¿Hay algo que celebrar en León por el cambio de colores en la alcaldía? Parece que todavía no. La mayor parte de las intenciones de renovación están en veremos.
No hay ni recursos, ni evidencias de nuevas formas organizativas. La obra pública es inexistente, salvo la que continúa desde el régimen shefielista.
El problema de la inseguridad se ha recrudecido, quizá no por culpa de las nuevas autoridades, pero sí, a no dudar, con la complicidad de su ineficiencia.
Parece que no hay muchas cosas para festinar, por lo menos para los ciudadanos, lo cual no quiere decir, necesariamente, que la administración de Bárbara Botello esté fracasando, pues aún es temprano para saberlo.
Una encuesta levantada en mayo pasado, la que elaboró Inmersa y sufragó el legislador panista Juan Carlos Muñoz, le otorgaba a Botello el beneficio de la duda por parte de casi la mitad de los encuestados.
Cuando se está a prueba y aún no se demuestra nada, lo más prudente es serenarse y seguir trabajando. Festejar antes de tiempo siempre será contraproducente.
No parecen pensarlo así los integrantes del cuarto de guerra de la alcaldía priista, que al parecer han decidido echar la casa por la ventana con motivo del primer informe de gobierno de este partido en un cuarto de siglo.
Reparto de despensas para garantizar una nutrida asistencia popular: se habla de por lo menos unas cuatro mil personas vitoreando a Bárbara Botello el próximo lunes en Las Joyas, llevadas con los tradicionales e indignantes métodos del acarreo político.
Invitación a gobernadores, secretarios de estado y figuras de la política nacional. Por supuesto, la clase política tricolor reunida en pleno: alcaldes, delegados federales, diputados.
Todo muy bien si se tratara de un arranque de campaña, pero para informar a los leoneses de lo que ha pasado en los últimos once meses, parece algo totalmente fuera de foco.
Bárbara Botello sigue empeñada en olvidar que ganó las elecciones arropada por una clase media que había venido votando de manera consistente por el PAN en las últimas dos décadas.
Su triunfo no fue el de una ideología populista contra otra reaccionaria, sino la opción posible ante un hartazgo por el corporativismo, la ineficacia y la soberbia del panismo que se quiso dueño de León, tras haberse ofrecido como la solución para servir a la ciudad años atrás.
El PAN, a lo largo de ocho administraciones y 24 años ininterrumpidos de gobierno, logró finalmente cansar a ciudadanos que le eran fieles casi hasta la ignominia, logrando que cayera en el olvido la aversión a la corrupción, el autoritarismo y el patrimonialismo priista, contra el que se rebelaron a fines de los años 80 del siglo pasado.
Enamorada del glamour del poder, más que de su potencial transformador, la primera alcaldesa mujer de la ciudad corre el riesgo de lograr en apenas tres años lo que al PAN le llevó 25: hacer olvidar a los electores el repudio a la degradación políticaa que la llevó al cargo.
Este informe pensado no como una rendición de cuentas, sino como una marcha triunfal en uno de los páramos sociales más emblemáticos de León, sólo a cambio de despensas y láminas de cartón, amenaza con ser una nueva debacle de imagen para el gobierno priista, aunque de momento lluevan los aplausos comprados con migajas.