La nueva administración priista de León parece haber determinado que el cambio tranquilo concluyó y que empieza la campaña de demolición ideológica del panismo. La tregua ofrecida por Bárbara Botello finalizó con un ataque en toda línea en contra de uno de los íconos blanquiazules: Carlos Medina Plascencia.
Quien fuera el primer alcalde de León del PAN, hace 24 años; y el primer gobernador de Guanajuato por ese partido, tres años después, se convirtió en un aliado involuntario de la priista Botello, sobre todo a causa de su actitud crítica y beligerante de la candidatura de Miguel Salim por el PAN.
Muchos panistas de buen nivel, inconformes con la postulación de su partido para la elección de julio pasado, debieron sentir en la actitud de Medina un respaldo y una justificación. A la postre, ese sentimiento se convirtió en un importante caudal de votos para consolidar la victoria de Botello por un margen asombrosamente amplio.
Avalado en su prestigio político, que lo tiene de sobra y más entre los panistas; pero también respaldado en su trayectoria empresarial, el ex gobernador de Guanajuato logró consolidar una fundación que persigue la profesionalización de la acción gubernamental, mediante sistemas de supervisión, evaluación y mejora de los procesos en las entidades públicas.
La Fundación Internacional para el Desarrollo de Gobiernos Confiables ha tenido un desempeño exitoso en muchas entidades del país, con gobiernos de distinto signo político. Medina no se esconde para realizar sus gestiones, todo lo contrario: su activismo es público y notorio.
Una de sus herramientas de trabajo, conocida como IWA 4, (siglas de International Workshop Agreement), tiene reconocimientos internacionales y ha sido aceptada como la directriz para aplicar la norma ISO 9001:2000 en gobiernos locales.
Fidegoc establece tarifas por sus servicios, como lo hace la mayoría de los consultores. En contraprestación, realiza trabajos de identificación y mapeo de procedimientos en las diferentes áreas de una administración municipal o estatal. Debe suponerse que sus resultados son evaluados por quienes le contratan el servicio.
En la administración de Ricardo Sheffield, Carlos Medina impulsó uno de sus principales proyectos en su actual etapa como consultor de procedimientos de mejora continua en el terreno gubernamental: la creación de un observatorio ciudadano.
Medina logró convencer al alcalde y a su ayuntamiento de respaldar económicamente el arranque de una entidad como el Observatorio Ciudadano, desligado de Fidegoc en términos orgánicos, aunque usuario del IWA 4, el cual le fue cedido sin costo, pero pagando la capacitación del personal que lo aplica.
A lo largo de los últimos dos años, los diagnósticos del Observatorio Ciudadano, presidido por una reconocida consultora leonesa, Ana María Carpio, fueron desfavorables a la administración de Sheffield, quien polemizó con el organismo y rechazó sus conclusiones de manera pública.
Incluso, algunos de los señalamientos del Observatorio fueron retomados en las pasadas campañas políticas por varios candidatos opositores, incluyendo a Botello, para criticar la mala gestión panista en el municipio.
Sin embargo, el reconocimiento y posicionamiento del Observatorio Ciudadano leonés no fue suficiente para convencer a la nueva alcaldesa de la necesidad de continuar.
Esgrimiendo el tema de los recursos otorgados por el municipio, empezó un estira y afloja que ha provocado un debate público sobre la necesidad de que continúe el respaldo del municipio al organismo ciudadano; o bien, sobre la pertinencia de que este prosiga con recursos autogenerados.
En el debate, salieron a relucir no sólo los pagos del municipio al Observatorio, sino también los que se hicieron a Fidegoc para procesos que nada tienen que ver con el proyecto del OCL.
La exhibición de los nueve millones de pesos que cobró en el gobierno de Sheffield la fundación presidida por Carlos Medina, ya no se produjo mediante una declaración de la alcaldesa Botello o alguno de sus subordinados, sino que siguió la vía de una filtración de documentos internos del municipio a un medio de comunicación para explotarlos en la lógica de un escándalo periodístico.
Como en política, de acuerdo al clásico, la forma es fondo, en la fuga de información propiciada sin ningún género de duda por los nuevos mandamases de la casa municipal, lo que se observa es que para quitarse de encima la presión del Observatorio Ciudadano, la alcaldesa Bárbara Botello eligió el camino de desprestigiar a su principal promotor.
Las consecuencias de este hecho no se agotan en la esfera municipal, sino que tienen rebotes en el ámbito estatal y específicamente en el agitado avispero de la política panista de estos días.
El gobernador Miguel Márquez, quien eligió protegerse bajo la sombra de confiabilidad de Carlos Medina Plascencia para su combate particular en contra de Juan Manuel Oliva, es uno de los damnificados del golpe lanzado por Botello.
En tanto que el ataque del gobierno priista cayó de plácemes en el campamento de Miguel Salim, quien tuvo rápidamente una oportunidad de cobrarse las afrentas de Medina en la campaña: uno sus comandantes, el coordinador de los regidores panistas Javier Ayala Torres, salió rápidamente a demandar auditorías y revisiones a los contratos de Fidegoc.
Y en Irapuato, el alcalde panista Sixto Zetina compró completo el escándalo propiciado por su colega leonesa y salió a anunciar que el observatorio ciudadano que está por crear, no tendrá nada que ver con Carlos Medina.
Así, mientras la priista Bárbara Botello define con claridad sus objetivos y muestra sus armas, el panismo de Guanajuato, del más alto al más bajo nivel, exhibe impotencia, confusión, discordia y, lo peor de todo, una nula estrategia.
Si nos remitimos a la historia, parece que así son todos los fines de época.
@Arnoldo60