El PRI por sí solo obtuvo en la pasada elección de gobernador más de 750 mil sufragios. Con la ayuda del Partido Verde, su candidato a gobernador escaló hasta casi 950 mil votos, una cifra que duplica la votación de este partido en la cita electoral de 2006, mientras que supera en 50 por ciento a la anterior participación del propio Juan Ignacio Torres Landa en el 2000.
En la elección de diputados locales, el PRI se alzó con 712 mil votos, lo que le llevó a ganar tres distritos con candidatos propios y uno más con un candidato verde. La bancada del tricolor en la próxima Legislatura puede alcanzar hasta los doce diputados, una tercera parte del Congreso.
En materia de elecciones municipales, el PRI llegará a las 17 alcaldías, la mayor parte de ellas ganadas con el Verde. Aunque la cifra apenas mejora las 14 que tiene en la actualidad, además de otras dos en alianza con diversas fuerzas políticas, lo llamativo es su triunfo en la zona metropolitana de León, donde no sólo gobernarán la mayor urbe de la entidad, sino también sus conurbaciones de Silao y San Francisco del Rincón.
El PRI que comandó Juan Ignacio Torres Landa como candidato a la gubernatura ha recuperado un capital político con el que no se veía desde fines de los años 90, cuando apenas se normalizaban los gobiernos panistas tras la elección extraordinaria de Vicente Fox en 1995.
Sin embargo, la gran pregunta es si esta importante recuperación servirá para algo en el futuro inmediato y en próximos comicios, sobre todo tomando en cuenta la reciente historia de desavenencias entre quienes ostentan las jefaturas políticas de las diversas corrientes en las que se divide el priismo de Guanajuato.
La respuesta a este tema depende de una cuestión fundamental: el compromiso político que decida asumir el candidato perdedor de la elección estatal, Juan Ignacio Torres Landa, con su partido y el diálogo que esté dispuesto a intentar con priistas como Francisco Arroyo Vieyra y Gerardo Sánchez García.
Torres Landa ha dicho en corto, en el seno de su equipo compacto, que esta vez no piensa retirarse de la actividad política como si lo hizo en el año 2000. Le anima a permanecer en la escena el reconocimiento que se le ha hecho desde el entorno de Enrique Peña Nieto, a su aportación en votos a la causa del ganador de la pasada elección presidencial.
No es ningún secreto que Torres Landa está confiado en que recibirá una invitación a un cargo federal en el próximo gobierno, que podría ser la dirección de una paraestatal o de algún organismo descentralizado. Esa circunstancia lo mantendrá vigente en la política local por lo menos hasta diciembre próximo.
Sin embargo, sus adversarios internos tampoco estarán cruzados de brazos y ello se podrá ver en dos batallas que se avecinan: la decisión sobre la presidencia del PRI en Guanajuato, a la que tiene derecho a regresar en términos estatutarios José Luis González Uribe; y la coordinación del grupo priista en el Congreso local, un cargo que ha sido disputado con rudeza en las últimas ocasiones.
González Uribe ha dicho públicamente que se presentará a reclamar el cargo del que sólo pidió una licencia temporal para contender por la alcaldía de Celaya, lo cual hará junto con la secretaria general Yulma Rocha.
De hacerlo, desplazaría no solamente a Javier Contreras, el hombre de confianza de Torres Landa en el partido, sino también a Sergio Santibáñez, el yerno de Arroyo Vieyra, que ocupa la secretaría general.
Una solución al conflicto podría encontrarse en la coordinación legislativa, donde Torres Landa desearía ver a Jorge Videgaray, su coordinador de campaña y ocupante del primer lugar de la lista plurinominal; mientras que Francisco Arroyo pone sus complacencias en Luis Felipe Luna Obregón, el abogado capitalino que ganó su distrito por la mayor cantidad de votos y sin necesidad de alianza.
Y aunque Gerardo Sánchez no parece tener vela en este entierro, desde la CNC aducen que la condición para liberar las instalaciones del PRI en la recta final de la campaña y sumarse a la campaña de Juani, fue la de acceder a la presidencia del comité estatal priista.
En contra de Jorge Videgaray parecen existir demasiados agravios, lo que hace inviable su candidatura a dirigir la bancada priista. En primer lugar su exhibicionismo panista hasta hace no mucho; en segundo, su desorganización en la reciente campaña; finalmente, el resultado de la misma, pues sólo un triunfo habría justificado sus aspiraciones.
Como, además, Javier Contreras también será diputado, parece más fácil que Torres Landa decida respaldarlo para coordinar a los diputados, liberando el comité estatal y estableciendo un pacto con Arroyo Vieyra. En ese caso, el presidente del partido podría ser Sergio Santibáñez.
Nada de esto excluye, sin embargo, que algo deba hacerse con las aspiraciones de González Uribe que parece ser el único que no tiene en dónde leer, pues Yulma Rocha, su mancuerna en la dirigencia, será diputada.
De cómo resuelvan los priistas esta ecuación, que no sería tan compleja de no intervenir tantos egos y los primeros atisbos de futurismo, podrá derivarse la respuesta a nuestra primera pregunta: ¿servirán de algo los novecientos mil votos de Juani Torres Landa y los setecientos mil del PRI?
Los priistas tienen la respuesta.