alianza PRI-PVEM se concretó por razones políticas nacionales, no por estrategia local, por lo menos en el caso del Verde, que va a esa aventura más a fuerzas que de ganas. Sin embargo, ni así le alcanza al PRI para disputar su continuidad en León.
En el PAN, lo que más destaca es la falta de voluntad política de Miguel Márquez, el gobernador panista que no se decide a formar un grupo político y que sigue en manos del olivismo del que surgió, peor en una versión débil, menguada.
No por nada, en la disputa por la alcaldía de León aparecen cinco prospectos, de los cuales tres se identifican con la corriente maderista – villarrealista, lo más alejado a los intereses de la corriente panista que ha gobernado Guanajuato en los últimos a14 años; mientras que solo dos pertenecen a la cuadras del mandatario.
De esos dos, quien podría ser el puntero, el Secretario de Desarrollo Social Éctor Jaime Ramírez Barba, cumple en la carrera con desgano, con escaso interés, como si estuviera solo ejecutando un papel que le asignaron.
El otro candidato marquista, o mejor dicho olivista, Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, llegará como un político al que le falta bagaje, como para representar la reconstrucción del panismo como opción político convincente en León.
De privar la política real, el candidato marquista deberá superar a los tres contrincantes maderistas: Mayra Enríquez, Ricardo Sheffield y Juan Carlos Muñoz. Si es Ramírez Barba se adivinará la mano de Márquez, en tanto que si resulta Rodríguez Vallejo, habrá pesado más la mano de Oliva.
En cualquier caso no se deberá al empaque del ganador sino a una decisión tomada a contracorriente que deberá ser pactada mediante compensaciones a esos tres personajes en las candidaturas a diputados federales y locales.
La salida de la precampaña panista se presenta complicada, plena de desconfianzas, de inconformidades. La elección de un método centralizado, la realización de un proceso de examinación misterioso y no consensuado, los visos autoritarios de una dirigencia que no ha logrado generar la suficiente autoridad, todo apunta a una campaña accidentada.
Gerardo Trujillo le ha metido demasiado ruido a su capacidad de conducción con errores elementales, como sus innecesarias exhibiciones al lado de Luis Alberto Villarreal; o como su impulso a precandidatos cuyo único mérito es el de ser sus amigos; o como su alianza con personajes incómodos como Martha Sahagún, para impular a su hijo Fernando Bribiesca, en Celaya.
La que se viene será una verdadera prueba de fuego para Acción Nacional, sobre todo en términos internos. Es probable que la elección constitucional se facilite, sobre todo por la fragilidad que sigue mostrando el PRI en Guanajuato, aunque confiarse a eso sería suicida.
Así, a las inconsistencias de Miguel Márquez, quien no está fuera del proceso panista, pero que buscó ocultar su intervención con una cortina de humo que aportó más conflictos que soluciones; se suman los devaneos de Trujillo, a quien le llegó la hora de pagar facturas de sus acuerdos para lograr la extensión de mandato, justo en las decisiones preelectorales.
La mezcla parece explosiva y no solo en León. Pronto lo sabremos.