No será sencilla la próxima contienda electoral en León.
Desde ahora la rudeza parece ser el signo de los tiempos. La ha ejercido con largueza la administración que encabeza Bárbara Botello.
Hoy la responden, por primera vez, los panistas a través de su representación legislativa.
En medio, los ciudadanos no serán espectadores, eso es seguro. Serán víctimas de la incapacidad de sus políticos para asumirse como servidores públicos y para respetar las reglas del juego democrático.
La batalla no empezó hoy, cuando el PRI se queja de que los panistas convierten en factor de ataque una polémica decisión de gobierno: la asignación de dos contratos para recolección de basura por 20 años con elevación de precios y disminución de obligaciones.
Los primeros disparos fueron hace tiempo y provinieron de las trincheras de la alcaldesa.
¿O ya no se recuerda cuando se clausuró el despacho profesional de la abogada panista y ex secretaria del ayuntamiento, Mayra Enríquez, con pretextos baladíes?
¿Ya se olvidó la inexplicable clausura de la empresa propiedad de la familia del diputado ciudadano por el PAN Juan Carlos Muñóz?
¿Y el bloqueo de la campaña de protesta por el alza al pasaje urbano del mismo legislador, en abierto desacato a libertades básicas, como lo es la de expresión?
En León hace tiempo que las decisiones de gobierno están teñidas de partidismo, de animadversión y de intencionalidad política.
En ese sentido, la respuesta del PAN, por la vía de una denuncia formal ante la PGJE, no parece más que la aceptación de las nuevas reglas del juego.
Ni uno ni otro de los lados de esta contienda irregular, de este litigio donde lo postelectoral se junta con lo preelectoral, pueden tener justificación.
Quizá por eso los ciudadanos de León han mostrado en diferentes encuestas que su acuerdo con cualquiera de los partidos inmersos en esta disputa es mínimo.
El PRI ha regresado a sus constantes de los últimos veinte años en León: menos del 15 por ciento de la preferencia electoral dura. El PAN lo supera, pero solo ligeramente, con un 20 por ciento aproximado.
Más del 60 por ciento del electorado potencial está expectante, a la espera de los nombres y ajeno a los partidos.
Sin embargo, son los partidos los que ensuciarán esta contienda, los que darán la batalla terrestre, cuerpo a cuerpo, los que tensarán la cuerda y convertirán la que debería ser una fiesta en una pesadilla.
¿Habrá candidatos tan buenos que puedan superar esa prueba por si solos? Difícil. Parece que en el 2015 la película solo tendrá villanos.
Eso si los ciudadanos no se deciden a poner un alto a los seudopolíticos que les han expropiado la política.
Si no es así, que nadie se espante de que descendamos otro peldaño en la escala de la degradación de nuestra vida pública. Sí, en efecto, la noticia mala del día es que todavía se puede empeorar.