Juan Ignacio Torres Landa, amo y señor de la política priista guanajuatense en este momento, decidió dejar fuera de su lista segura de candidatos a diputados a la principal central campesina cercana a su partido, la CNC de Gerardo Sánchez y Rigoberto Paredes Villagómez.
Poco le importó que le tomaran el partido, le impidieran celebrar una asamblea y en general dieran un espectáculo de inconformidad. ¿Desaseo o cálculo? Vamos a verlo.
Torres Landa parece estar muy seguro de que sus números se acercan a los de su oponente panista Miguel Márquez Márquez, que la inconformidad del electorado con el largo predominio panista está en las ciudades y que la fortaleza del voto panista se limita hoy por hoy a los municipios periféricos y las áreas rurales del estado.
Así parecen mostrarlo también las mediciones independientes. Ciudades como Celaya, León e Irapuato no muestran las diferencias abismales de hace algunos años entre PAN y PRI, Las clases medias urbanas parecen las más susceptibles de seducción por parte de Enrique Peña Nieto y su campaña mercadotécnica.
Además, no puede descartarse el hecho de que las organizaciones campesinas, de todas las filiaciones, deben su existencia al dinero que proviene de las arcas gubernamentales, parte del cual no llega necesariamente a los productores sino que se queda en el camino, muy probablemente en los bolsillos de los dirigentes.
En ese sentido, tanto el dirigente nacional cenecista, Gerardo Sánchez, que ha prosperado personalmente gracias al manejo de fideicomisos que bajan recursos de programas federales de la Sedesol y de la Sagarpa; como el dirigente local, Rigoberto Paredes, que tiene vínculos cercanos a la Secretaría de Desarrollo Agropecuario estatal, resultan muy poco confiables a la hora de la operación electoral.
Este panorama puede explicar, en buena medida, la exclusión de Paredes Villagómez de la lista de candidatos plurinominales del PRI: su trabajo electoral le reditúa muy poco a este partido desde hace años, mientras sus bases perdieron su lealtad al priismo para ponerse al servicio de quienes los han subsidiado en los últimos tiempos.
La decisión, no obstante, constituye una apuesta arriesgada, sobre todo porque el resto de la lista tampoco encuentra muchos operadores electorales. Particularmente resulta preocupante la inclusión de Javier Contreras, el dirigente estatal del PRI, quien al apoderarse de la tercera posición segura al Congreso local ha puesto en conflicto su capacidad de negociación con las diversas corrientes del PRI.
Por si algo faltara, está el hecho de que las candidaturas de Jorge Videgaray Verdad, coordinador de la campaña torreslandista y del propio Contreras, presidente del PRI, lanzan el mensaje de una derrota esperable, algo que puede resultar una sutileza para enterados, pero que contribuye muy poco a la idea de una campaña alegre, como se anuncia, y con voluntad de reconquista.
Queda claro en las diversas encuestas, incluso en las más benévolas, que el PRI va a la zaga del PAN en preferencias electorales en Guanajuato hasta este momento. Más claro es aún que el PRI es el partido opositor que busca regresar por sus fueros tras una larga noche de exilio del poder.
En ese sentido, la obligación de hacer un juego perfecto, de minimizar los defectos y maximizar las virtudes, corresponde al retador.
Constituiría una altísima irresponsabilidad de los actuales jerarcas priistas para con su propia causa que fueran ambiciones personales y falta de perspectiva las que tiren por la borda la posibilidad de ofrecer la mayor competencia al alcance de sus posibilidades.
Como suele ocurrir en toda justa, los priistas de Guanajuato más que medirse con sus oponentes panistas, están en una competencia contra sí mismos y su capacidad de estar a la altura de la cita histórica que les ha tocado.
Y, hasta ahora, no parecen estar entregando muy buenas cuentas.
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