El constructor de vivienda Oscar Flores había andado de capa caída en los últimos años. Primero enfrentó litigios por despojos, a mediados de la década pasada, que incluso lo obligaron a pisar la cárcel. Después, fracasó en el intento de obtener subsidios públicos para un intenso programa de vivienda popular en la zona de Las Joyas.
A últimas fechas, las nuevas reglas para edificación de vivienda, que privilegian la densificación de los centros urbanos y cancelan las ciudades satélite para la vivienda social, luego de que muchos de esos desarrollos se convirtieron en verdaderos habitáculos fantasma, dejó a Floper, la empresa de Flores, con grandes cantidades de terrenos ociosos.
Hasta ahora, cuando se juntaron el hambre con las ganas de comer.
La necesidad de fomentar parques industriales, de los que la ciudad carece, y como requisito indispensable para promover la atracción de inversiones que ayuden a reconvertir la economía de una ciudad que se desarrolló en torno a una sola industria, le abrió las puertas a la creatividad del empresario viviendero.
Con gran empuje y mejor visión, Flores logró convencer al experimentado desarrollador de parques industriales Ricardo Betancourt, pionero en este tipo de proyectos en Guanajuato desde mediados de los años noventa, cuando llegó a Silao junto con Federico Barrio Terrazas, a quien sus nexos como hermano del entonces gobernador panista de Chihuahua, le abrieron las puertas con Vicente Fox.
El parque Las Colinas, al pie del Cubilete, se convirtió en un ejemplo a seguir para posteriores desarrollos que, a menudo, fueron solo pobres imitaciones. Incluso, el éxito que ahora es Puerto Interior Guanajuato, en buena medida se debe a Betancourt, quien se asoció de forma estratégica con el gobierno de Juan Manuel Oliva para desarrollar el Parque Industrial Santa Fe, cuyas primeras dos etapas detonó en tiempo record.
Ahora, a la vuelta de los años, el éxito logrado con el gobierno de Oliva se ha convertido en un hándicap para el empresario chihuahuense, quien es visto con reticencia por la administración de Miguel Márquez, lo que explica su disposición para involucrarse en un proyecto vinculado con la priista Bárbara Botello.
Sin embargo, tanto Oscar Flores como Ricardo Betancourt son hombres de negocios avezados y le han sacado el mejor partido posible a la necesidad de la alcaldesa de León de empujar un proyecto emblema que, además, le permita contrastarse con proyectos similares empujados por el gobierno estatal de Miguel Márquez.
Sólo hay que revisar el convenio firmado entre el municipio y las empresas Floper y Dintel, así como Oscar Flores en su calidad de particular, para percatarse del buen negocio que están haciendo ambos empresarios ante las urgencias políticas del gobierno priista de León.
Por la vía rápida y eximiendo trámites para su presentación ante el Cabildo, la alcaldesa presentó un proyecto de convenio que establece el compromiso de la administración municipal para hacer todas las obras necesarias que garanticen la funcionalidad del parque.
Así, con recursos públicos de un municipio que debió endeudarse este año para hacer frente a necesidades ingentes en materia de obra pública, el ayuntamiento comprometió las siguientes realizaciones: una línea de alta tensión de varios kilómetros de longitud (no especificados); un puente sobre la autopista a Aguascalientes, así como los accesos y vialidades que conecten a esa vía; dos bulevares, de dos cuerpos cada uno, uno que atravesará el desarrollo y lo unirá con el núcleo de Las Joyas, de por lo menos 4 kilómetros de longitud; y otro denominado Calcopirita; líneas de alumbrado público, acueducto; descarga de drenaje sanitario; una servidumbre para línea de gas, también de varios kilómetros; y, finalmente, por lo menos hasta ahora, la modificación de la traza de uno de los bulevares, conocido como las Joyas, y la factibilidad y el cobro de la conexión del suministro de agua potable.
Todos esos aportes, a los que el convenio define tan generosa como eufemísticamente como ”las obras”, serán sufragadas por el municipio y deberan estar concluidas en un lapso no mayor de 15 meses, de acuerdo al convenio.
Se trata de un negocio redondo que pocas veces se ve. Hay quien pretende compararlo con desarrollos como el de Puerto Interior, peor se olvidan de que allí la tierra era propiedad de un fideicomiso público y que los recursos invertidos fueron recuperados a través de la venta de terrenos, generando un importante superávit.
Aquí, el municipio gasta y los inversionistas privados ganan. El aporte que se pretende vender es el de la creación de empleo, un beneficio que está por verse, pues depende, primero, de que el parque funcione exitosamente; y, después, de que la mano de obra requerida exista en la ciudad, pues de lo contrario los trabajadores deberán importarse de otras localidades.
La prisa por resolver los apoyos al parque Colinas de León, ubicado en los terrenos del rancho Corral de Piedra, puede estar fundada en razones políticas, pero no en un estudio concienzudo de sus reales beneficios para León. Por otra parte, los recursos que se deberán invertir para las obras comprometidas, que pueden ascender a por lo menos 300 millones de pesos, no existen en las arcas municipales.
Sin embargo, lo que se haga, incluso incumpliendo el compromiso, beneficiará de forma directa a los terrenos de Oscar Flores, quien ganará de todas todas, incluso si las obras quedan a medias al término de esta administración.
Después de los años de vacas flacas, no obstante sus buenas relaciones en el PAN, parece que por fin este empresario de la vivienda verá su suerte cambiada, con una administración priista que ya empieza a mostrar signos de desesperación ante el paso del tiempo y la carencia de resultados.
Por cierto, la alcaldesa logró ver aprobada su propuesta por unanimidad, ¿será el factor Salim el que logró alinear los votos panistas? No es descabellado pensarlo, dadas las jactanciosas declaraciones del ex candidato acerca de que Bárbara Botello le hace mucho caso. A final de cuentas, son más las cosas que los unen que las que los separan.