No han roto lanzas, pero han estado muy cerca de que ocurra. Desde el arranque de la campaña y la solicitud de licencia de Juan Manuel Oliva, el candidato Miguel Márquez dejó de seguir directrices de quien había sido su jefe y su mentor político.
Incluso la decisión para escoger a un mandatario interino se jaloneó entre dos prospectos de Oliva, Román Cifuentes y Gustavo Adolfo González; y el candidato de Márquez, Héctor López Santillana, quien finalmente se quedó a cerrar el sexenio.
Otro alejamiento ocurrió cuando Miguel Márquez salió a desechar varios proyectos olivistas, como el tren interurbano, la apuesta por las armadoras y la utilidad futura del parque Bicentenario, en argumentaciones que hoy parecen sólo exabruptos de campaña.
La tercera negación al ex gobernador ocurrió en la profesión de transparencia y de manos limpias que el nuevo gobernador realizó de manera enfática desde su toma de posesión y durante las primeras semanas de su gubernatura, conceptos que también han ido diluyéndose en el nuevo discurso oficial.
Finalmente, una cuarta línea de separación entre ambos políticos parecía centrarse en el distanciamiento de Miguel Márquez con su partido: ni prebendas excesivas, ni cargos de primer nivel, ni injerencia en las decisiones internas, es decir, todo lo contrario a las prácticas olivistas.
Sin embargo, todo eso pareció quedar atrás este domingo, cuando Márquez y Oliva coincidieron en la reunión de estructuras del PAN, uno como el panista más conspicuo de Guanajuato y el otro como principal representante de la cúpula nacional de ese partido.
Allí no se vio la ruptura, que en realidad sólo ha sido discursiva y muy coyuntural. Al contrario, lo que se apreció fue la continuidad. Por ejemplo, lo que parecía una incipiente autocrítica entre panistas, así fuera sólo en perjuicio de Oliva, se diluyó para convertirse en ataques al enemigo priista y concretamente a su mayor representante: la alcaldesa de León Bárbara Botello.
Aunque entre ambos políticos no parecía haber más que una fría cordialidad, mediada siempre por el dirigente estatal del PAN, Gerardo Trujillo, fue inevitable que se produjera una confluencia: el respaldo de ambos a la decisión que quieren convertir en el inicio de una lucha de reconquista: la designación cupular de Alfredo Ling Altamirano como nuevo presidente del comité municipal en León.
Márquez, en su primer gesto abiertamente partidista como gobernador, le alzó la mano a Ling; Oliva lo apoyó mediante un encendido discurso contra Bárbara Botello, en el que muy probablemente vertió mucha de la bilis que le hizo derramar la priista cuando fue gobernador.
No parece ser una coincidencia: los panistas parecen haber parado el tren de los ajustes internos ante los retos que tienen ante sí. Ni los casinos, ni la deshonestidad flagrante del sexenio pasado parecen ser temas para ahondar, ahora que se anuncian auditorías y que el PRI retoma con beligerancia espacios de poder como las delegaciones federales.
La autocrítica en el PAN deberá esperar mejores épocas. La duda que queda es si ese reagrupamiento, donde lo mismo caben las reputaciones sin tacha que las dudosas, es lo que les permitirá recuperar el favor del electoral o si únicamente los blanquiazules están prolongando una agonía que ya no tiene regreso.
Lo dirá el tiempo y no tendrá que pasar demasiado.
@arnoldocuellaro