El Guanajuato que le dijo no al PAN en León no será el mismo. Eso es algo que deben entender de manera rápida el resto de los panistas que ganaron elecciones este domingo y, en particular, el próximo gobernador Miguel Márquez Márquez.
Parece quedar medianamente claro que en León no ganó Bárbara Botello, pero sí perdió Miguel Salim. El votante que eligió al PRI y al PVEM y le dio, en conjunto, una diferencia histórica de 50 mil votos a la candidata priista parece ser, en buena medida, un elector histórico del PAN que esta vez dijo ¡ya basta!
Una revisión somera de casillas leonesas tradicionalmente ganadas por el PAN, muestra un voto diferenciado que deberá ser analizado con calma por todos los actores políticos que han tenido un papel en este drama.
Esas casillas las gana Josefina Vázquez Mota; las gana Miguel Márquez Márquez; y las pierde Miguel Salim.
No se trata solamente de un rechazo personal, haría mal quien lo tomara exclusivamente así. Se trata también de una advertencia política: el votante que le ha sido fiel al PAN los últimos veinte años no es un cliente cautivo, es un ciudadano libre que tiene criterio y cosas qué decir y esta vez las ha dicho en la urna.
Ante este panorama nadie, dentro del PAN, debería quedar impasible.
Sin duda una parte de la responsabilidad toca al propio Salim y a su equipo de campaña que no parecen haber planteado la mejor estrategia para sus circunstancias.
Otra parte relevante de lo acontecido tiene que ver con el desempeño del alcalde Ricardo Sheffield, cuya administración también estuvo sometida a examen en la elección.
No se escapa, finalmente, el gobierno estatal y la imagen del mandatario con licencia, Juan Manuel Oliva, como otro de los responsables de este rechazo parcial del votante panista a su partido.
El PAN no suele ser introspectivo, tantos años de triunfos continuos parecen haber adormecido el nervio de la autocrítica. Por lo pronto no se nota reflexión en los partidarios de Miguel Salim que han empezado a repartir culpas sin asumir las propias.
Tampoco hay intentos de comprensión en el caso del alcalde Ricardo Sheffield, quien será el último de una cadena de ocho ediles priistas y el primero en entregarle los bártulos al PRI: “Pocas, si no es que ninguna administración más transparente que ésta”, asegura sin rubor.
Ya no se diga en Juan Manuel Oliva, quien en lugar de recomponer los estropicios de su administración en el último tramo, se fue en pos de un sueño guajiro, la campaña de Josefina, dejando un tiradero que puso en graves predicamentos a Márquez y que contribuyó a la derrota en León.
Sin embargo, si los panistas que se vieron marginados por el electorado no quieren entender las lecciones que les asestaron los votantes en el lugar considerado como el mayor santuario de este partido en el país, quien sí está obligado a hacerlo es el gobernador entrante, Miguel Márquez Márquez.
¿Cómo? Para empezar formando un gobierno que ponga por delante el servicio a los ciudadanos; una administración que deje de estar atada a los intereses del partido; una gestión honesta y eficiente de los recursos públicos; un equipo de colaboradores sin tacha, profesionales en su desempeño, sin agendas dobles.
Ese tipo de temas son los que estarán sobre el tapete de aquí a septiembre próximo y observados con lupa a partir de entonces.
Lo que pasó el primero de julio no parece ser un simple accidente de la historia. Quienes no lo vean así se condenarán a repetir la suerte que muchos ya están lamentando ahora. Y no sólo en el PAN.