Muy rápidamente se desdibujó el control político con el que Arturo Lara López manejó el crecimiento exponencial de la burocracia universitaria en su nuevo esquema departamental, que propició la creación de cuatro repúblicas universitarias en cada uno de sus campus.
José Manuel Cabrera Sixto, el rector general por el que apostó Lara López, ante la insubordinación de sus cuatro rectores de campus, de los cuáles compitieron tres y el cuarto se alió con otro de ellos, ya mostró que no le interesa la política y que su preocupación por la academia es demasiado abstracta.
Eel control que tenía el ex rector general sobre la Junta Directiva, que le permitió convertir a Cabrera en su sucesor, se desplazó en un golpe táctico hacia la esfera de influencia del ex gobernador y también ex rector, Juan Carlos Romero Hicks, lo que hace prever que se avecina una lucha de poderes fácticos en la Universidad.
Romero Hicks pactado con el rector del campus Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino, quien a su vez mantiene una alianza de fondo con su homólogo de Celaya, Juan Miguel Ramírez Sánchez, logró apoderarse de por lo menos siete asientos de los once con los que cuenta la Junta Directiva.
Ahora, en ese órgano, encargado de aprobar los nombramientos y las ratificaciones de los altos cargos universitarios, incluyendo los rectores de campus que este año cumplen su primer periodo con posibilidad de reelección, despachan personajes como la ex rectora Silvia Álvarez; el director del CIMAT, José Antonio de la Peña; la arquitecta Dolores Álvarez Gasca; el contador público Enrique Navarro; el empresario Héctor Webb; todos ellos con cercanía personal y profesional con Romero Hicks en diversas etapas de su desempeño profesional.
Las nuevas designaciones no hubieran sido posibles sin la operación de Guerrero Agripino, quien mantiene un notable control sobre los representantes al consejo de los departamentos de su campus, gracias a un esquema de becas estudiantiles que en mucho han gravado la de por sí deteriorada economía universitaria.
Sin embargo, nadie parece más culpable de este avance político del ex gobernador que el propio rector general, José Manuel Cabrera, quien ha descuidado notablemente la operación que realizaba Arturo Lara para mantener a raya las ambiciones de la burocracia dorada universitaria.
La crisis administrativa que enfrenta la UG, por ejemplo, tiene un solo responsable: el ex secretario de administración Martín Pantoja Aguilar, quien fue el encargado de manejar, entre otras cosas, los fondos de pensiones de la institución que se encuentran a punto de entrar en una crisis de insuficiencia en el corto plazo. Pantoja Aguilar, responsable también de la proliferación de los contratos extranominales de la institución que afectan la liquidez de los programas institucionales, fue designado por Cabrera como su asesor.
Ante esa situación, a Modesto Sosa, el nuevo titular de administración ahora bajo el pomposo nombre de Secretario de Gestión y Desarrollo, no ha podido avanzar en la revisión de las políticas de su antecesor y, sobre todo, en su corrección, pues Pantoja está protegido por el Rector General.
Otras crisis se incuban en la Dirección de Planeación, donde Cabrera nombro a Jaime Ramírez Robles, funcionario sancionado por la Gestión Pública debido a decisiones en su paso por el área de Infraestructura Vial de la SOP. La única razón para esta designación fue la amistad histórica entre ambos funcionarios.
Es el mismo caso de la Dirección de Extensión Cultural, área clave de la gestión universitaria junto con la investigación y la docencia, en donde Cabrera designó a la responsable, Laura Gemma Flores García sólo por la cercanía personal. El resultado ya es un desastre que pronto se hará público.
La resultante de las erráticas decisiones del nuevo rector general, en combinación con la ambición de algunos rectores de campus, sobre todo el tándem Guerrero Agripino – Ramírez Sánchez, más el ingrediente del regreso de un Juan Carlos Romero Hicks al que potenciaría su muy probable llegada al Senado de la República, hacen de la Universidad de Guanajuato un coctel explosivo que ya debería estar en la agenda de pendientes del próximo gobernador del Estado, si es que existe la más mínima previsión.