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Martín Ortiz, de la juventud a la decadencia

In Botepronto on julio 28, 2014 at 4:00 am

Desde que empezó a incursionar en política, al poco tiempo de regresar de sus estudios de posgrado, el leonés Martín Ortiz García dejó la impresión de que estaba llamado para cosas importantes en el recambio generacional del priismo de Guanajuato.

Contemporáneo de políticos como Francisco Arroyo Vieyra o Miguel Ángel Chico, a Ortiz le perjudicó el inicio de la era panista y el retroceso del PRI en León a partir de 1988. Su paso por la dirigencia del PRI en ese municipio, empezando los noventas, representó un momento competitivo, que se perdió, como se perdió el propio Ortiz por varios años.

En el paréntesis que hizo en su participación pública, estudió la carrera de abogado e incluso se dedicó al litigio en los años recientes.

Regresó a la política de la mano de Juan Ignacio Torres Landa, quien lo empujó a ser regidor y diputado local, ambos puestos por la vía de la representación proporcional.

Su pasó por el Congreso no pasó desapercibido: se opuso al liderazgo de Francisco Arroyo, junto con Miguel Montes; sin embargo, Ortiz, con mayor vehemencia llegó al extremo de desafiliarse de la fracción y, por ende del PRI, a diferencia del veterano político, más experimentado en esas lides.

El mayor reproche de Ortiz a Arroyo era entorno a su colaboración con el gobierno de Juan Carlos Romero Hicks, el panista que había derrotado a Torres Landa y que para los seguidores más cercanos a este no tenía los merecimientos para gobernar el estado.

Esa ha sido una faceta interesante de la carrera política de Ortiz: un priismo acendrado, agraviado por numerosas derrotas electorales y por la perenne frustración de no poder sacar cabeza en León, hasta que llegó el 2012.

Finalmente, de la mano de un complejo entramado de circunstancias políticas, el abogado y administrador Martín Ortiz llegó a uno de los cargos para los que se preparó toda su vida: el de Secretario de Ayuntamiento en León, en la primera administración del PRI que ganaba una elección desde 1985.

Arribó al cargo como el soporte político de una administración encabezada por la primera mujer que gobernaba la ciudad, Bárbara Botello, una litigante cuya mayor fortaleza ha sido la presencia mediática y la faceta combativa frente al PAN.

Designado de facto como delfín de su actual jefa política, Ortiz se ha dedicado a sobrellevar una administración compleja, en un equipo dividido e inexperto que parece seguir en campaña permanente, mientras prepara su propio camino hacia la elección del 2015.

Sin embargo, ni en la gestión cotidiana de los asuntos de gobierno, ni en su propia precampaña, Martín Ortiz ha dejado la impronta que se esperaría de un político que tiene la preparación académica, la vocación política y el empuje de renovación en los esquemas tradicionales de su partido.

Pareciera que la idea renovadora con la que Martín Ortiz llegó a la política en la penúltima década del siglo pasado, cuando el PRI languidecía en métodos y ceremoniales políticos desfasados con respecto al avance de la sociedad, se perdió en el camino, en medio de las sucesivas frustraciones a las que se enfrentó tras la pérdida del poder por ese partido en 1988 en León y en 1991 en el estado.

El Martín Ortiz que (mal) conduce políticamente al ayuntamiento, ha venido sufriendo continuas derrotas a manos de técnicos como el tesorero Roberto Pesquera, o de los aliados Verdes en el Cabildo, que públicamente se han deslindado de sus aspiraciones políticas.

El colmo viene ahora, cuando envuelto en las redes del oportunismo burocrático, la otrora promesa de una modernidad política del priismo en León se deja envolver en una precampaña llena de festejos y charreadas, casi como si se tratara de un Ignacio Vázquez Torres redivivo, aquel político setentero que sobrevivió hasta bien entrados los noventas, solo para caer de forma estrepitosa ante Vicente Fox en la elección extraordinaria de 1995.

Siguiendo la estrategia política del acarreo desde el poder, de las matracas, el tequila y las carnitas, todo indica que Martín Ortiz tiene muy poco que ofrecer como un prospecto modernizador de la vida pública de León.

Al lastre que significa la impopularidad de su jefa política, palpable hasta en las propias encuestas que paga el municipio, Ortiz, de convertirse en el candidato del PRI, le agregará más peso muerto al intento de mantener León por parte de esa fuerza política.

No deja de ser una historia lamentable. Como gustaba de citar Juan Carlos Romero, el político al que tanto menospreciaban los priistas leoneses del equipo de Juan Ignacio Torres Landa: “la falta de competencia, genera incompetencia”.

En ese sentido, la débil presencia política, la ausencia de ideas, los esquemas caducos de Martín Ortiz como prospecto priista, no contribuirán al sólido y recio debate que requiere la próxima elección en León, donde resulta una verdad a gritos que todos los partidos políticos se han mostrado por debajo de la dinámica y los requerimientos de la ciudad y sus habitantes.

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