En los pocos días que tiene al frente de la Secretaría de Seguridad Pública el ex director de policía, Francisco Javier Aguilera Candelas, ha quedado en evidencia que la falta de control en la corporación no es privativa del mando que coyunturalmente se encuentra al frente de la dependencia sino que se trata de una situación sistémica.
Un exceso policiaco en contra de un grupo de jóvenes, con evidentes tintes de provocación por parte de los uniformados, ante la presencia de familiares y testigos, trató de ser encubierto por los mandos de la corporación e, incluso por los empleados de prensa.
Finalmente, la presión social, las evidencias y los testimonios en medios, determinaron que se abriera una investigación interna y también que Derechos Humanos iniciara su propia indagación sobre lo que todo indica que será un abuso policial más en la ciudad y el primero en la gestión de Aguilera Candelas.
Eso no fue todo. A los pocos días, un policía fue acusado por haberes llevado dinero y objetos de valor en un domicilio donde se presentó una denuncia de robo. El remedio fue peor que la enfermedad.
Por si algo faltara, las ejecuciones siguen a la orden del día, incluyendo un ataque de auto a auto con consecuencias fatales, mostrando la absoluta falta de respeto de la delincuencia que actúa en la ciudad hacia su policía.
Lo que salta a la vista es que los señalamientos tanto de la alcaldesa como del resto de sus colaboradores sobre el presuntamente deficiente trabajo del anterior titular, Francisco Salazar Soni, no fueron más que pretextos para encubrir otro tipo de situación, aparentemente un desacuerdo elemental sobre la línea de mando.
De acuerdo a diferentes versiones, dado que no hay una explicación suficiente de los hechos y sí muchas verdades a medias, el choque de Salazar Soni con la alcaldesa Bárbara Botello fue, sobre todo, con el manejo de información hacia la sociedad y los grupos de interés del municipio.
El policía potosino fue, en su momento, calificado por el secretario del Ayuntamiento, Martín Ortiz, como “un policía moderno”; y también como “uno de los mejores policías de México”.
En unas cuantas semanas, esos conceptos se convirtieron en denostaciones públicas, en señalamientos sobre la falta de resultados y en una absoluta falta de solidaridad con quien aceptó el reto de coadyuvar con la administración priista a enfrentar el auge de la inseguridad.
Es el problema de construir sobre mentiras. El tema de la inseguridad no se resolverá con berrinches tras bambalinas, con ausencia de conocimiento de los problemas reales, con interés de resolver las cosas de fondo y no sólo para los reflectores.
Fue una equivocación la de designar al general Miguel Pizarro, prácticamente por ser el que se encontraba a la mano, al salir del gobierno estatal; lo fue más sostenerlo por más de un año pese a lo evidente de su desatención a la grave responsabilidad que se le encomendó.
Traer un nuevo Secretario de Seguridad fue un buen intento para recomponer las cosas. No respaldarlo ni darle tiempo, fue un regreso a la ruta de las equivocaciones. Pero, además, tratar de encubrir las cosas es una persistencia en la mentira, el peor método para enfrentar los problemas.
Aguilera Candelas está solo. Se le piden resultados que no podrá dar si no hay un planteamiento integral para el que parece ya no haber tiempo. Bárbara Botello, Martín Ortiz y medio cabildo ya están pensando en las campañas. Para ellos la seguridad ya no es una prioridad política, ni un reclamo ciudadano, es solo un obstáculo para su futuro… si es que lo tienen.
el problema de inseguridad en leon es que la alcadesa no dejo al general llevar a su gente asi mismo no lo dejaba a actuar asi mismo paso con el tal soni que queria traer a su gente